PALESTINA-ISRAEL: Retrato de un comando suicida

Moussa Ghneimat, el palestino que se inmoló con una bomba la semana pasada en un café de Tel Aviv y dio muerte a tres mujeres, rompió el retrato tradicional que psiquiatras y expertos en terrorismo trazan del comando suicida.

Los expertos afirmaban, hasta ahora, que el típico militante suicida es un hombre joven, soltero y desempleado con poca educación que procede de un campo de refugiados o un asentamiento precario de Cisjordania y Gaza.

Pero Ghneimat tenía empleo. Era un camarero de 28 años que trabajó durante 10 años en un restaurante de las afueras de Tel Aviv. Según sus allegados, estaba felizmente casado y tenía cuatro hijos.

La descripción social no coincide con los antecedentes, pero sí el retrato psicológico y político, según los datos que obtuvo IPS en entrevistas con sus familiares.

Quince palestinos pertenecientes al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) o de la pequeña organización Jihad se inmolaron desde abril de 1994 en ómnibus, terminales de transporte y centros comerciales de Israel. Casi 150 soldados y civiles israelíes murieron en esos atentados.

Ghneimat fue el décimosexto suicida de esta serie.

Los expertos israelíes afirman que los comandos suicida son personas solitarias e inadaptadas que viven en medio de una pobreza desesperante.

"La mayoría de los militantes suicida eran, hasta ahora, hombres jóvenes, pobres y con poca educación", dijo Anat Kurz, especialista en conflictos de baja intensidad del Centro Jaffee de Estudios Estratégicos.

"Es fácil dejarse guiar por la impresión de que estas personas son vagos, marginales que no encajan en su propia sociedad", agregó la experta.

Psiquiatras palestinos describen a los comandos suicida como tranquilos y devotos musulmanes con un fuerte sentido de las obligaciones familiares, el nacionalismo y la justicia social.

Estos militantes son también más sensibles que la mayoría a lo que el psiquiatra Iyad Sarraj, director del Programa de Salud Mental Comunitaria en Gaza, denomina "la humillación diaria" que sufren desde que Israel ocupó el territorio en que viven en la guerra de 1967.

"Son reservados e introvertidos. Aunque los israelíes les traten bien, sienten su dosis de humillación diaria como algo personal. Son del tipo de persona que reacciona de modo excepcional", explicó Sarraj.

Esta descripción se corresponde con la de Ghneimat. Sus compañeros en el restaurante Rishon Lezion, donde trabajó ilegalmente, dijeron a periodistas locales que le consideraban un conformista, una persona tranquila que nunca hablaba de política.

Pero sus parientes recordaron que el año pasado peregrinó a La Meca, la ciudad más sagrada del Islam, y rezó allí por "los mártires palestinos".

Otros familiares mencionaron su piedad religiosa. Solía pasar los viernes, el día de asueto obligatorio entre los musulmanes, hablando con clérigos ancianos en su poblado natal, Surif, en Cisjordania.

Sarraj explicó que la propia personalidad, combinada con las circunstancias, lleva a los potenciales comandos suicida a grupos militantes que predican la disciplina y el sacrificio personal y dan a sus miembros un sentido de pertenencia e identidad.

Estos grupos, a su vez, parecen hechos a medida de los militantes, que son reclutados con frecuencia en las mezquitas, dijo Sarraj.

El dinero también es un incentivo. Hamas y la Jihad Islámica suelen prometer al voluntario que brindarán respaldo económico, vivienda, ropa y alimento a su familia después de que cumpla con su "operación militar", como denominan al atentado suicida.

Los militantes de Hamas pintan a sus "mártires" como personas nacionalistas y religiosas que están dispuestas a sacrificarse por Dios y la patria, al igual que los pilotos japoneses "kamikaze" durante la segunda guerra mundial o los suicidas de los Tigres Tamiles en Sri Lanka.

"Quienes están listos para cumplir estas misiones las sienten como un deber nacional y religioso. Los factores nacionales, religiosos y políticos lo empujan, no la pobreza o algo por el estilo", dijo Ghazi Hammad, vocero de Hamas en Gaza y editor en jefe del periódico del Partido de Salvación Islámica.

