Un grupo de maestros adoptó el 2 de abril en Argentina una decisión drástica: para no perjudicar a padres y alumnos con una huelga, comenzaron un ayuno que busca sensibilizar a las autoridades y a la opinión pública sobre la crisis de la educación.
Acostumbrados a huelgas largas, los maestros habían reservado un recurso al que apelaron cuando el ayuno cumplió un mes. Entonces decidieron jerarquizar la medida incorporando como ayunante a Marta Maffei, secretaria general de la confederación que nuclea a todos los sindicatos docentes del país.
Envuelto en una frazada, el maestro Guillermo Pecheure, de 38 años, comentó a IPS que lo peor no es la dieta líquida sino la noche lejos de la familia. Pecheure es de Neuquén, en el sur del país, y decidió sumarse a la huelga de hambre en Buenos Aires cuando vio que los dirigentes también ponían el cuerpo.
"Sueño con la comida y me despierto desesperado, pero hay otro alimento que lo da la gente que viene y nos dice 'sigan adelante", dijo Pecheure. "Estamos convencidos de lo que estamos haciendo, y sabemos que tenemos que seguir".
Tras un biombo de cartón en una carpa de 160 metros cuadrados levantada frente al Congreso, Maffei, con los codos apoyados en una mesa mínima que le sirve de improvisado despacho, dialogó con IPS. Tiene 56 años, 38 como docente, y tres al frente de uno de los sindicatos con más afiliados del país.
Lamenta no haber podido aún ir a conocer a su primer nieto, que nació en abril en un rincón del sur argentino. Extraña la intimidad con su esposo, pues en la carpa convive con unos 50 docentes que ayunan o colaboran. Pero se reconforta al recibir cartas y dibujos de respaldo de miles de estudiantes.
"No hay posibilidad de transformar el sistema educativo si el presupuesto se mantiene igual", razona Maffei, entre el té de las 11.00 y el caldo de las 12.00. "La única manera de lograrlo es sacrificando sueldos docentes", ironizó la dirigente para describir la situación educativa.
El salario de los maestros argentinos ya no es uno solo. La dispersión en todo el país es tan grande que hay diferencias de hasta 300 por ciento entre algunas provincias. Sin embargo, existen algunos datos que permiten reconocer el deterioro que sufrió el ingreso de maestros y profesores en los últimos años.
En 1989, el salario docente -que no era alto- alcanzaba para comprar 50 por ciento de la canasta familiar. Hoy, el mejor salario docente del país no llega a cubrir 40 por ciento de la canasta, y si se toma el promedio, no se llega a 25 por ciento.
"Alrededor de 66 por ciento de los docentes (650.000 en todo el país) cobran sueldos inferiores a 350 pesos (igual a dólares) y la canasta familiar es de 1.378 pesos. Ni un profesor universitario, con dedicación exclusiva y 40 horas de cátedra por semana, llega a los 1.378 pesos", afirmó.
Ante este panorama, los docentes no reclaman un simple aumento de salarios. Ellos piden que se apruebe al menos uno de los 11 proyectos de financiamiento educativo que descansan en el parlamento -algunos hace casi cuatro años-, a fin de volcar a la educación recursos provenientes de la recaudación tributaria.
En los últimos 15 años, la matrícula escolar creció entre dos y 63 por ciento en todos los niveles, desde el universitario -el que creció menos- hasta el inicial. Para satisfacer esta demanda se requieren más edificios y materiales, y mayor capacitación, pero las necesidades no se cubren plenamente.
Al mismo tiempo, la transferencia de servicios públicos a las empresas privadas en los años 90 trajo como consecuencia aumentos de hasta 3.600 por ciento en las tarifas de servicios como teléfonos, gas o electricidad, un fenómeno que incrementa los costos de mantenimiento de una escuela.
La ley federal de educación aprobada en 1991, que iba a ser la solución a todos los problemas docentes, preveía que cada año se aumentaría 20 por ciento el presupuesto educativo para cubrir estas necesidades, pero los fondos para la educación se mantienen en tres por ciento del producto desde hace seis años.
Más aún. El gobierno nacional decidió transferir a las provincias la responsabilidad por el mantenimiento de sus escuelas, sin adicionarle recursos para que las solventan, lo que significa transferirle gastos por 1.368 millones de dólares a unas administraciones provinciales ya en total bancarrota.
Asimismo, el Ministerio de Economía decidió eliminar tres impuestos que alimentaban la ley de financiamiento educativo. La ley establece que el uno por ciento de las transferencias de divisas, el uno por mil de los débitos bancarios y el dos por ciento del impuesto a los activos se destinaba a educación.
"En 1992, no se animaron a derogar esa ley, pero decidieron vaciarla, es decir: eliminaron los tres impuestos con los que se recaudaban 800 millones de dólares anuales", puntualizó Maffei. Ahora la ley sigue vigente, pero carece de fondos, por eso los docentes reclaman una nueva ley de financiamiento.
Con este historial, los maestros decidieron ir a la huelga de hambre. Saben que puede pasar mucho tiempo hasta que consigan sus objetivos, pero tienen fe. Durante el día, reciben la solidaridad de otros docentes en actividad y jubilados, de estudiantes, padres y trabajadores de otros sectores.
También los artistas o escritores los visitan. Ernesto Sábato y el uruguayo Eduardo Galeano fueron algunos de los visitantes de la carpa blanca instalada frente al parlamento con un cartel enorme arriba que reza: "Maestros y profesores ayunando".
En la última entrega de premios de la crítica a los mejores programas de radio y televisión argentina en abril, los maestros fueron destacados una y otra vez por periodistas, artistas y locutores, quienes respaldaron sus reclamos al momento de recibir su galardón.
Muchos los critican o sospechan del rigor de su ayuno. Pero ellos siguen allí apostados, enrostrando a unos y otros su decisión de llegar hasta las últimas consecuencias por defender un ideal que está extinguiéndose por falta de nutrientes: la escuela pública argentina. (FIN/IPS/mv/ag/ip-ed/97
