PALESTINA: El deliberado fin de la paz en Jerusalén

El ataque suicida con bomba contra un café callejero en Tel Aviv el mes pasado fue el primero en más de un año, un período de paz sin precedentes debido en parte a los esfuerzos del presidente de Palestina, Yasser Arafat.

Israel no había experimentado un período tan largo sin esta clase de acción de Hamas u otras organizaciones similares; y ciertamente las fuerzas de seguridad de Israel no lograron igualar el esfuerzo de Arafat para evitarla.

Israel no tenía más opción que tomar parte en el proceso de paz para ofrecer real seguridad a su población. Desde la firma, hace tres años, Arafat hizo lo mejor que pudo para implementar su parte del Acuerdo de Oslo y hacer posibles para Israel esta paz y seguridad.

Pero el punto central del acuerdo, y el prerrequisito para la cooperación de su pueblo, es, como siempre lo fue, la tierra por la paz.

Oslo, y las obligaciones que determinó para Arafat como garante de la seguridad de Israel, situaron al líder palestino en una posición difícil, forzándolo a actuar directamente contra organizaciones cercanas que se oponían a las negociaciones con los israelíes.

Estas organzaciones hicieron todo lo que estaba a su alcance para socavar el acuerdo de Oslo y se volvieron contra la Autoridad Palestina, y contra Israel.

Arafat tenía una doble tarea: luchar contra estos grupos para protegerse a sí mismo y a la Autoridad Palestina, y también para garantizar la seguridad de Israel, en particular contra Hamas, una organización popular capaz de apelar a un grupo de jóvenes dispuestos a ofrecer sus vidas por la causa.

Para facilitar la tarea que le asignaron los israelíes, Arafat intentó ganarse a los críticos de Oslo y marginar a activistas que no habían sido convertidos a la posición de que la paz era la única solución. A la vez, se volcó contra los radicales islámicos e interrumpió su infraestructura organzativa.

El éxito de esta política dio sus frutos, y por más de un año no hubo ataques contra Israel.

Arafat comprende que no tiene otra opción que presionar para seguir adelante con el proceso de paz. Pero, evidentemente, esta no es la creencia del gobierno de Israel.

El mes pasado, Israel siguió otro camino, reviviendo la política de programas de construcción de asentamientos y ofreciendo liberar un magro dos por ciento de Cisjordania ocupada, frente a lo que se había acordado previamente con los palestinos.

La decisión del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, de construir un nuevo asentamiento (Har Homa) en Jabal Abu Ghneim, y la decisión de entregar un porcentaje mínimo de tierra, dejaron a Arafat a en la desesperación.

El líder palestino visitó capitales del mundo y telefoneó a las restantes, luego convocó a sus aliados a una reunión especial en Gaza, para confirmar la condena internacional de Netanyahu y sus políticas.

Netanyahu se mantuvo inamovible y desafiante. Aplicando la peculiar lógica de que Oslo era el mecanismo apropiado para solucionar los problemas, declaró la reunión de gaza como una violación de sus términos.

Esta dinámica no tuvo en cuenta que Netanyahu estaba creando problemas, mediante los llamados "actos en el terreno" en Jerusalén oriental árabe y sus acciones unilaterales en áreas aún no abiertas a la negociación, acciones que Oslo prohibía específicamente.

Además de destruir el mecanismo de 'solución de problemas' de Oslo, Netanyahu dejó caer un fait accompli ante Arafat. Este fue el claro mensaje de que renunciara a su elección, que los palestinos vivieran según Israel determinara los hechos.

Todos los esfuerzos de Arafat fueron en vano. Hamas reapareció para asumir el desafío.

El mayor desafío es Jerusalén. Sitio sagrado de las tres más grandes religiones monoteístas del mundo, la ciudad ha sido testigo de años de batallas y ha tenido docenas de gobernantes. Cada centímetro cuadrado es objeto de disputa.

Cuando el acuerdo de Olso fue firmado, ambas partes pospusieron las negociaciones sobre Jerusalén hasta las etapas finales del proceso, para dar a ambas partes la posiblidad de comprender el concepto de la paz y la coexistencia, tras años de guerra y separación.

