Quizá nada sea tan sintomático de la ambivalente aspiración de Indochina a lograr el crecimiento económico mediante políticas de libre mercado como la cantidad de casinos que se instalan en la región.
Tal vez tantos decenios de guerras hayan imbuido a los pueblos de Birmania, Camboya, Laos y Vietnam una actitud cuidadosa frente a la vida. Tal vez, por ese mismo motivo, pretendan tomar un atajo hacia la prosperidad.
Los casinos, tanto pequeños como de gran porte, se instalan en todo el territorio de esos países con más rapidez que las fábricas, para aprovechar que las leyes de Tailandia prohiben el juego y que los ciudadanos de esa nación son grandes apostadores.
Los gobiernos advirtieron a comienzos de 1995 que el juego podía ser una fuente de ingresos apreciable para equilibrar sus precarios presupuestos.
Los casinos de la frontera de Malasia con Tailandia fueron la vanguardia en esta tendencia. Los apostadores son, en su mayoría, tailandeses ricos.
El Departamento de Economía de la Universidad de Chulalongkorn en Bangkok estimó que los tailandeses gastan cada año alrededor de 1.000 millones de dólares en apuestas fuera de su país.
Los gobiernos de Indochina concedieron licencias para que inversores extranjeros instalaran casinos con el fin de atraer jugadores fuertes de Tailandia y otros países del sudeste de Asia.
Informes oficiales indican que la junta militar que gobierna Birmania, el Consejo de Restauración de la Ley y el Orden del Estado (CRLOE), prevé que el ingreso de turistas se duplicará de 110.000 en 1994 a 200.000 en 1997.
Este año, precisamente, se desarrolla la campaña "Visite Myanmar", nombre que la dictadura impuso al país.
Aunque sabían que eso ocasionaría conflictos con minorías étnicas, el régimen promocionó en todo el mundo las 300 islas Andaman, cerca del sur de Tailandia, como el mejor lugar imaginable para los apostadores.
El primer hotel casino, Andaman Club, pertenece a un empresario tailandés y su éxito lo convirtió en el modelo de otros centros turísticos similares en el mismo archipiélago.
La compañía planea ampliar sus actividades a dos otras islas cercanas. Por su parte, la compañía Malaysian Atlantic Outline Capital negocia su asociación con una empresa china para construir allí otro casino hotel.
Pero el éxito del Andaman Club no garantiza que otros similares sean exitosos. Además, otros proyectos previos fracasaron.
El CRLOE pretende conceder aun más licencias, pero algunos empresarios rechazaron la idea debido a la volátil situación política, la poca claridad de las leyes sobre inversiones y los boicots dispuestos por activistas humanitarios contra cualquier actividad que beneficie al régimen.
"Casi ninguna institución financiera desea respaldar proyectos en Birmania porque no están seguros de las políticas del CRLOE", dijo Manoon Piyasawat, director gerente de la compañía tailandesa Cara Star, fabricante de materiales de construcción.
Camboya, que también tiene frontera con Tailandia, también pretende impulsar la industria del juego. El ministro de Turismo, Veng Sereyvuth, dijo que esa actividad contribuiría a alcanzar la meta de un millón de turistas al año en el 2000.
Pero el país quizás deba reconsiderar sus planes, pues algunos proyectos se enlentecieron.
El Grupo Ariston, de Malasia, obtuvo su licencia para desarrollar en Sihanoukville, ciudad célebre por sus playas, un centro turístico con un hotel casino que costaría 100 millones de dólares. Pero la construcción, cuya conclusión estaba prevista para este año, no comenzó a tiempo.
También se planea ofrecer licencias para una tienda libre de impuestos de 1.300 metros cuadrados, un casino de tres pisos y 27 chalets para turistas en la provincia de Koh Kong, en el rincón suroccidental de Camboya.
"La mayoría de los turistas apostadores tailandeses son de mediana edad y aman la buena comida, los hoteles de lujo y salir de compras. Si los casinos de la frontera no ofrecen eso, será difícil que sobrevivan", dijo un agente de excursiones en Bangkok.
El costo de la vida para los 110.000 habitantes de Koh Kong, aunque la afluencia de turistas aún no se nota, ya aumentó.
El gobierno de Vietnam autorizó la construcción de un complejo turístico y comercial, pero los gerentes tailandeses no lograron lo que habían previsto y, en su lugar, abrieron un "salón de entretenimientos" que se utiliza para apuestas desde enero de 1996.
Como en cualquier país de Indochina, solo quienes posean pasaporte extranjero son admitidos en los dos casinos legales en Phnom Penh.
Pero "es imposible afirmar que solo los extranjeros pueden apostar", según un empresario tailandés que pidió reserva sobre su identidad. "¿Cómo impedir que los vietnamitas vayan al casino?", preguntó.
El auge de los casinos en Indochina también produjo un aumento de la criminalidad. Las autoridades lo atribuyen a los juegos en clubes ilegales, una tendencia que acompaña el florecimiento de establecimientos legales.
El general Charan Kunlawanit, secretario general del Consejo de Seguridad Nacional de Tailandia, dijo que los ciudadanos de su país tienen derecho a viajar al extranjero a apostar, pero aclaró que si los países que los reciben sufren más delitos, las acciones corresponden a sus respectivas autoridades.
En enero, el parlamento de Camboya dispuso penas de hasta cinco años de prisión contra los propietarios de clubes de juego ilegal o los funcionarios del gobierno que eventualmente los protejan. (FIN/IPS/tra-en/pd/kd/js/mj/dv/97