Dos de los comandos suicidas pertenecían a familias relativamente ricas. Eran Hisham Hammad, de 17 años, quien se inmoló entre un grupo de militares israelíes en Gaza, y Salah Shaqqer, de 25, quien murió junto a 20 soldados y un civil.

Los restantes eran "extremadamente pobres", agregaron.

Los voceros de Hamas mencionan con frecuencia la venganza como principal motivación.

Después de que un colono judío nacido en Estados Unidos abatió a balazos a 29 palestinos en una mezquita de Hebrón en febrero de 1994, Hamas y la Jihad Islámica pergeñaron una serie de atentados suicida, bajo la dirección de un estudiante de la Universidad de Birzeit, Yehiya Ayyash, conocido como "El Ingeniero".

Siete semanas después de que fuerzas de seguridad israelíes mataron a Ayyash con una bomba oculta en su teléfono celular, Hamas y la Jihad Islámica volaron cuatro ómnibus en Tel Aviv, Jerusalén y Ashkelón.

La conmoción pública que generaron estos atentados fueron un factor decisivo en la victoria electoral del derechista primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. Luego, hubo un intervalo de un año sin explosiones, hasta la "operación" de Ghneimat.

Hammad afirmó que el atentado de la semana pasada fue una respuesta a la decisión del gobierno de Netanyahu de construir viviendas en las cercanías de Jerusalén oriental, ciudad a la que tanto israelíes como palestinos consideran su capital.

El respaldo de los comandos suicidas entre la población de Cisjordania y Gaza fluctúa de acuerdo con la situación política general, si bien los palestinos tienden a diferenciar entre objetivos militares y civiles.

Las construcciones israelíes en Jerusalén oriental sirvieron de justificación, a los ojos de buena parte de los palestinos, el atentado de Ghneimat.

"Considero que es un héroe, un mártir del pueblo palestino. Fue a pelear por el destino de Jerusalén", declaró, frente a una mezquita en Gaza, un palestino de 27 años que dijo hablar en nombre de toda su familia.

Una encuesta realizada entre los días 6 y 9 de marzo demostró que casi 40 por ciento de la población palestina de Cisjordania y Gaza respaldaba la reanudación de "ataques armados contra objetivos israelíes", según el Centro Palestino de Investigación y Estudios de Nablus.

Con atentados con explosivos en ómnibus en casi toda gran ciudad de Israel y el temor creciente en la población, el gobierno de Netanyahu dispuso medidas preventivas.

Luego de cada atentado, se cerraron a cal y canto los pasos a Cisjordania y Gaza, lo que impidió a miles de palestinos asistir a sus trabajos en territorio israelí. Solo se permitió el ingreso de hombres de más de 30 años con hijos.

El fallecido primer ministro Yitzhak Rabin dispuso partidas presupuestales extra para financiar medidas de seguridad adicionales en el transporte público, y ordenó la presencia de perros entrenados para detectar explosivos en cada paso de territorio palestino a Israel.

Rabin también ordenó la demolición de la vivienda de los comandos suicida, una medida condenada por organizaciones de derechos humanos que la consideran un castigo colectivo contra toda la familia. La casa de Ghneimat será echada abajo esta semana.

"No hay evidencias de que esta medida sea disuasiva. Además, sea o no efectiva, no puede usarse a gente inocente para enviar mensajes de ese tipo", dijo Jessica Montell, directora del grupo israelí B'Tselem.

Israel también presiona a la Autoridad Nacional Palestina para que reprima a los militantes islámicos.

El presidente Yasser Arafat ordenó el arresto de cientos de sospechosos de integrar Hamas o la Jihad, pero al mismo tiempo abrió un "diálogo nacional" con la oposición islámica para persuadirle de que deponga los atentados.

Hasta que Netanyahu anunció las obras en Jerusalén oriental, el diálogo parecía funcionar.

Los expertos israelíes advierten que resulta casi imposible prevenir atentados con explosivos. A Ghneimat, por ejemplo, le faltaban apenas dos años para obtener su permiso de trabajo en Israel, pues entonces tendría 30 años, y, previsiblemente, continuaría casado y con hijos.

"Nada puede sellarse herméticamente. Un comando suicida decidido siempre encontrará un camino para entrar", a territorio israelí, dijo Yehezkel Dror, ex alto funcionario del Ministerio de Defensa y profesor de Ciencia Política en la Universidad de Hebrón. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/mj/ip/97

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