Pero el proceso de 'judaización' de la ciudad que comenzó el día que fue capturada por las fuerzas israelíes en 1967 no se detuvo tras la firma de Oslo, y aceleró su ritmo una vez que Netanyahu llegó al poder.

Los habitantes palestinos de Jerusalén fueron bombardeados por un asalto burocrático diseñado para alejarlos de sus hogares. Debieron presentar ante rigurosas inspecciones documentos sobre el pago de impuestos, y también se vigilaron los documentos de rentas, identidad y contratos.

Cada imperfecto en los papeles fue explotado como motivo para negar el derecho a la residencia. Todos aquellos obligados a estar fuera por más de un año, por razones de trabajo, estudio, razones médicas o recién casados, perdieron su derecho a la residencia.

Grupos fundamentalistas judíos utilizaron leyes favorables para reescribir la propiedad de propiedades palestinas. Otros atropellaron a los analfabetos o poco educados con textos legales, acudiendo en algunos casos a documentos falsos para expulsar a residentes árabes de sus hogares en la Ciudad Vieja.

La ciudad fue inundada con tropas. Los controles de documentos al azar, las insepcciones puerta a puerta, y la aguda opresión compartida día y noche con las fuerzas del ejército israelí volvieron insoportable la vida en la ciudad.

Los negocios comunes se vieron sin mercancías ni comercio. Miles de palestinos fueron expulsados de la ciudad en que nacieron por el simple expediente de confiscación de sus documentos de identidad.

Esto fue seguido por el desafío presentado por la orden de Netanyahu de abrir un túnel bajo el lugar más sagrado de la ciudad, la Mezquita de Al-Aqsa, el cual tuvo por respuesta fuerte violencia.

Finalmente, el gobierno de Netanyahu decidió construir 6.000 viviendas para judíos en el barrio árabe Jabal Abu Ghneim. En términos demográficos, esa resolución equivale a aumentar en 30.000 personas la población judía de Jerusalén oriental.

Israel anexó luego de Jerusalén Oriental en 1967 una gran zona de Cisjordania alrededor de esa área, en la que ubicó las fronteras de lo que consideró la Jerusalén "unida".

En desafío a las iniciativas de paz encabezadas por Estados Unidos en 1969, Israel comenzó a construir en Jerusalén oriental, con la intención de rodear la ciudad con viviendas y asentamientos.

Impávidos ante la resolución 298 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 1971, que procuró impedir su redefinición unilateral de territorio, los israelíes construyeron un nuevo edificio para la Universidad Hebrea y el Hospital Hadasse en el monte Scopus, en el noreste de la Ciudad Vieja.

Luego, se instalaron los asentamiento Ramat Allon, Nave Yakov y Gilo en el noroeste.

Israel, además, prohibió a los palestinos realizar construcciones en el 50 por ciento de territorio palestino en el área de Jerusalén.

Otras zonas fueron expropiadas para construir caminos y edificios del gobierno. El resultado final fue que, desde 1967, se levantaron 38.000 viviendas para judíos y apenas 555 para palestinos en Jerusalén oriental.

La última decisión respecto de Jabal Abu Ghneim tiene el único objetivo de rescindir de lo fundamental del acuerdo negociado entre el negociador palestino Mahmoud Abbas y el israelí Yossi Beilen, que consistía en el establecimiento de un estado palestino cuya capital sería parte de Jerusalén.

Netanyahu procura fragmentar ese futuro estado al instalar asentamientos y carreteras que lo surcan. Esta estrategia es preocupante para los residentes de Cisjordania y Gaza a quienes se niega el acceso a Jerusalén, pero la partición de la ciudad sagrada no consta en la agenda del primer ministro israelí.

La aceptación de esta estrategia tampoco está en la agenda de los palestinos, quienes insisten en su derecho sobre Jerusalén y en que no habrá paz sin un compromiso sobre los límites históricos de la ciudad.

Solo puede ponerse en duda la cantidad de sangre que se derramará antes de que el gobierno de Israel reconozca este hecho.

(*) El periodista palestino y productor de televisión Yousef Ahmed fue representante de Amnistía Internacional en Gaza y corresponsal de IPS. (FIN/IPS/tra-en/ya/rj/lp-mj/ip/97

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe