Hong Kong ha sido a lo largo de su historia un refugio para quienes huían de China. Pero ahora, cuando falta poco para que la colonia británica sea devuelta al gigante asiático, los chinos que llegan en grandes contingentes generan temor y prejuicio.
Más de 40.000 chinos inmigraron de forma legal a Hong Kong el año pasado y 27.000 el anterior. Casi 570.000 personas figuran en la lista de espera para ingresar al territorio, según la Oficina de Seguridad Pública de la limítrofe provincia china de Guangdong.
El sistema de cuotas adoptado en 1983 permite a 150 chinos, 45 de ellos hijos de residentes legales de Hong Kong, obtener permiso para ingresar al enclave cada día. Pero más de 1.000 niños se saltearon la cola de forma clandestina en los primeros tres meses de 1997.
Otros 4.000 adultos fueron detenidos en el camino en esos tres meses, entre ellas 18 mujeres embarazadas que procuraban tener a sus hijos en los modernos hospitales de Hong Kong. Muchos de ellos son conducidos por "cabezas de víbora" u otras bandas criminales especializadas en tráfico humano.
Dos millones de chinos visitaron el territorio el año pasado, de los cuales 28.000, entre ellos prostitutas, permanecieron más de los seis meses que les permitían sus visados.
El gobierno de Hong Kong prevé que la población del enclave crecerá de sus actuales 6,3 millones de personas a ocho millones en 15 años. Se trata de una perspectiva pesadillesca para una de las ciudades más densas del mundo.
Y la actitud de la población local comenzó a cambiar, a pesar de que muchos tienen familiares en China.
La brecha entre la saludable economía capitalista urbana de Hong Kong y la situación de China como país en desarrollo se refleja en las grandes diferencias de hábitos, valores y hasta de lenguaje entre ambas poblaciones.
Hace apenas dos años, los pobladores de Hong Kong se quejaban de los "balseros" vietnamitas que recibían asilo en el enclave mientras los chinos sufrían la deportación. Del mismo modo, unos 140.000 trabajadoras domésticas filipinas fueron admitidas en la colonia, lo que se prohibía a las chinas.
Había cierta compasión debido a la gran cantidad de familias divididas entre Hong Kong y China que debían esperar hasta 10 años para reunirse.
Sin embargo, los programas de radio se ven inundados hoy de llamadas telefónicas de residentes de Hong Kong temerosos de que la inmigración china se conviertan en una sangría para los escasos recursos en materia de vivienda, educación y bienestar social. La compasión está en decadencia.
Una guardería infantil sufrío hace pocas semanas un brote de tuberculosis del que fueron "culpados" los niños chinos, aunque las autoridades sanitarias del enclave negaron esa posibilidad.
Aquéllos que temen más la invasión china son los obreros industriales de Hong Kong, quienes advierten un riesgo para sus puestos de trabajo, si bien los estudiantes y graduados universitarios también prevén una mayor competencia.
China tiene una población de 1.200 millones de personas, y muchas de las mentes más brillantes del país sueñan con ingresar al enclave.
Nancy Law, del Departamento de Educación de la Universidad de Hong Kong, ha reclamado al gobierno mejoras en la enseñanza de ciencias en las escuelas primarias.
"Después de la entrega, competiremos con los recursos humanos de China, un gran país. Hay montañas de gente calificada en China. Si no preparamos a nuestros jóvenes para afrontar este desafío, les estaremos fallando", dijo Law.
"Estoy segura de que los nuevos inmigrantes nos sacarán muchos platos de arroz", sostuvo, por su parte, Elizabeth Tang, de la Confederación de Sindicatos de Hong Kong. Muchos chinos están dispuestos a trabajar por salarios más bajos, aseguró.
No es ésta la primera ola de migración de China a Hong Kong.
Alrededor del triunfo comunista en 1949, 1,7 millones de personas escaparon a la colonia en apenas dos años, lo que aumentó la población del territorio de 600.000 a 2,3 millones. Otro millón huyeron de las hambrunas de los años 50 y de la anarquía de la "Revolución Cultural" en los 60 y los 70.
