Hace 20 años, un grupo de mujeres argentinas, madres de jóvenes secuestrados por la dictadura militar, se reunía por primera vez en la Plaza de Mayo sembrando así la semilla de una agrupación femenina que fue símbolo de la resistencia al régimen.
Las Madres de Plaza de Mayo eran entonces poco más de una docena de mujeres y todavía no utilizaban el pañal de gasa sobre sus cabezas, como lo harían pocos meses después cuando ya eran más de 70 y necesitaban un emblema que las identificara.
La que tuvo la idea de reunirse en el paseo público situado frente a la sede presidencial fue Azucena Villaflor, que por su liderazgo corrió la suerte de sus hijos. El mismo año en que comenzaron las reuniones fue secuestrada junto a dos religiosas francesas y otros familiares de desaparecidos.
El responsable de la desaparición de Villaflor y de las monjas Alice Domon y Leonie Duquet fue el capitán Alfredo Astiz, que se había infiltrado en la agrupación simulando ser familiar de un desaparecido.
Astiz está libre de proceso en Argentina pero tiene pedido de captura internacional al haber sido condenado a cadena perpetua en París por el secuestro y asesinato de las dos monjas francesas.
El desafío planteado por Villaflor era reunirse en la Plaza de Mayo todos los jueves. Con el tiempo, por la presión policial que las obligaba a "circular" y no estar quietas en la plaza durante el estado de sitio, las mujeres comenzaron a dar vueltas alrededor de la Pirámide de Mayo.
Así nació el ritual de dar vueltas en la plaza cada jueves, desde hace 20 años. Lentamente, del brazo, a veces en silencio y otras conversando animadamente, las mujeres circulan, con el andar a veces cansino por la avanzada edad.
"Dando vueltas por la plaza siento que puedo comunicarme con mi hijo", confesó una de las mujeres, Haydée García, quien suele caminar acompañada de jóvenes.
Las Madres, que reclaman por la desaparición de unas 30.000 personas según sus estimaciones, sufrieron un quiebre en 1986, cuando un grupo liderado por Nora Cortiñas, se escindió del que encabezaba Hebe de Bonafini y fundó la agrupación Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.
"Nos separamos por diferencias de metodología y de lenguaje", explicó Cortiñas.
Antes, habían resistido juntas las leyes de punto final y obediencia debida que dejaron libres de proceso a centenares de militares involucrados en la represión ilegal. Luego, en 1990, vieron cómo los ex comandantes, juzgados por crímenes atroces, quedaron en libertad por el indulto presidencial.
La entidad que preside Bonafini es hoy la más enfrentada al gobierno y a los organismos de seguridad y está más cerca de agrupaciones políticas de ultraizquierda como el grupo estudiantil "Quebracho", que protagoniza frecuentes choques con la policía en manifestaciones callejeras.
Su agrupación es la única de todos los organismos de derechos humanos que rechazó la indemnización que el Estado se comprometió a pagar a los familiares de los desaparecidos a modo de reparación.
Las madres lideradas por Bonafini siguen reclamando la "aparición con vida" de sus hijos y el "castigo a los culpables", las consignas originales.
La Línea Fundadora presume que es difícil que los hijos reaparezcan con vida y legalmente imposible condenar a los culpables.
Pero demandan fuertemente el esclarecimiento de la verdad (dónde están los desaparecidos) y el respaldo oficial a la tarea de las Abuelas de Plaza de Mayo, que buscan a sus nietos secuestrados o nacidos en cautiverio.
Cortiñas recordó el miércoles que la lucha de las madres fue "ante todo visceral". "Luego supimos que tenía un gran sentido político", añadió. Las madres "abandonamos nuestras tareas hogareñas para salir a la calle en una búsqueda incesante", dijo.
Las Madres de Plaza de Mayo, en sus dos agrupaciones, siguen actualmente comprometidas en las reivindicaciones de respeto a los derechos humanos y respaldando las manifestaciones en favor de la educación, la salud y el derecho a una vida digna. (FIN/IPS/mv/dg/ip-hd/97