El presidente de Sudán, Omar Hassan al Bashir, fustigó en persona y en público a más de 7.000 cristianos que le entregaron una iniciativa para poner fin a la guerra civil que en 13 años causó la muerte de un millón de personas.
Las congregaciones cristianas del sur de Sudán han sufrido en reiteradas oportunidades las consecuencias de las operaciones del gobierno contra los rebeldes que operan en esa región del país y por la imposición de la "sharia" (ley islámica) que rige desde 1983.
Encabezados por 18 arzobispos del país, la multitud cristiana se concentró en la capital sudanesa este miércoles para entregar el Llamado a la Paz de Jartum al régimen militar fundamentalista.
El documento de 20 páginas elaborado por las iglesias reclama al gobierno que reinicie el diálogo pacífico con el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA), liderado por el coronel John Garang, y con los exiliados dirigentes opositores del norte del país.
Pero Al Bashir aprovechó la ocasión para condenar a los cristianos por sus posturas "antigubernamentales", y dijo a los manifestantes que las iglesias deben deponer sus actitudes hostiles hacia el gobierno pues fracasaron en sus gestiones de pacificación.
"En mi opinión, los líderes eclesiáticos tienen poder para brindar opciones al país", y deberían dedicarse a eso en lugar de "acusar al gobierno", dijo Al Bashir.
Estas duras declaraciones se producen mientras el ejército de Sudán combate en Kaya, localidad del sur del país capturada por el SPLA, y Kurmuk y Gassin, en el este, ocupadas por la Alianza Democrática Nacional (NDA), coalición que integran el grupo de Garang y seis partidos políticos prohibidos.
Al Bashir desafió a los arzobispos, sacerdotes y laicos de las iglesias cristianas sudanesas a poner pronto sus propuestas sobre la mesa, pues no le agrada que se le acuse de no consultarles cuando toma sus decisiones.
El mandatario aprovechó la oportunidad para emprender contra Garang, cuyo movimiento, dijo, "no tiene nada que ver con la cristiandad" pues "lucha para que se aprueben leyes secularistas en Sudán".
El SPLA "no está solo contra el Islam, como algunos de ustedes pueden pensar", sino "contra todas las creencias", afirmó. Garang "cree en los intereses del mundo occidental", agregó.
El grupo insurgente lucha contra el gobierno fundamentalista islámico desde la imposición de la "sharia" en nombre de la población del sur, región donde predominan los cultos cristianos y africanos tradicionales y que sufre la marginación del norte, predominantemente árabe y musulmán.
También la minoría nubia, compuesta por un millón de personas que residen en el centro del país, apoya mayoritariamente al SPLA.
Los árabes son hegémonicos desde que Sudán, el país más extenso de Africa y que cuenta con 28 millones de habitantes, logró en 1956 su independencia de Gran Bretaña.
Más que entregar un ramo de olivo a las iglesias, Al Bashir fue categórico al afirmar que continuaría gobernando con mano dura.
"Le decimos 'no' a los sistemas multipartidarios y al regreso de los líderes de los partidos. Decidimos no reconciliarnos con los opositores exiliados. Ellos ocasionaron la actual guerra, que ha perjudicado la imagen del país", afirmó el presidente.
El arzobispo católico de Sudán, Gabriel Zubier Wako, alertó al mandatario que si persiste en sus gestiones para imponer la paz sin igualdad no conducirá a una solución duradera para los problemas del sur del país.
"Hemos soportado guerras durante más de 40 años. Rezemos por la paz", dijo Zubier Wako, para quien las negociaciones deberían involucrar a toda la ciudadanía de Sudán, sin importar la religión o la raza.
Los cristianos sudaneses entregarán el Llamado a la Paz de Jartum al Consejo Africano de Iglesias, el Consejo Mundial de Iglesias, la Organización de Naciones Unidas y la Liga Arabe.
El documento reclama a religiosos y líderes mundiales que se involucren en las futuras conversaciones con los grupos rebeldes.
"Estamos con todo el sufriente pueblo de Sudán y hablamos en su nombre. Creemos que la violencia no traerá ninguna solución", asegura el llamado.
A pesar de las duras declaraciones de Al Bashir, en el régimen que lidera no hay unanimidad sobre el rumbo a seguir en torno al conflicto.
El segundo vicepresidente de Sudán, George Kongor Arop, un ex jefe de policía originario del sur, afirmó que ninguno de los dos bandos está en condiciones de imponerse y que es necesaria una solución pacífica.
Kongor opinó que las raíces de la guerra civil se encuentran en la falta de desarrollo de Sudán meridional. La guerra no habría alcanzado su magnitud actual si esa región tuviera igual desarrollo que el norte, sostuvo.
"Muchos hombres estuvieron compelidos a unirse al SPLA por la falta de alimentos, de servicios de salud y educación y de seguridad", declaró Kongor al diario gubernamental Nuevo Horizonte.
Este llamado a la paz fue apoyado por la ministra de Planificación, Saida Bashir, quien exhortó públicamente a las mujeres a reclamar el fin de la guerra.
Pequeños grupos insurgentes, algunos de ellos escindidos del SPLA, firmaron un acuerdo preliminar de paz con el gobierno en abril de 1996, pero colaboran hoy activamente con el ejército en la lucha contra los rebeldes. (FIN/IPS/tra-en/nb/pm/mj/ip cr/97