"Nos jodimos, nos jodimos", gritaba el jefe guerrillero Néstor Cerpa, según una versión periodística, después de la primera explosion en el primer piso de la embajada de Japón en Perú, mientras subía la escalera hacia la segunda planta, descalzo, con ropa deportiva y un fusil en las manos.
Según la version oficial, casi todos los guerrilleros que estaban en la recepción de la sede diplomática jugando al fútbol cuando fueron sorprendidos por el fulminante ataque militar fueron muertos por la explosion inicial, lo que permite suponer que sus cuerpos deben estar despedazados.
Esa misma versión permite presumir que los miembros del comando del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) que no perecieron en esa explosión deben tener heridas de bala.
Cerpa fue abatido en la escalera junto a uno de sus hombres, y sus cadáveres son los únicos que han sido exhibidos hasta ahora por el gobierno de Alberto Fujimori, a través de un video distribuido a la televisión local.
El hecho de que hayan resultado muertos dos oficiales del ejército y quedaran heridos una docena de soldados sugiere que, al menos en el primer momento, los insurgentes ofrecieron respuesta armada a sus atacantes.
Tras el impacto causado por la operación militar para rescatar a los 72 rehenes que se encontraban cautivos en la embajada de Japón desde el 17 de diciembre, comienza a prestarse atención a la conducta postrera de los guerrilleros y la de quienes los aniquilaron.
Según la versión difundida por el diario opositor La Republica de Lima, que la atribuye a un no identificado agente de inteligencia a cargo de un puesto de escucha electrónica, al menos una de las guerrilleras se rindió antes de ser abatida.
Por otro lado, los mensajes políticos del MRTA que llegan a los correos electrónicos de los periodistas y organizaciones no gubernamentales desde Europa y Estados Unidos denuncian el presunto asesinato de los guerrilleros, pero afirman también que estos combatieron hasta morir.
Fujimori dijo en rueda de prensa al día siguiente del asalto a la embajada que no se dio orden de exterminar a los guerrilleros, pero que fueron muertos porque estaban armados y no se podía rescatar a los cautivos sin dispararles.
Entre tanto, la mayoría de los peruanos consultados por la prensa tienden a ignorar en sus respuestas la muerte de los 14 guerrilleros y sólo lamentan el deceso de un rehén y dos oficiales del ejército.
En Lima, la opinión mayoritaria es que los miembros del MRTA presentaron combate y fueron exterminados por soldados que no tenían interés en dejarlos vivos.
Ninguno de los 71 rehenes rescatados con vida, entre los que se encuentra el sacerdote católico Juan Julio Witch, bien considerado en medios izquierdistas peruanos, ha dicho hasta ahora nada que respalde la versión sobre la ejecución de los guerrilleros.
Witch, uno de los asistentes a la recepción en la sede diplomática japonesa interrumpida por el secuestro masivo, fue liberado en diciembre por los guerrilleros, pero prefirió quedarse en cautiverio para asistir a los rehenes y sus captores.
La acusación sobre un fusilamiento, que podría empañar el éxito logrado por Fujimori con el espectacular rescate militar de los rehenes, aún no ha cobrado fuerza en la opinión pública peruana.
Pero podría convertirse en un problema político si los familiares de los guerrilleros muertos encuentran heridas sospechosas en sus cadáveres o si el gobierno se niega a entregarles sus cuerpos. (FIN/IPS/al/ag/ip/97