La Semana Santa no trajo la solución pacífica que la opinión pública peruana esperaba en la crisis de la embajada de Japón, iniciada hace 105 días cuando un comando guerrillero asaltó la sede diplomática y tomó decenas de rehenes.
El "milagro" no se produjo y el optimismo se desvaneció al igual que hace tres meses se quebraron las expectativas de Navidad.
Este lunes, los miembros de la Comisión de Garantes, conformada por representantes del Vaticano, Canadá y la Cruz Roja Internacional, y el observador del gobierno japonés, salieron de una reunión con el presidente Alberto Fujimori con gesto adusto, rehusando comentar lo conversado.
Sólo se supo que la Comisión seguirá "por un tiempo" conversando por separado con Fujimori y con Néstor Cerpa, lóder del comando del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru que tomó la embajada el 17 de diciembre.
Ello significa que siguen rotos los puentes de comunicación directa entre el gobierno y los insurgentes, que se abrieron en febrero y se interrumpieron en marzo.
Los guerrilleros exigen que el gobierno ponga en libertad a los 450 militantes del MRTA presos, pero sólo han conseguido que el mandatario les ofrezca no apresarlos a ellos y dejarlos salir del país.
"La expectativa en un milagro por intervención divina podría interpretarse como una extendida falta de confianza en la posibilidad de que los contendientes, el gobierno y los insurgentes, encuentren una solución racional", expresa la analista Marta Rondón.
Añade que la opinión pública nacional se encuentra tan atrapada como los protagonistas, pues según una encuesta revelada este martes nueve de cada 10 peruanos se oponen a un canje de presos por rehenes, pero al mismo tiempo ocho de cada 10 rechazan la idea de liberarlos por la fuerza.
Según Rondon, los resultados de esa encuesta revelan también una intensa necesidad popular de paz. "El rechazo al canje se explica porque los guerrilleros que tienen cautivos a los 72 rehenes dicen que quieren obtener la libertad de sus compañeros para proseguir la guerra", señala.
"El optimismo no tenía más sustento que la esperanza ingenua en la eficacia de las rogativas públicas y oraciones de los obispos de la Iglesia Católica, y en la idea de que Cerpa aprovecharía la oportunidad de hacer un gesto conciliador", comentó el periodista Lino Montes.
"Esa esperanza no tenia asidero, pues, por el contrario, las duras declaraciones de los protagonistas principales revelaban en los días previos a la Semana Santa que no hay solución pacífica a la vista", destaca a su vez la socióloga Imelda Vega.
Vega reconoce que la salida a la crisis parece ahora más distante que en febrero, cuando comenzaron las conversaciones entre el gobierno de Fujimori y Cerpa.
"Algunos analistas suponían que Cerpa aprovecharía la oportunidad religiosa para liberar a los rehenes y exilarse, convirtiendo en un triunfo político una solución táctica a una situación irresoluble ", explica Vega.
Cerpa es el único dirigente importante del MRTA aun en libertad, y se supone que están con él en la embajada japonesa sus más calificados combatientes, de modo que el rescate militar de los rehenes, que concluiría en un desenlace sangriento, afectaría gravemente al movimiento insurgente.
En opinión de Carlos Tapia, experto en temas de insurgencia, Cerpa tendría que ser convencido de que ya obtuvo los máximos dividendos posibles en su situación, "porque demostró que el gobierno no tenía razón cuando aseguraba que el MRTA había sido totalmente aplastado".
Tapia, al igual que dirigentes de izquierda como el congresista Javier Diez Canseco, considera que una solución política definitiva consistiría en la firma de un pacto de paz que permita que el MRTA abandone la lucha armada y se convierta en un partido popular de acción legal.
Pero en ninguna de las múltiples oportunidades en las que Cerpa ha concedido declaraciones a la prensa a través del radiotransmisor que le proporcionó una cadena japonesa de televisión, ha insinuado disposición a arribar a un acuerdo de ese tipo.
Por el contrario, en la madrugada del sábado último, los insurgentes desplegaron en el techo de la embajada un cartel que proclamaba: "aquí nadie se rinde, carajo". (FIN/IPS/al/dg/ip/97