AMERICA CENTRAL: El 'monstruo de la maquila' puede ser vencido

Las plantas de montaje en maquilas que pululan en América Central crecieron enormemente esta década, pero su expansión no es inevitable para los trabajadores, afirman grupos sindicalistas y activistas de los derechos humanos.

"Este 'monstruo de la maquila' parece ser impresionante e invulnerable incluso ante los ojos de sus críticos", señala Benjamín Cuéllar, director del departamento de derechos humanos de la Universidad Centroamericana.

"Pero no lo es", afirma Cuéllar, integrante de un grupo independiente que supervisa las condiciones de trabajo en la planta de ensamblaje Mandarín en El Salvador, donde las prendas son cosidas para la distribuidora estadounidense The Gap.

"Ya estamos dentro, verificando las condiciones de trabajo y garantizando un alto nivel de respeto por los derechos humanos", añadió.

Cuéllar afirma que el creciente examen de las condiciones en el lugar de trabajo es una señal de que estadounidenses y centroamericanos se unen para rechazar el modelo de maquilas de ensamblaje de bajos salarios.

Las maquilas son zonas de procesamiento de exportaciones basadas en la subcontratación internacional en las cuales un país provee el capital y la tecnología y otro mano de obra, materias primas y también parte del capital.

Aunque las maquilas son cada vez peor vistas, muchos activistas de América Central creen que las plantas de montaje continuarán expandiéndose en el futuro.

En Honduras, "no hay alternativas reales", afirma Maritza Paredes, del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH). Muchas maquilas continúan operando como "fortines a los que nadie tiene acceso, ni siquiera el gobierno", afirma.

Para muchos países, el aumento del empleo en las maquilas fue tremendo durante la década de 1990, pero no fue acompañado por un crecimiento del empleo.

Los puestos de trabajo en la maquila aumentaron en El Salvador de 12.000 en el momento de los acuerdos de paz de 1992 a más de 60.000 en la actualidad, señala Mark Anner, miembro del Centro para Investigaciones sobre Trabajo (CENTRA).

Los empleadores de las maquilas consideran el salario mínimo como un máximo, destaca Malvina Armas, del Centro para la Acción Legal en la Defensa de los Derechos Humanos, de Guatemala, país en el cual el salario mínimo equivale a unos tres dólares diarios, y a menudo es el mayor salario obtenido por las mujeres en las plantas de ensamblaje.

"El salario es suficiente para satisfacer las necesidades básicas de un individuo", pero no las necesidades básicas de una familia, sostiene Armas.

La organización internacional Human Rights Watch afirma, en un informe divulgado el mes pasado, que en una maquila en Guatemala que produce vestimenta para la estadounidense Phillips-Van Heusen, los trabajadores que intentaron formar un sindicato enfrentaron tratos discriminatorios, corte de pagos y amenazas de violencia.

Los bajos salarios y la violación de derechos laborales en las plantas de exportación a países del norte no es única de América Central, como atestiguaron muchos grupos participantes el viernes en un foro sobre supervisión independiente en Queens College.

En Haití, el salario promedio en plantas de ensamblaje, de unos 2,5 dólares diarios, no puede cubrir la alimentación, transporte y educación de una familia, señaló Rouzier Metellus, de la Plataforma de Organizaciones Haitianas por los Derechos Humanos. "No vivimos. Simplemente pasamos hora a hora y día a día", expuso.

En Indonesia, trabajadores que cosen zapatos para la estadounidense Nike ganaron 20 centavos al día durante el tercer trimestre de 1996, según el grupo con sede en Nueva Jersey "Presión para el Cambio".

Pero, advirtió Anner, la sociedad civil en muchos países podría ser demasiado débil para presionar por mejores niveles en las maquilas.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sólo 1,2 por ciento de los trabajadores de las maquilas están organizados en El Salvador. (FIN/IPS/tra-en/fh/yjc/lp/lb/97

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