Residentes de Washington se unieron a activistas de todo el planeta para que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que no pagan impuestos locales, hagan una contribución por la ciudad que los alberga.
Este reclamo se incluye en el pedido formulado por opositores al uso de fondos públicos y de exenciones impositivas en beneficio de empresas privadas, práctica fomentada por el Banco Mundial y el FMI en sus programas en países en desarrollo.
Numerosas organizaciones se unieron para que ambas agencias se decidan en la reunión que celebrarán entre los días 23 y 29, a promover el bienestar social en los países donde operan.
Una alianza variopinta de activistas de todo el mundo, en especial de Estados Unidos, reclaman al Banco Mundial y el FMI que abandonen la práctica de lo que denominan "bienestar corporativo".
Esta coalición, en la que figura la organización ambientalista Amigos de la Tierra, aspira a que las instituciones de Breton Woods abandonen su política de promoción de subsidios a las empresas transnacionales que operan en el mundo en desarrollo.
Grupos que operan en Washington, ciudad sede del Banco Mundial y el FMI, como el Partido por el Estado del Distrito de Columbia, afirman que las propias agencias deberían dejar de gozar de exenciones tributarias y contribuir con las finanzas de ese municipio.
"Se trata de un mensaje amplio porque somos una coalición amplia. La idea común es que todas las políticas son locales", dijo Njoki Njehu, coordinador de la Red Estadounidense por Justicia Económica Mundial "50 Años es Suficiente".
Michelle Chan-Fischer, de Amigos de la Tierra, dijo que los programas de las dos instituciones dirigidos al sector privado "derriban la protección a los pobres y abren los países a empresas que procuran lucro, recursos y mano de obra a precio de ganga y nuevos mercados consumidores".
El Banco Mundial y el FMI "ordenaron una reducción de salarios en Haití para promover la competitividad y las exportaciones. ¿Qué peor forma de bienestar corporativo que salarios artificialmente bajos en un país acosado por la pobreza?", se preguntó Chan- Fischer.
Mientras tanto, ambas agencias evitan el pago de cientos de millones de dólares a las arcas de Washington, según Sam Jordan, presidente del Partido por el Estado del Distrito de Columbia.
El desembolso de otros residentes de la ciudad podrían bajar si el Banco Mundial y el FMI pagaran el impuesto a la propiedad y sus funcionarios el impuesto a los ingresos personales, agregó Jordan.
"Ellos son usuarios de los recursos de Washington", como infraestructura local, servicios públicos y protección policial, recordó el activista.
Pero las cartas constitutivas de las dos instituciones disponen la exención de impuestos y tributos aduaneros, informaron portavoces.
Cualquier cambio en ese sentido implicaría acuerdos entre todos los estados miembros, lo cual abriría una caja de Pandora de cuestiones legales y burocráticas que afectaría a todas las organizaciones internacionales y, quizás, a las oficinas diplomáticas, agregaron.
"Esto no es una anomalía. Se trata de una práctica internacional destinada a organizaciones internacionales que brindan servicios públicos", dijo un portavoz del FMI.
Pero las agencias podrían efectuar aportes voluntarios sin desequilibrar la delicada balanza de la ley internacional, según Jordan, quien recordó que otras instituciones exentas de impuestos pagan parte de lo que correspería si no lo estuvieran.
Lo hacen porque reconocen que "Washington es una ciudad en crisis" que carece de dinero para atender a su población indigente, mantener sus escuelas o mejorar los servicios, dijo.
El Banco Mundial y el FMI se apresuran a declarar que ambas son buenas vecinas. El FMI y sus funcionarios aportan cientos de miles de dólares a organizaciones de caridad locales, sostuvo un portavoz. Las solicitudes de donación son consideradas por un comité especial.
El Banco Mundial y su personal, por su parte, donan un millón de dólares en efectivo al año, según la estimación "muy conservadora" de Josef Hadar, director del Proyecto de Relaciones con la Comunidad de la institución.
Además, la agencia aporta muebles usados y equipos, servicios y uso gratuito de sus instalaciones a organizaciones de caridad y comunitarias locales, según Hadar. Medio millar de funcionarios fueron reclutados para trabajo voluntario, agregó.
Pero otro funcionario del banco admitió que las contribuciones de dinero y tiempo por parte de los funcionarios es mayor que las donaciones institucionales.
Y, aunque los aportes del Banco Mundial fueran el doble de esa estimación, se trata de "migajas en comparación con lo que nos debe", afirmó Jordan.
El banco debería pagar 24 millones de dólares de impuestos al patrimonio al año si se le obligara a hacerlo. Sus funcionarios, en tal caso, abonarían 330 millones de dólares en concepto de impuesto a los ingresos personales, calculó.
El Banco Mundial y el FMI sumados son la tercera fuente de empleo de la ciudad, detrás del gobierno federal y la Universidad George Washington, dijo Jordan. Aun así, figuran en el décimo lugar entre las instituciones que efectúan aportes de caridad, sostuvo.
El activista afirmó que el presupuesto anual de Washington debería crecer 87 por ciento respecto de sus actuales 5.100 millones de dólares, que se recaudan de impuestos, tarifas y multas.
Aun así, 55 por ciento del territorio de la ciudad no es imponible pues está ocupado por oficinas del gobierno federal de Estados Unidos, organizaciones internacionales y embajadas.
Pero el Banco Mundial y el FMI no son los únicos que resisten el embate del Partido por el Estado del Distrito de Columbia. El gobierno federal cuesta a los contribuyentes de Washington entre 1.800 y 2.100 millones de dólares al año, y paga apenas 660 millones, según Jordan.
Este peculiar partido fue fundado en 1971 para que el distrito federal se convierta en estado, lo que constituiría la "solución definitiva" para los problemas de la ciudad, afirmó.
"Washington es un territorio de Estados Unidos, pero, bajo la ley, no es diferente de Puerto Rico, la Samoa Estadounidense o las islas Guam", dijo Jordan.
Un pequeño pero entusiasta grupo de manifestantes concurrieron a las puertas del nuevo edificio del Banco Mundial, a dos cuadras de la Casa Blanca, el martes, fecha límite para el pago del impuesto a los ingresos personales.
"Saquen la mano de mi bolsillo. Es momento de pagar", gritó Jordan. Pero sus palabras no se escucharon por el susurro de una cascada de 8,5 metros de alto en la entrada del edificio. O tal vez las amortiguaron las paredes laminadas en oro. (FIN/IPS/tra- en/aa/yjc/mj/ip if dv/97