Miles de mujeres resultan cada año víctimas de la trata en el mundo y son engañadas, obligadas, secuestradas y vendidas, denunció el informe preparado por la relatora especial de la ONU para el tema de la violencia contra la mujer, Radhika Coomaraswamy.
Otra de las variantes reflejadas en el documento alude a muchos casos en que las mujeres se ven forzadas a vivir y trabajar en condiciones similares a la esclavitud, como prostitutas, trabajadoreas domésticas, obreras explotadas o esposas.
Coomaraswamy constató, en el informe que este jueves presentará a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU), que la explotación del trabajo y del cuerpo femeninos ha dado origen a una industria internacional de trata de mujeres.
El tráfico de mujeres se orienta principalmente, en la actualidad, del Sur al Norte, pero cada vez más se advierte un flujo del Sur al Sur. El informe se refirió a casos de países de Africa, América Latina y Asia.
Las mujeres esclavizadas provienen de países donde el ajuste estructural llevó a la quiebra la economía del Estado, la deforestación destruyó aldeas y obligó a las familias a trasladarse a las ciudades y donde la feminización de la pobreza es más evidente.
Los países receptores son los que disponen de producto nacional bruto y nivel de vida más elevado para el ciudadano medio. De esos datos, Coomaraswamy dedujo que "la trata de mujeres se ve favorecida por la pobreza, el racismo y el sexismo".
El informe acusa a la mayoría de los países de origen, de tránsito y de destino de negarse a aceptar la responsabilidad de proteger a las mujeres víctimas. Lo único que les preocupa, dijo, es determinar la condición "ilegal" de la víctima descubierta para apresurarse a expulsarla.
El problema se complica porque no existe consenso internacional sobre la definición de la trata de mujeres, que en su concepto tradicional se constreñía a la prostitución y al desplazamiento de mujeres y niñas.
La Asamblea General de la ONU de 1994 agregó una referencia a otras actividades ilícitas relacionadas con la trata de mujeres, como el trabajo doméstico forzado, los matrimonios falsos, los empleos clandestinos y las adopciones fraudulentas.
Los tratantes utilizaron desde el siglo pasado todos los progresos tecnológicos para abrir nuevas rutas y facilitar las transacciones internacionales.
Los ferrocarriles, los vapores, el telégrafo, el teléfono y, actualmente, Internet contribuyen a aumentar el ámbito de actuación de los tratantes, aseguró el informe.
En algunos países, por ejemplo en Estados Unidos, Internet se ha convertido en un componente de la trata de mujeres para el mercado matrimonial, precisó. La red no sólo anuncia a los intermediarios sino que además presenta a mujeres y niñas en venta como novias.
Las rutas seguidas por la trata corresponden a las rutas de las migraciones.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) opinó que el fenómeno obedece a la pobreza, la falta de oportunidades económicas visibles, la diferencia de riqueza entre países y la margianción de la mujer en los países de origen.
Coomaraswamy observó que la promoción de turismo como estrategia para el desarrollo también contribuyó a fomentar la trata de mujeres con fines de prostitución.
La autora del informe citó como ejemplo a Kenya, donde el florecimiento de la industria turística aumentó la trata en la región.
Mujeres de Uganda llegan engañadas a Kenya con el fin de facilitar prostitutas a la creciente población turística. También mujeres de India arriban a Kenya contratadas para trabajar como artistas, pero terminan finalmente como prostitutas.
En Colombia existen redes de trata con fines de prostitución que sólo comercian con mujeres dentro del país o en el área regional, enviando mujeres a Venezuela, Ecuador y Panamá.
La relatora indicó que también en Colombia algunos tratantes comercian exclusivamente en escala mundial y facilitan mujeres colombianas para los mercados de España, Grecia, Holanda, Alemania, Bélgica y Estados Unidos.
Brasil posee una red floreciente que se dedica a la trata sistemática de mujeres y niñas con fines de prostitución en los campamentos mineros y grandes proyectos de construcción civil del país, denunció Coomaraswamy.
Algunas prácticas religiosas originan actividades de trata comparables a la esclavitud, aseguró el documento. Citó al sistema devadasi de India, extendido en una época a todo el país, que supone el matrimonio ritual de niñas con dioses.
Las mujeres devadasi suelen verse obligadas posteriormente a ejercer la prostitución por necesidad económica o porque los sacerdotes las venden a burdeles.
En Nepal existe un sistema similar, el deukis, por el cual las familias ricas sin hijos compran niñas de familias pobres rurales y las ofrecen al templo como si fueran suyas. Esas niñas se convierten a menudo en "esposas mantenidas" o en prostitutas.
En 1992, unas 17.000 niñas fueron donadas como deukis, expuso el informe.
En los burdeles de India hay actualmente entre 100.000 y 160.000 mujeres y niñas nepalesas, de las cuales el 35 por ciento fueron llevadas con el pretexto de contraer matrimonio u obtener buenos empleos.
En Kenya, la trata se realiza con el pretexto de matrimnonio, invitaciones de amigos y ofertas de trabajo. Mujeres nigerianas conocidas con el nombre de "madamas" o "Mama-Loa" actúan de intermediarias.
Los tratantes de la región oriental de Uganda engañan a los padres con la promesa de que sus hijas trabajarán en explotaciones agrícolas o como empleadas domésticas en Kenya.
El informe dijo que, aparentemente, en Suriname los propietarios de clubes pagan a mujeres una suma de 500 dólares estadounidenses por cada brasileña que les proporcionan.
También se venden mujeres de países en desarrollo, como Colombia, Filipinas y otros de Asia sudoriental y Europa oriental, en los mercados prósperos de Europa occidental, América del Norte, Australia y Japón.
En Japón operan más de 700 intermediarios matrimoniales y en Estados Unidos centenares de empresas alimentan un mercado mediante el cual entre 2.000 y 5.000 estadounidenses han comprado a sus esposas.
La relatora especial manifestó preocupación por las informaciones transmitidas por las mujeres víctimas acerca de la elevada participación y complicidad de los estados en la trata. (FIN/IPS/pc/ag/hd-pr/97