El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, accedió encontrarse al final de esta semana con el líder del Partido Demócrata de Hong Kong, Martin Lee, cuando las relaciones entre Washington y Beijing atraviesan un momento crítico.
Clinton intentó evitar una reunión, que, según Lee, tiene el objetivo de enviar una señal clara a China para que respete la incipiente democracia en Hong Kong cuando Gran Bretaña se retire de su hasta ahora colonia el 30 de junio.
"El presidente de Estados Unidos, quien ha sido elegido de forma democrática, tendrá tiempo para reunirse con el líder de la legislatura de un país democrático, si bien pequeño", dijo Lee a IPS este miércoles.
Pero la visita del presidente del principal partido de Hong Kong a Clinton supone un riesgo para el mandatario. El encuentro no será, de hecho, una reunión formal.
Una inusual alianza entre la derecha del Partido Republicano y activistas liberales de derechos humanos reclaman retirar a China las preferencias comerciales concedidas como "nación más favorecida" que la Casa Blanca pretende renovar en mayo.
Quienes cuestionan la denominada estrategia de "compromiso total" de Washington con Beijing critican la represión que sufren en China activistas de derechos humanos y el previsto abatimiento de las libertades democráticas en Hong Kong.
Además, afirman que los encargados de las finanzas de la campaña por la reelección de Clinton en 1996 recibieron de forma ilegal dinero procedente de la comunista China.
"Un amplio contragolpe contra China está en plena marcha", observó esta semana la influyente revista estadounidense Business Week.
Lee tiene el objetivo de retornar a Hong Kong con una vigorosa defensa de las instituciones democráticas debajo del brazo, pero se opone al retiro de la categoría de "nación más favorecida" a China, pues entiende que eso conspiraría contra la prosperidad de la colonia.
"Hong Kong sería golpeado en primer lugar y se perjudicaría seriamente" si Estados Unidos no renueva las preferencias comerciales, dijo. Sin embargo, los argumentos en defensa de esos beneficios son "muy difíciles" tras las últimas acciones de Beijing, agregó.
Ciertas medidas adoptadas por China sugieren que el régimen comunista será mucho menos tolerante con las prácticas democráticas y los disensos de lo que fueron las autoridades coloniales británicas en los últimos años.
China disolverá el Consejo Legislativo (Legco) elegido democráticamente, del cual Lee es el principal líder, y lo sustituirá por una Legislatura Provisional cuyos integrantes serán designados por Beijing y controlados por el ya nombrado futuro gobernador, el magnate naviero Tung Chee-Hwa.
La Legislatura Provisional ya comenzó a considerar leyes, incluso una que debilita la Carta de Derechos de Hong Kong aprobada después de la sangrienta represión contra activistas demócratas en la plaza Tiananmen, en Beijing, en 1989.
Tung, quien prevé visitar Washington y reunirse con Clinton en mayo, anunció la semana pasada que se impondrán limitaciones estrictas a las protestas públicas y que los partidos políticos y organizaciones no gubernamentales deberán registrarse ante el futuro gobierno.
Además, las leyes a estudio prohíben a los partidos políticos recibir financiamiento extranjero.
Estos anuncios fueron criticados por Lee y otros dirigentes, e incluso por el actual gobernador británico de Hong Kong, Chris Patten, para quien el debate de las leyes será "una de las primeras pruebas de la autonomía" que tendrá el enclave en el futuro.
Esa autonomía fue garantizada por los acuerdos entre China y Gran Bretaña en 1984, que determinaron entonces el traspaso de Hong Kong del dominio colonial de Londres a la soberanía del gigante asiático a partir de la medianoche del 1 de julio.
"Los demócratas serán el primer blanco" de Beijing, según Andrew Cheng, legislador del Partido Democrático que acompaña a Lee en su viaje a Estados Unidos. "Nuestra libertad de movimientos y expresión será restringida", pronosticó.
Pero la Casa Blanca ha emitido hasta ahora pronunciamientos muy discretos respecto del futuro de Hong Kong, a pesar de que se cuidó de dar municiones a sus críticos.
Clinton sostuvo en enero que una eventual supresión de las libertades civiles en Hong Kong por parte de China "no ayudaría nada", y que esas medidas "no serían útiles" a los intereses de Beijing pues perjudicarían la economía del enclave.
El vicepresidente Al Gore evitó pasar por Hong Kong en su viaje a China el mes pasado. Se trató de la visita de más alto nivel de un funcionario estadounidense desde la masacre de Tiananmen, acontecimiento que marcó el punto más bajo de las relaciones desde la normalización hace dos decenios.
"Fue una pena que Gore no fuera a Hong Kong. Eso envió a un mensaje equivocado, que a Estados Unidos no le interesa Hong Kong", dijo Lee a IPS.
El vicepresidente pagó un precio político por su decisión, pues el presidente de la Cámara de Representantes, el derechista republicano Newt Gingrich, viajó a Beijing y a Hong Kong una semana más tarde.
La defensa de las libertades civiles asumida por Gingrich fue enérgica en ambas ciudades, gesto que fue aplaudido por los editorialistas de diarios estadounidenses cuando regresó a Washington.
El legislador republicano propone la renovación de las preferencias comerciales a China, pero apenas por un semestre, lo que permitiría al Congreso de Estados Unidos analizarla de nuevo a la luz de varios meses de dominio de Beijing sobre Hong Kong.
El gobierno de Clinton recogió el guante y, al parecer, usa la presencia de Lee para demostrar que no es "servil" hacia China, como afirman sus críticos.
Al principio, la secretaria de Estado (canciller) Madeleine Albright iba a ser la más alta funcionaria en Washington que se reuniría con el líder demócrata.
Pero la Casa Blanca anunció el lunes que Gore se reuniría con Lee. El portavoz de Clinton, Mike McCurry, dijo que el presidente "se asomará" a la reunión, lo que significa, en términos diplomáticos, menos que una reunión formal y más que un simple saludo en los corredores.
El líder espiritual de Tibet y otro de los enemigos mortales de China, Dalai Lama, fue objeto de un tratamiento similar por parte de Clinton.
El gobierno de Estados Unidos tomará otras medidas para subrayar su interés en el futuro político de Hong Kong. La primera anunciada fue la asistencia de Albright en la ceremonia de entrega del enclave a China el 30 de junio.
Eso será una demostración "del respaldo estadounidense a la continuidad de las actuales libertades y el estilo de vida de Hong Kong", dijo la propia Albright.
La funcionaria recordó que 40.000 ciudadanos de Estados Unidos viven en la colonia y que empresarios del país norteamericano han invertido 13.000 millones de dólares allí.
"El progreso de estos intereses depende del respeto a la ley y la protección de las libertades civiles en Hong Kong", afirmó Albright. (FIN/IPS/tra-en/fah-jl/yjc/mj/ip/97