Néstor Cerpa, el jefe del comando guerrillero que tomó la residencia del embajador de en Perú, era hasta que murió hoy el dirigente en libertad de más alto rango del grupo rebelde MRTA, pero no se trataba de un mando político, sino de un duro y avezado jefe militar.
Cerpa es el "comandante Huerta", el hombre que apenas iniciada la operación advirtió a una radioemisora peruana: "Para nosotros no existe el término rendición. Si el gobierno no cede, comenzaremos a ajusticiar a los prisioneros. O liberan a todos nuestros compañeros o aquí morimos todos."
Dos días después, luego de liberar a 38 rehenes y prometer que dejaría salir a muchos más si le permiten hablar por teléfono con el líder máximo de su partido, Víctor Polay, preso en la cárcel de Yanamayo, Cerpa emitió un segundo comunicado, con un nuevo tono y nuevos objetivos políticos.
En ese documento, Cerpa, conocido dentro de la organización guerrillera por el seudónimo Evaristo, sugiere la posibilidad de que el MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) abandone la lucha armada para convertirse en un partido legal.
El presidente Alberto Fujimori contestó con una salida a los medios de televisión y un mensaje muy escueto para los subversivos parapetados en la residencia del embajador japonés: primero deberían entregar sus armas y liberar a todos los rehenes con la garantía de que se les permitiría salir del país.
Entonces, Fujimori decía a quienes le consultaban al respecto que solo después de la rendición del comando guerrillero sería posible comenzar a conversar sobre las posibilidades de un acuerdo de paz. Después de 127 días, apeló a la solución militar.
Cerpa era respetado por sus compañeros por su coraje, experiencia y fría decisión, pero los analistas suponen que no participaba en las decisiones que fijan la línea de su partido, y que por eso pretendió hablar con Polay al comienzo del operativo.
"Es más un ejecutor de planes ajenos que inspirado creador de iniciativas", opinaba entonces el sociólogo Flavio Solorzano.
Al saber que fue Cerpa quien había dirigido la espectacular toma de la residencia del embajadador de Japón, Solórzano comentó: "Resolvió bien cómo entrar, pero imagino que tendrá dificultades para saber cómo salir". Así sucedió.
Unico dirigente de extracción obrera en una organización cuyos demás líderes son intelectuales, Cerpa era uno de los emblemas del MRTA porque participó en casi todas las acciones armadas de una organización marxista que preferiría reemplazar el símbolo de la hoz y martillo tradicional por una metralleta.
Nacido en agosto de 1953, se convirtió en insurgente después de dirigir, en 1978, la toma de la fábrica textil Cromotex. En la represión policial de esa acción murieron cuatro obreros.
Estuvo preso 10 meses y salió convencido que los procedimientos sindicales tradicionales eran muy estrechos para su temperamento. Por eso promovió y participó en sabotajes de empresas en conflicto con sus trabajadores.
Fue captado por un grupo de intelectuales de extracción socialdemócrata encabezados por el abogado Víctor Polay, quienes le invitaron a crear con ellos el MRTA, y participó en el primer operativo armado de la organización, el asalto a un banco.
Enviado por el MRTA, en 1885 Cerpa formó parte del "batallón América" una escuela de guerrilleros en acción que operaba en las selvas colombnianas y en donde se entrenaron insurgentes de varios países: Perú, Bolivia, Chile y Ecuador.
Cerpa, con el seudónimo de Evaristo, dirigió en 1987 una de las columnas del MRTA que tomó tres ciudades, una de ellas capital de provincia, en la selva nororiental del Marañon.
En los años siguientes intervino o dirigió varios secuestros de empresarios para obtener recursos destinados a la caja del partido, y se supone que organizó el secuestro del ex ministro y empresario boliviano Samuel Doria.
Cerpa fue, junto con Fujimori, uno de los dos protagonistas centrales del episodio político más grave en Perú, que involucró también a casi 20 países, cuyos embajadores en Lima fueron convertidos en sus rehenes por el audaz golpe de mano que dirigió el martes 17 de diciembre.
Entre los rehenes capturados estuvieron también el canciller de Perú, Francisco Tudela, el ministro de Agricultura, varios parlamentarios, jueces de la Corte Suprema y numerosos militares y policías, incluyendo entre estos al Jefe de la Dirección contra el terrorismo, el general Máximo Rivera Díaz.
Con ellos en la mano, Cerpa supuso que obligaría al presidente Alberto Fujimori a liberar a los 458 emerretistas presos, entre dirigentes y cuadros de base, pero no pudo doblegar al mandatario.
Fujimori calculó que el MRTA no es una organización capaz de fusilar embajadores. Cerpa pensó que la presencia de diplomáticos extranjeros y la presión de la opinión pública local impedirían al gobernante intentar un rescate que podría desembocar en una matanza.
Pero eso fue cierto hasta que transcurrieron 127 días desde la toma de la residencia del embajador de Japón.
Al principio, Fujimori demostró a Cerpa que en la sede diplomática era tan prisionero como sus rehenes, y lo hizo mediante calculados silencios y técnicas de desgaste.
La propuesta implícita de Cerpa, que el MRTA se rinda y abandone la lucha armada para convertirse en un partido legal, recogía experiencias de algunos de los partidos ex guerrilleros de América Latina. (FIN/IPS/al/jc-mj/ip/97