Gao Hui y Yang Rumin, habitantes de la provincia sudoriental de Fujian, realizaban las últimas compras en la capital de China antes de tomar el tren de vuelta cuando desafiaron la intensa lluvia para dirigirse a la plaza Tiananmen.
Caminaron hacia el gigantesco reloj digital que marca los segundos que faltan para la hora cero del 1 de julio, el momento en que la colonia británica de Hong Kong será devuelta a China. Este lunes, cuando sucedió este episodio, faltaban 50 días para la concreción de la entrega de Hong Kong.
Como muchos otros chinos fuera de Beijing, Gao y Yang querían sacarse fotos junto al reloj, ubicado no muy lejos del mausoleo de Mao Zedong, el patriarca de la revolución comunista.
"La única oportunidad que tenemos de sacarnos la foto es hoy, y no queremos desperdiciarla aunque perdamos el tren", dijo Yang. "La entrega significa que los días en que China era prepoteada se han acabado. Ahora somos grandes y poderosos", agregó Gao.
La devolución de Hong Kong fortalece el orgullo nacional. Los dirigentes políticos aseguran que se trata del primer paso hacia la reunificación de la madre patria, al que seguirá la entrega de la colonia portuguesa de Macao en 1999 y, tal vez, el retorno de Taiwan.
Lao Yang, un conductor de "rickshaw" (vehículo de alquiler a tracción humana), espera empapado hasta los huesos a sus próximos pasajeros. Le es indiferente el bullicio alrededor del reloj, y no solo porque lo vea todos los días.
"El gobierno no me permitirá visitar Hong Kong. Además, al gobierno le importa Hong Kong, pero yo no le importo", dijo Lao.
Para muchos habitantes de Beijing, la histórica conversión de Hong Kong de colonia británica a región administrativa especial china quizás afecte a los altos funcionarios del gobierno, pero no a ellos.
"Todos será igual que antes después del 1 de julio, No sera para nada fácil ir a Hong Kong. ¿Y para qué ir? Los que viven allí son tan altaneros… Piensan que son diferentes. Nos menosprecian", dijo Liu Guotang, profesora de chino que da clases a estudiantes extranjeros.
Liu reconoce que le gustaría visitar el enclave como turista, pero considera que vivir allí es una extravagancia indigna de ser tomada en cuenta.
"Todo es tan caro allí… Además, no sé hablar cantonés", agregó. Ella se imagina que los habitantes de Hong Kong desearían hacerle pasar un mal rato. Quizá le hablarían en inglés para hacerla sentir inferior.
Li Xiemin, un taxista que espera pasaje en la plaza Tiananmen, no cree que la gente de Hong Kong tenga algo de lo que sentirse superiores. "Ni siquiera saben cómo celebrar la entrega. Me parece que la ceremonia allí no será tan buena como la que haremos en Tiananmen", dijo.
Cuando se le informa que en Hong Kong se realizarán más de 170 ceremonias en ocasión de la entrega, Li sonríe con sorna. "Tal vez, pero no tienen la experiencia ni la tradición de grandes desfiles y festivales que tenemos aquí", se ufanó.
A sus ojos, los habitantes de Hong Kong quizás sepan hacer dinero, pero carecen de buen gusto y de cultura. Y, a pesar de la fama del enclave como centro financiero, Li considera que China está llena de lugares mejores para amasar una fortuna.
El mismo aspira a convertirse en un "dakuan" (millonario) algún día, como denotan las monedas brillantes que penden del espejo de su vehículo.
"Sí, lo puse por cábala. Para serte sincero, es más facil hacerse rico aquí que en Hong Kong. Allí hay demasiados millonarios", dijo Li. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mj/ip/97