Miles de armas automáticas heredadas de las guerras de Africa del sur, incluyendo a los potentes rifles de asalto AK-47 Kalashnikov, están siendo utilizadas por los delincuentes de la región.
Mientras que la opinión pública mundial rechaza el flagelo de las minas terrestres que quedaron después de la guerra, ignora la amenaza de la proliferación de armas automáticas livianas clandestinas.
"La proliferación de armas ligeras es un problema que amenaza la consolidación de la democracia en Sudáfrica", sostuvo el profesor Jacklyn Cock de la Universidad de Witwatersrand. "La delincuencia criminal aumenta en la región".
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) creó una comisión de expertos de 16 países -presidida por Japón- para analizar el problema a nivel mundial. Sus conclusiones serán entregadas en julio.
"En algunos países africanos, el colapso de la ley implica el derrumbe de las instituciones del Estado, lo que conduce a la anarquía total y a la ausencia del Estado", como ocurrió en Somalia, sostuvo una fuente de la ONU.
La abundancia de armas ligeras es legado de las guerras poscoloniales en Africa cuando las potencias regionales e internacionales inundaron al continente con armas.
El desarme posterior no fue efectivo, especialmente después de la firma de los acuerdos de paz, cuando las fuerzas armadas aún controlaban las reservas de armamentos.
En Angola, Mozambique, Namibia y Zimbabwe, muchas de las armas utilizadas en las guerras civiles que sucedieron a la independencia desaparecieron en manos de los delincuentes.
En Mozambique, las armas que entregaron los combatientes después de la guerra fueron recibidas por el Estado en vez de ser destruidas. Cuando la ONU se retiró, el Estado no pudo controlar efectivamente las armas y muchas terminaron en el mercado negro.
Los analistas afirman que las causas del problema son más profundas.
"Sería tonto culpar a la ONU por todo lo que pasó en Mozambique. También fue el resultado del conflicto en Angola y el subdesarrollo", afirma Cock.
"El legado de la guerra no es sólo material, sino que refiere a una cultura de violencia y militarismo que encuentra en la violencia una solución legítima a los conflictos".
Se estima que hasta seis millones de AK-47 están en manos privadas en Mozambique. El arma puede adquirirse hasta por 14 dólares o a cambio de alimentos o ropa.
Una vez que las armas llegan a Sudáfrica, su precio puede llegar a los 500 dólares, lo que convierte al contrabando de armas en un negocio lucrativo y libre de riesgos.
Los traficantes de armas ofrecen ropa y drogas en la frontera entre Namibia y Angola para adquirir armas de los miembros del ejército rebelde angoleño de UNITA. Las armas luego son vendidas en Sudáfrica.
"El problema es la causa y el síntoma de la desintegración social", sostiene Cock, "y de tensiones en la sociedad que surgen de problemas económicos".
"La pobreza afecta a 40 por ciento de la población".
En 1994, se utilizaron armas automáticas en sólo 458 de los 15.999 asesinatos denunciados en Sudáfrica, incluyendo a AK-47 y al rifle sudafricano R1.
La población blanca del país se convirtió en uno de los grupos de civiles más armados del mundo.
Sudáfrica cuenta con 1,8 millones de propietarios de 3,8 millones de armas registradas en el país. Cada año, se denuncian 17.000 robos o extravíos de armas.
La organización "Sudáfrica Libre de Armas", busca informar a la población sobre el peligro que implica portar un arma.
El grupo quiere leyes más severas sobre la propiedad de armas y busca elaborar planes de seguridad implementados por la comunidad como una alternativa a las armas.
"El desafío es cambiar la idea que se tiene de las armas de fuego como lo hicimos con las minas terrestres", declaró Cock.
"Las armas de fuego tienen que ser percibidas no como un símbolo de poder sino como algo vergonzoso, como un legado de la guerra que perturba a la sociedad civil". (FIN/IPS/tra-en/db/rj/aq-jc/ip/97