Pero las características de los inmigrantes chinos cambió. Entonces, los físicamente aptos eran quienes enfrentaban los riesgos del viaje a través de las montañas o las aguas infestadas de tiburones del mar de China del Sur.
Las investigaciones del gobierno revelan que más de la mitad de los inmigrantes que ingresaron a Hong Kong en los últimos cinco años eran niños de menos de 15 de edad. Buena parte de los adultos eran mujeres que se reunirían con sus maridos, obreros industriales. Algunos procedían de la China rural.
Las anteriores olas migratorias eran de menor magnitud, de personas más pobres que procuraban insertarse en una economía de rápido crecimiento impulsada por una industria que requería mano de obra barata.
Pero los nuevos inmigrantes deben sumergirse en barriadas densamente pobladas del viejo casco urbano y competir por trabajos en un sector manufacturero en decadencia. Se ven en lo más bajo de la pirámide de una sociedad opulenta, pero con una gran brecha entre ricos y pobres.
Los aumentos de gastos sociales para ayudar en la inserción de los nuevos inmigrantes es considerada por muchos pobladores de la colonia un desvío de recursos.
Los sentimientos de superioridad de los ciudadanos de Hong Kong frente a los chinos no son nada nuevo. La Sociedad de Psicología del enclave reveló el mes pasado que más de la mitad de los residentes del enclave consideran que los chinos son ignorantes, brutos y sucios.
Apenas 27 por ciento tenían algo bueno para decir de los nuevos inmigrantes, entre otras cosas que eran trabajadores, ambiciosos y parcos.
Chiu Chi-yue, profesor de psicología de la Universidad de Hong Kong, dijo que las diferencias entre los residentes y los nuevos inmigrantes podría ampliarse si se continúa considerando intrusos a los recién llegados.
"Es muy claro que muchos nacidos en Hong Kong no quiere a los chinos y los suponen inferiores", explicó Chiu.
Lo que es nuevo es el temor a una "invasión". Treinta nuevas escuelas están en construcción en Hong Kong para recibir a los niños que llegarán en los próximos años. Los planes de contingencia prevén un máximo de 7.000 ingresos al mes en una eventual situación de crisis.
Un análisis de riesgo que el gobierno de Hong Kong intentó mantener en secreto reveló que los rumores de una amnistía migratoria en Hong Kong en junio de 1987 llevó a más de 40.000 personas a concentrarse en la frontera del enclave.
La mayoría de ellos fueron obligados a retornar a China por la policía de la provincia de Guangdong. "El incidente demostró que un flujo masivo es posible y puede desatarse en cuestión de días", según el documento.
Unos 150.000 trabajadores emigrantes llegaron en un solo día a Guangzhou, la capital de Guangdong, provincia más rica que el resto del territorio de China. "Esa es la gente que podría intentar un ingreso a Hong Kong", opinó un funcionario.
Beijing anunció medidas de seguridad de su lado de la "frontera" para frenar la migración, pero concentradas en los pocos días previos y posteriores a los festejos del 1 de julio, cuando el presidente Jiang Zemin y otros altos funcionarios chinos estén en Hong Kong.
Muchos pobladores de la provincia de Shenzhen, del lado chino de la "frontera", han sido amenazados con la expulsión si no tienen sus documentos de residencia al día.
La policía militar china sustituyó a los funcionarios civiles de los ferrocarriles chinos en la revisación de documentos de todos aquéllos que se dirigen hacia el sur del país. Entre el 30 de junio y el 2 de julio, no se permitirá a los chinos que viajen al extranjero poner un pie en Hong Kong.
Representantes de Beijing admiten que su tarea más difícil será convencer a los chinos que no es cierto que luego de la entrega de Hong Kong podrán viajar con libertad al "paradisíaco" enclave y trabajar allí sin restricciones. (FIN/IPS/tra-en/ys/ral/mj/ip pr dv/97