A 78 años de la muerte del líder revolucionario mexicano Emiliano Zapata, varios de sus descendientes no tienen tierras donde cultivar, están enfermos o inmigraron ilegalmente a Estados Unidos.
Mientras, las demandas que animaron la lucha de quien en su tiempo fue considerado "bandolero", siguen causando controversia y dividen a los que dicen seguirlo.
Repitiendo el ritual anual de homenaje, el gobierno entregó este jueves títulos de tierra a campesinos y recordó al líder – asesinado el 10 de abril de 1919- con encendidos discursos, en tanto grupos indígenas realizaron marchas y la guerrilla zapatista del estado de Chiapas organizó un acto privado.
Para el gobierno, la lucha por el reparto de la tierra, bandera principal de Zapata, permitió acercar la justicia a las zonas rurales, donde reconoce que susbsiten problemas pero también "un continuo progreso".
Para la guerrilla, los indígenas y grupos opositores, en el campo mexicano, donde se concentra 75 por ciento de la pobreza extrema del país, reina la injusticia. Además sostienen que la democracia y la libertad por las que luchó Zapata aún no tienen vigencia.
Junto a Francisco Villa, Zapata, un campesino de escasa educación, fue figura central en una revolución conquistada en las primeras dos décadas del siglo.
Lejos de las diferencias políticas desnudadas con la conmemoración de su muerte, varios de los descendientes del líder aprovecharon la fecha para informar sobre sus problemas y reclamar justicia.
A sus 82 años y víctima de la negligencia médica, Diego Zapata, uno de los tres hijos que tuvo el dirigente revolucionario, se debate hoy entre la vida y la muerte.
Amigos y parientes de Diego acusaron esta semana a los médicos del Instituto del Seguro Social de haber privado durante cinco días de atención especializada al paciente a pesar de que mostraba claros signos de embolia cerebral.
El drama también afecta a los nietos de Zapata -Emiliano y Eufemio- quienes viven en el estado de Morelos al igual que lo hizo su abuelo. No tienen tierras, rentan parcelas y se quejan de que el gobierno les niega créditos.
Tres de los siete hijos de Emiliano, nieto del ahora llamado "héroe", cruzaron ilegalmente la frontera con Estados Unidos en 1994 en busca de trabajo. Dos fueron deportados en diciembre pasado.
"Se fueron de 'mojados' porque aquí no hay tierra ni trabajo, la crisis nos pega muy fuerte", dijo el descendiente de quien luchó por expropiar las grandes haciendas para que fueran repartidas entre los campesinos pobres.
"Lo único que me queda es seguir respetando el honor de mi abuelo y de mi padre y no caer en los vicios de mis tíos -Mateo, Ana y Diego-, quienes utilizan su nombre para tener beneficios", anadió.
Según cifras oficiales, 70 por ciento de quienes viven actualmente en la tierra natal de Zapata enfrentan niveles de marginación "alta y mediana".
En Morelos, estado vecino a la capital donde los revolucionarios gestaron su guerra de guerrillas, apenas 15 por ciento de la población vive en áreas rurales.
En esas tierras, ex presidentes, artistas y políticos de alto nivel tienen lujosas casas de descanso y los restaurantes y hoteles de todo tipo se imponen en un paisaje que antes fue de guerra.
La Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas denunció que en Morelos y en otros estados del país, especialmente Chiapas, Guerrero y Oaxaca -los de mayor presencia indígena- existen alrededor de 10.000 expedientes irresueltos sobre disputa de tierras.
A 78 años de la muerte de Zapata, la situación en el campo sigue siendo grave, pues aún prima la injusticia y la marginación, sostuvo Genaro Domínguez, portavoz de la Coordinadora Nacional de Pueblos Indios.
Estudios privados sostienen que el campo mexicano vive un retraso de tres décadas respecto al crecimiento poblacional y que en la última década bajó la producción de granos, carnes y lácteos en niveles de hasta 46 por ciento.
Mientras reine la injusticia, para los campesinos e indígenas "Zapata seguirá cabalgando", señaló Domínguez. (FIN/IPS/dc/dg/ip- pr/97)