Una campaña nacional promovida por el gobierno busca reducir el desperdicio de agua en Brasil en 15 por ciento del total distribuido, lo que representaría un ahorro de 1.200 millones de dólares al año.
La meta consiste en bajar el derroche, estimado en 40 por ciento del total ofertado a la población, a 25 por ciento dentro de dos años. Esto representa pérdidas aún superiores a las de los países desarrollados, cuyo índice varía entre 15 y 20 por ciento, anunció el ministro de Planificación, Antonio Kandir.
La abundancia de recursos naturales en el país genera en la población la falsa idea de que su uso "no cuesta nada" y esta mentalidad tiene que cambiar, señaló el ministro.
Brasil es favorecido por una disponibilidad sin par, con ocho por ciento de toda el agua dulce del mundo, pero es necesario "recordar que se trata de un recurso finito", advirtió el ministro de Medio Ambiente, Gustavo Krause.
Además, el agua es mal distribuida en Brasil. Sao Paulo, la mayor área metropolitana del país, con 16 millones de habitantes, ya sufre frecuentes racionamientos por la escasez y la contaminación de sus manantiales.
En el noreste brasileño, 40 millones de personas sufren periódicamente sequías prolongadas, una de las causas de la pobreza generalizada en la región.
El Programa Nacional de Combate al Desperdicio de Agua, lanzada este miércoles, involucra varios ministerios, organismos técnicos, universidades y empresas estaduales y municipales de saneamiento básico.
De los 10.400 millones de metros cúbicos de agua que se distribuye cada año, se pierden 4.160 millones, estima el Ministerio de Minas y Energia.
El desperdicio es reponsabilidad de todos, tanto la población general en sus residencias, como de las empresas usuarias y de las distribuidoras, que presentan alto índice de pérdidas por la mala conservación de tuberías, falta de equipos y problemas de gestión, según Kandir.
El programa incluye estímulo a mejoras en las redes de distribución, con financiación de bajo costo, pero "condicionada al cumplimiento de algunas metas objetivas", de reducción del desperdicio, explicó el ministro.
Además, se promoverá la información y la movilización de jóvenes, estudiantes y otros sectores, para fomentar "una cultura de conservación" en un país en general acostumbrado al consumo ilimitado del agua.
La Organización de las Naciones Unidas estima que hacia el año 2050 la mayor parte de la tierra sufrirá grave escasez de agua, si no se adoptan medidas drásticas para su conservación.
Dos tercios de la humanidad ya enfrentará problemas de abastecimiento en 2025, según la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que teme conflictos bélicos por el agua en un futuro no lejano, especialmente en Medio Oriente.
A ese riesgo contribuye el hecho de que 200 cuencas hidrográficas de las más importantes se ubican en áreas fronterizas. Además, se trata de uno de los recursos de distribución muy desigual en el mundo.
El aumento de la población exigirá un consumo creciente de agua dulce en la agricultura irrigada.
Con un crecimiento acelerado de las ciudades, la crisis afectará incluso a los países en desarrollo favorecidos por la naturaleza, pero sin capacidad de inversión en la búsqueda, tratamiento y protección del agua.
Brasil es un ejemplo. Sao Paulo enfrenta crisis de abastecimiento porque sus manantiales y ríos están contaminados y sufre creciente presión de barrios ilegales que crecen en sus orillas.
La mayor reserva de agua dulce del país está en la Amazonia, una región escasamente poblada.
La imagen de un país rico en recusos hídricos ya no es compartida por la población. Una encuesta hecha por el Ministerio del Medio Ambiente en enero comprobó que 55 por ciento de los brasileños creen que, sin un control del consumo, habrá escasez de agua en el país muy pronto. (FIN/IPS/mo/ag/en/97