El secretario de Seguridad del Distrito Federal de Brasil, Roberto Aguiar, informó que su oficina concluirá en breve un estudio sobre la violencia entre los jóvenes de clase media en Brasilia.
Aguiar efectuó el anuncio en medio del estupor que generó el asesinato a manos de cinco jóvenes adinerados del indígena del pueblo pataxó Galdino Jesús dos Santos, quien murió por quemaduras que le cubrían 95 por ciento de su cuerpo provocadas la madrugada del 20 de mayo.
"Este es un fenómeno típico del Distrito Federal sobre el que tenemos que reflexionar con profundidad", dijo el funcionario, para quien el asesinato en cuestión no fue un episodio aislado.
El hecho de que los padres de los jóvenes no se hubieran presentado ante las autoridades el día posterior al arresto "dice todo". "Eso explica el crimen por sí solo. Los padres están más preocupados por su imagen pública que en prestar ayuda a sus propios hijos", afirmó Aguiar.
El secretario de Seguridad recordó que en 1996 se registraron dos asesinatos similares cuyas víctimas fueron mendigos, pero manifestó que los tres hechos no tendrían relación.
Este tipo de delitos son, según Aguiar, un síntoma del "complejo de autoridad" que sufre la sociedad de Brasilia y que se manifiesta en especial en la inversión de la escala de valores de las clases media y alta de la capital.
"Hay aquí una promiscuidad con el poder y, sobre todo, mucha impunidad. Estos muchachos cometieron este crimen por tedio", dijo Aguiar.
Tres jóvenes de 19 años, uno de 18 y otro de 16, dos de ellos hijos de jueces, confesaron el asesinato de Dos Santos el mismo día que fue cometido, según dijeron, sin ningún motivo.
"Era sólo un jugueteo" y "pensábamos que se trataba de un mendigo", intentaron justificarse.
El grupo paseaba en un automóvil cuando vieron al indígena dormido bajo el refugio de una parada de autobuses. Le echaron un líquido inflamable y le prendieron el fuego. Se fugaron de inmediato.
Galdino Jesús dos Santos era consejero, el tercero en la jerarquía de su tribu, del grupo indígena pataxó, del sur de Bahía, estado del noreste de Brasil, y lucha por recuperar sus tierras invadidas por terratenientes.
Había llegado dos días antes de su asesinato a Brasilia, donde participó de un acto contra la política oficial hacia su etnia y en la fiesta del Día Nacional del Indígena, celebrado en la víspera del crimen.
Al haberse extraviado de su grupo y no haber podido volver a su sitio de hospedaje, decidió pasar la noche del sábado en la parada de autobuses. (FIN/IPS/mj/ip/97
