Hamid tiene 12 años y es aprendiz en un taller de tornería de la capital de Bangladesh. Ayuda a su patrón en el manejo de un torno, una tarea que debe realizar con cautela, para evitar accidentes.
Su supervisor es Komal, cinco años mayor que Hamid y con cinco años de antigüedad en el taller, donde ingresó también como aprendiz, sin sueldo durante los primeros seis meses. Komal es ahora un obrero calificado y asegura que, si cambiara de taller, solicitaría un salario inicial de 1.200 takas (28 dólares) por mes.
Como Hamid y Komal, hay millones de niños trabajadores en Bangladesh, pese a que su contratación no está permitida. Los niños y las niñas sólo pueden realizar tareas en empresas de su propia familia.
Bangladesh, sde 125 millones de habitantes, ha firmado la Convención de Derechos de la Infancia, que obliga a erradicar el trabajo infantil.
Pero se trata de uno de los países más pobres de la Tierra y "los niños están obligados a trabajar desde muy temprana edad", dijo Wahidur Rahman, coordinador nacional del programa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para la eliminación en el mundo del trabajo infantil.
La OIT calcula que en Bangladesh, un país de población mayoritariamente rural, hay cerca de 50 millones de niños que trabajan, especialmente en granjas. Son escasas las niñas aldeanas que trabajan fuera del hogar, y 85 por ciento de ellas desempeñan tareas familiares, sin paga.
En los centros urbanos, las niñas se ocupan por lo general de tareas domésticas, mientras los niños trabajan en pequeños establos o en tiendas, hoteles y en la recolección de basura.
Así mismo, hay niñas y niños empleados en pequeñas fábricas de joyas, zapatos y cigarrillos. Su jornada es de 10 a 14 horas y se les paga menos que a los adultos.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha señalado que el modo más eficaz de evitar el trabajo infantil es enviar a los niños a la escuela.
Un ambicioso programa del gobierno para incorporar a la escuela primaria a 15 millones de niños en el 2000 está cerca de lograr su objetivo. Pero con frecuencia, los padres retiran a sus hijos de los centros de enseñanza al cabo de unos pocos años.
La mayoría de los padres pobres creen que la educación vocacional, que capacita en oficios, es más valiosa que la educación primaria.
UNICEF y el Banco Mundial financian la compra de libros de enseñanza, para entregarlos gratuitamente a los alumnos de primaria, y también platos de comida, para alentar a los padres a mantener a sus hijos en la escuela.
Pero el progreso es lento, y menos de cinco por ciento de quienes empiezan el ciclo primario llegan a quinto grado.
A veces, la coerción produce mejor resultado. La amenaza de boicot de los importadores estadounidenses obligó a la Asociación de Fabricantes y Exportadores de Vestimenta de Bangladesh (BGMEA) a prescindir de los niños que empleaban en sus factorías y a enviarlos a la escuela.
Unos 8.000 niños ex trabajadores fueron matriculados entonces en 150 centros de educación primaria. Según un acuerdo firmado con UNICEF y el Banco Mundial, la BGMEA reemplazó a esos niños con familiares adultos.
UNICEF advirtió que el gobierno debe eliminar el trabajo infantil en 27 áreas peligrosas y redoblar esfuerzos para dar a los niños trabajadores la educación que necesitan. Entre esos sectores se cuentan la reparación de automóviles, la fabricación de ladrillos, el picado de piedras y el manejo de aerosoles y de productos químicos.
Por su parte, Rahman admitió que no será posible acabar por completo con el trabajo infantil. Entonces, "debemos huamnizar las condiciones de trabajo, disponer de equipo seguro, sensibilizar a los empleadores e instruir a los niños en sus derechos", agregó.
La organización no gubernamental Phulki (Chispa) explica a grupos de niños los compromisos que la Convención de Derechos de la Infancia impone a Bangladesh.
Phulki entrena a equipos de cinco niñas y cinco niños que, a su vez, pasan el conocimiento asi adquirido a hermanos y amigos.
Algunos entre los niños encuadrados en el programa pudieron incluso convencer a su padres de devolverlos a la escuela, dijo Selina Begum, de Phulki.
Es el caso de Manik, que gana 30 takas por día en una tienda de vegetales y ya no pierde ni un día de cursos en una escuela del Estado. Mientras, Runu Akter, de 14 años, ya no tiene que a quien cuidar a sus hermanos y trabajar en la casa al volver de clases en una escuela islámica. Ahora concurre al centro de Phulki.
UNICEF también aconsejó medidas urgentes de protección de la salud de los niños trabajadores. Cerca de la mitad de los habitantes de Bangladesh tienen menos de 18 años. Cada año mueren 80.000 niños menores de cinco años, y menos de 10 por ciento de los niños están adecuadamente alimentados.
La no gubernamental Fundación de Acción de Nayan (NAF) organiza asistencia médica para niños empleados en tornerías y talleres mecánicos en la ciudad vieja de Dhaka. Allí, cientos de pequeños talleres emplean una gran cantidad de niños que trabajan, comen y diermen en esos lugares.
El trabajo en los talleres expone a los niños a infecciones pulmonares, debido al fino polvo de hierro que respiran en el aire. También son frecuentes las afecciones a la vista y la pérdida de audición, y no faltan las mutilaciones, como resultado de accidentes.
NAF, ayudada por la OIT, logró de algunos empleadores un aporte semanal de cinco takas para un fondo de salud para los niños trabajadores.
"Ahora, hasta la hospitalización de esos niños puede ser pagada por el fondo", comentó Abdur Rouf Bhuiyan, de NAF. (FIN/IPS/tra-en/an/mu/ff/pr hd/97