VENEZUELA: Catia, en dos segundos desaparece el infierno

Este domingo, dos segundos bastarán para que desaparezca el Retén de Catia, la cárcel venezolana que fue definida por sus reclusos y los activistas humanitarios como "el infierno" y que conmovió hasta al Papa Juan Pablo II.

El presidente Rafael Caldera hará detonar 181 kilos de dinamita, colocados por militares en 2.500 perforaciones realizadas en sus dos grandes pabellones, y según lo previsto, tras una nube de polvo de ocho segundos, sólo quedarán a la vista 3.000 metros cúbicos de escombros.

Unos 1.900 presos que permanecían en el recinto, enclavado al lado de una autopista dentro de un terreno habilitado hace una década como un parque, en el populoso barrio capitaliano de Catia, fueron distribuidos el 30 de enero en dos nuevos penales.

Catia fue construida hace 31 años, con capacidad para alojar 876 internos, y llegó a tener 3.500. En ella fueron asesinados 3.700 reclusos, 21.000 resultaron heridos y los sobrevivientes peleaban hasta por un escalón para dormir.

Cuando se retiren los escombros, sobre el mismo espacio será colocado el pabellón creado para representar a Venezuela en la feria universal de Sevilla, en 1992, en una medida que busca cambiar la imagen de la zona, explicó el gobierno.

Durante los 10 días en que Catia fue abierta al público tras su cierre como prisión, la visitaron 10.000 personas, que salían entre lágrimas y escándalo por la pestífera indignidad de lo visto y pidiendo su derrumbe, que ocurrirá este domingo en dos escasos segundos.

"En el mundo de la maldad, los buenos no tienen vida, recuérdalo", "Jálame callecita, no me dejes morir", "El chuzo (arma casera) cura de todo mal", y "El criminal más feroz fue un día un niño inocente", rezaban algunos de las frases escritas sobre las desvencijadas paredes del retén.

El director ejecutivo de la organización Human Rights Watch Americas, José Vivanco, dijo este viernes en Caracas que la demolición de Catia es un primer paso en el camino correcto, y que esa cárcel fue un horror que tenía que desaparecer.

El Papa Juan Pablo II se empeñó en bendecir a los reclusos de Catia en su segunda visita al país, en febrero de 1996, pero las autoridades sólo le permitieron hacerlo desde afuera y, según se supo después, terminó por saludar a policías disfrazados de reos.

Vivanco entregó un informe al presidente Caldera sobre la situación penitenciaria venezolana, que se describe como medieval. No sólo las condiciones físicas y de atención son brutales, sino que además, la falta de vigilancia deja a los presos librados a su suerte y en manos de otros reclusos.

El activista dijo que en el último año, el gobierno tomó "medidas alentadoras, pero insuficientes" para humanizar las cárceles, y demandó un plan de emergencia, que incluya cambios en el anacrónico código penal y en los tribunales, elimine a los militares de la custodia penitenciaria y aumente los recursos.

El presupuesto total de la Dirección de Prisiones es de 17 millones de dólares anuales, para atender instalaciones, personal y reclusos en las 33 penitenciarías del país.

En Venezuela existen 25.600 reclusos, de los que sólo 6.600 tienen sentencia, por los que tres cuartas partes son presuntos delincuentes, encerrados en varios casos muchos más años de la pena máxima por su supuesto delito, debido a una justicia muy lenta.

El resultado es que en promedio, las cárceles duplican la población que están en capacidad de acoger. Hay 200 presos por cada vigilante civil y a controlar los centros más explosivos ha entrado la militar Guardia Nacional, a la que Vivanco atribuyó el mayor nivel de brutalidad y de corrupción.

El criminólogo Elio Gómez Grillo indica que en las cárceles todo se tarifa, desde el lugar para dormir hasta las boletas de excarcelación, que en medio del descontrol son asignados en ocasiones a quien paga y no a quien realmente beneficia.

Vivanco destacó que otro de los muchos problemas percibidos durante una visita 11 cárceles por un grupo de abogados de su organización, es que no hay ninguna clasificación de presos.

Penados y procesados, presuntos autores de delitos menores y de violentos asesinatos, todos conviven en el mismo espacio y terminan por sobrevivir "sólo los más fuertes", criticó.

En el último año, el nuevo ministro de Justicia, Henrique Meier, comenzó una depuración profunda del personal penitenciario. Cambió más de la mitad de los directores de penales y en diciembre puso como Directora de Prisiones a una joven criminóloga de 24 años y creó el cargo de Inspector General de Prisiones. (FIN/IPS/eg/ff/hd/97

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