El materialismo y el consumismo se han instalado en la próspera sociedad de Malasia, que gradualmente pierde su identidad cultural y su valoración de la simplicidad y el trabajo duro, de acuerdo con sociólogos.
Mucho antes de vencer el plazo autoimpuesto para la transformación de Malasia en un país industrializado, la cultura consumista ya se instaló en la floreciente clase media, independientemente del origen étnico.
Pareciera que los nuevos ricos malasios no pueden esperar 23 años para alcanzar el nivel de vida de los escandinavos, como lo prometió el primer ministro Mahathir Mohamad al lanzar su programa "Visión 2020".
Otros "tigres" del sudeste asiático como Singapur, Tailandia e Indonesia presentan tendencias similares, pero la economía de Malasia es una de las de más rápido crecimiento (ocho por ciento anual) y el consumismo en este país es mayor.
Las señales de riqueza son visibles en toda la capital: elegantes chalets con hasta seis automóviles estacionados en el camino de entrada, piscinas y enormes jardines con cascadas de agua en el fondo.
Por dentro, las casas tienen accesorios importados y muebles suntuosos que testifican la reciente riqueza de los propietarios. Los adornos anuncian a la sociedad que los propietarios "llegaron".
Algunos nuevos ricos prefieren vivir en hermosas casas campestres, lejos de la congestión y la contaminación de Kuala Lumpur. En este caso, el ascenso social está marcado por la afiliación a exclusivos clubes de campo y las frecuentes vacaciones en Europa, Australia o Disneylandia.
Las ventas de costosos automóviles europeos también se dispararon. Típicamente, un alto ejecutivo exitoso tiene un Mercedes Benz, y un profesional triunfante, un BMW.
Mientras, miembros de la clase media y alta se pelean por acciones de cualquier compañía a punto de iniciar actividades y las venden posteriormente, logrando buenas ganancias. Otros invierten en propiedades en Gran Bretaña o Australia.
Los sociólogos están preocupados por esta tendencia. "Los malasios estamos pasando por una etapa de materialismo, y nuestro modelo de desarrollo parece centrado más en los bienes de consumo que en las personas", observó la analista social Jubal Lourdes.
Aun el gobierno se ha vuelto bastante manirroto. Actualmente está construyendo el edificio más alto del mundo en Kuala Lumpur, una represa de 3.000 millones de dólares en Sarawak, y una nueva capital al sur de la actual, que se conectará con ésta por un "supercorredor de la información".
Todo esto podría interpretarse como el resultado de un gobierno visionario y una prueba de que un país del Tercer Mundo puede autoimpulsarse hacia la industrialización. Pero en medio de la prosperidad, falta un ingrediente clave.
En general se cree que todos los malasios pueden hacerse ricos rápidamente a medida que el país prospera, pero lo preocupante es la creencia de que esa riqueza puede adquirirse sin trabajo, mediante la especulación financiera, buenas inversiones, o el uso de conexiones adecuadas para lograr negocios convenientes.
Sin embargo, no todos los malasios son ricos. "La presión sobre la clase media baja por mantenerse en la carrera hacia la riqueza es tanta que origina todo tipo de vicios, especialmente la corrupción. Hay gente que llega a vender el alma para hacer dinero", observó Lourdes.
Además, la brecha entre ricos y pobres amenaza con ampliarse. El 40 por ciento más pobre de la población tiene acceso únicamente a 13 por ciento de los ingresos nacionales, según el informe 1996 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Aunque la inflación parece controlada a un nivel de 3 o 4 por ciento anual, el aumento en los precios de los alimentos y la vivienda afecta particularmente a los más pobres.
Todavía hay numerosos asentamientos precarios en zonas urbanas, y se necesita con suma urgencia cientos de miles de viviendas de bajo costo.
Muchos sociólogos opinan que los malasios están perdiendo su identidad cultural y su capacidad de crear y tener una visión crítica de los hechos.
Quizá se trata del vacío inherente al materialismo, o de la incapacidad de la riqueza en sí misma para satisfacer las más profundas aspiraciones de la sociedad. Muchos malasios recurren a la religión para buscarle un significado a sus vidas.
"El sistema de valores materialistas se ha instalado en nuestra cultura, que solía valorar la simplicidad y el trabajo duro. Lo triste es que la nación está perdiendo el coraje y las ganas de ser diferente", opinó Lourdes. (FIN/IPS/tra- en/ann/kd/ml/dv-pr/97