La rendición de 50 rebeldes ante las autoridades de Sierra Leona esta semana significó un importante avance en un proceso de desarme lleno de contratiempos.
La rendición fue una de las mayores desde que se acordó el desarme de los rebeldes en el acuerdo de paz firmado en noviembre entre el Frente Revolucionario Unido (FRU) y el gobierno.
El grupo había peleado durante más de tres años en los densos bosques de las colinas Kangari, en Tonkolili, unos 250 kilómetros al norte de Freetown, y su rendición se debió tanto a la falta de liderazgo como al hambre.
"Por lo que nos concierne, la guerra terminó. No nos vemos muriendo en la selva sin un liderazgo definido o sin medios de sustento", declaró a la prensa el ex insurgente John Samura este miércoles.
Samura y sus colegas, muchos de ellos demacrados, fueron alojados en un hotel de Magburaka y recibieron alimentos, atención médica y vestimenta de agencias humanitarias y el Ministerio de Rehabilitación, Reconstrucción y Reasentamiento.
"Es la primera vez que las autoridades brindan esta bienvenida a rebeldes que se rindieron, y esto significa que el gobierno del presidente Ahmed Tejan Kabbah está comprometido con el proceso de paz", observó el analista militar Manso Turay.
Pero el gobierno necesita hacer más para estimular el desarme de los rebeldes, advirtió Turay. "El gobierno debería informar a las bases rebeldes que existe una amnistía y que hay planes para reintegrarlos a la sociedad civil", destacó.
Los ex insurgentes dijeron a la prensa que hasta los experimentados comandantes del FRU estaban pasando mal en la selva.
"Nos estamos muriendo de hambre sin esperanzas para el futuro. Nuestros líderes están separados y no estamos seguros de quien controla el movimiento. Sólo esperamos que el gobierno envíe cartas de amnistía a los miles que siguen en la lucha", dijo un ex combatiente.
Los comandantes rebeldes "están desilusionados con los líderes del FRU por haberlos abandonado. Creo que si el gobierno les envía un mensaje de amnistía y les promete trabajo, ellos se rendirán", agregó.
El acuerdo de paz firmado en Abidján, Costa de Marfil, corre un serio peligro desde el secuestro en marzo de tres integrantes del Comité para la Consolidación de la Paz (CCP), un organismo con representantes del FRU y el gobierno creado para orientar el proceso de pacificación.
Los secuestrados pertenecían al FRU y entre ellos se encontraba Philip Palmer, que se había proclamado como nuevo líder del grupo, en sustitución de Foday Sankoh.
Los tres fueron raptados por fuerzas leales a Sankoh mientras se hallaban en una misión para explicar los términos del acuerdo de paz a los contendientes. Desde entonces, sus captores insisten en que sólo liberarán a los cautivos si Sankoh consolida su poder en el FRU.
Sankoh afirmó desde Abuja, la capital de Nigeria, que los rehenes no sufrirán maltrato, aunque subrayó que éstos traicionaron al FRU al declarar que él ya no era el líder.
"Los tres son traidores que el gobierno de Freetown sobornó para que sabotearan a los que luchan desde la selva", afirmó, y advirtió que "sin Foday Sankoh no habrá paz". (FIN/IPS/tra-en/lf/kb/aq-ml/ip/97