Los cancilleres de cinco repúblicas ex soviéticas de población musulmana se reunieron en la capital de Tajikistán para estudiar formas de consolidar el proceso de paz en ese país y neutralizar la amenaza del régimen talibán en Afganistán.
Ambos asuntos están estrechamente relacionados, opinaron los cancilleres de Kazajistán, Kirguizstán, Tajikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.
Un Tajikistán pacífico y estable, observaron, es condición indispensable para contrarrestar al archifundamentalista movimiento talibán, que actualmente controla más de dos tercios de Afganistán, limítrofe con Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán.
Varios aspectos de la reunión de Dushanbe, celebrada el 4 y 5 de este mes, son dignos de destacar, entre ellos la asistencia del presidente de Tajikistán, Imam Ali Rahmanov, y el vicecanciller de Rusia, Boris Pastekov.
Así mismo, es significativo que el encuentro se haya realizado en Dushanbe, la capital del país más pobre y menos estable de las repúblicas.
El hecho subrayó la importancia que Rusia y el resto de las repúblicas de Asia central asignan a Tajikistán, con sólo cinco millones de habitantes, debido a su posición estratégica.
Ahora que las nieves están derritiéndose en las montañas del norte de Afganistán, se prevé que los talibanes, en su mayoría de la etnia pushtun, lanzarán importantes ofensivas para capturar el norte y el noreste del país, todavía en manos de sus opositores, encabezados por Ahmad Shah Masoud (un tajiko) y Abdul Rashid Dostum (un uzbeko).
La reunión de los cancilleres tuvo lugar un mes antes de la firma, en Moscú, de un tratado entre las partes beligerantes de Tajikistán, ante el presidente ruso Boris Yeltsin.
El tratado concretará la paz tras cinco años de guerra civil, y conducirá a la formación de un gobierno de coalición de fuerzas seculares, encabezadas por Rahmanov, e islámicas moderadas, lideradas por Sayyid Abdullah Nouri.
Rusia y los vecinos de Asia central, particularmente Uzbekistán, prometieron ayuda humanitaria y económica para crear un "Nuevo Tajikistán".
Uzbekistán tiene una población (25 millones) equivalente al total combinado de las otras cuatro repúblicas ex soviéticas con las que comparte sus fronteras. Posee una importante industria y es el principal cultivador de algodón, llamado "oro blanco" en la región.
Sin embargo, la oferta de ayuda de Uzbekistán a Tajikistán parece más motivada por interés propio que por amor fraternal. Ambos limitan con Afganistán, y los habitantes de la región del valle Fergana, en el sureste, son conocidos por su ferviente devoción al Islam.
El presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, es un acérrimo defensor del estado secular. Desde que el país se hizo independiente, tras el colapso de la Unión Soviética en diciembre de 1991, Karimov trazó una clara línea divisoria entre el Islam como religión y el Islam como política.
El mandatario promovió la construcción de nuevas mezquitas pero reprimió a los fundamentalistas islámicos, y hasta el momento logró contener el crecimiento de estos grupos en su país.
Así mismo, Karimov respaldó en Afganistán, moral y materialmente, a Abdul Rashid Dostum, quien controla el área limítrofe con Uzbekistán y Turkmenistán y lidera la Alianza del Norte, una facción afgana que combina el nacionalismo y el Islam e interpreta en forma liberal la "sharia" o ley islámica.
Dostum formó una alianza con el grupo Jamaat-e Islami, de Ahmad Shah Masoud, que controla la región de Afganistán limítrofe con Tajikistán, Pakistán y China y también considera extremistas a los talibanes en su aplicación de la sharia.
La cuestión que preocupa a los líderes de Asia central es por cuánto tiempo la alianza Dostum-Masoud podrá aguantar las ofensivas que Talibán emprenderá en los próximos meses, según todas las previsiones.
Aun si las fuerzas talibanes no logran la victoria, los combates harán huir a muchos uzbekos y tajikos a Uzbekistán y Tajikistán respectivamente, para escapar a la vida puritana impuesta por los talibanes.
Entonces, el gobierno Talibán utilizaría la confusión resultante con el fin de infiltrar a sus propios activistas uzbekos y tajikos en los estados limítrofes, para que se vinculen con fundamentalistas locales e inicien una "jihad" o guerra santa contra los regímenes seculares.
En otras palabras, las previstas movilizaciones del ejército talibán podrían desestabilizar política y económicamente a Tajikistán y Uzbekistán.
El asunto preocupa profundamente no solamente a los países de la región, sino también a Rusia, donde los musulmanes constituyen la minoría religiosa más importante. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ml/ip/97