Cerca de 1.600 actores representaron hoy en la capital de México la pasión y muerte de Jesucristo. Entre cientos de vendedores ambulantes, policías y más de dos millones espectadores, el rito se cumplió por 154 año consecutivo.
Tras cenar con sus apóstoles y ser condenado a morir, el Jesucristo mexicano -un mecánico de 28 años escogido entre 30 aspirantes- tomó la cruz de madera de 90 kilos y caminó más de tres kilómetros antes de simular su crucifixión.
Tradición inicida el siglo pasado, la representación de los últimos pasajes bíblicos de la llamada Semana Santa se desarrolla cada año en la colonia de Iztapalapa, un antiguo poblado integrado a la mancha urbana de la capital.
Criticada por la jerarquía de la Iglesia Católica, pero famosa entre turistas y "sagrada" para sus organizadores, la representación del Vía Crucis es una de las expresiones "más auténticas de la religiosidad popular", sostiene el escritor Carlos Monsiváis.
"Mira, ahí va Diosito", gritaba este jueves una señora a su pequeño hijo, mientras observaba tras el cerco policial el paso de Jesucristo junto a apóstoles, vírgenes y decenas de soldados romanos.
Esa espectadora es apenas una de las miles de personas que cada año acuden el jueves y el viernes de Semana Santa al gran teatro en que se transforman las calles y plazas Iztapalapa.
El primer domingo de enero, los organizadores convocan a la comunidad para designar a los actores, pedir su colaboración económica, construir la escenografía, diseñar los trajes e iniciar el ensayo de la representación.
Entre cerca de 1.600 actores se escoge a quienes encarnarán a Jesucristo y la Virgen María, que deben llenar varios requisitos, como ser solteros y haber demostrado honestidad y gran apego a la religión.
"Esta ha sido una gran responsabilidad para mi. Creo que de ahora en adelante mi vida cambia", declaró Mario Flores, un habitante de Iztapalapa que este año hizo el papel de Jesucristo.
Según la Conferencia del Episcopado Mexicano, la representación del Vía Crucis, y los actos de autoflagelación que allí se observan están alejados de las enseñanzas de la Iglesia.
"Respetamos, pero no podemos compartir estas prácticas teatrales que a veces llegan a actitudes de masoquisimo", señaló el sacerdote católico Héctor Hernández.
A la escenificación de jueves y viernes "santos" en Iztapalapa acuden más de dos millones de personas, entre mexicanos y turistas de varias partes del mundo.
Las autoridades destinaron este año a 2.408 policías al mantenimiento del orden. Al lugar llegaron además miles de vendedores ambulantes para ofrecer desde dulces hasta cervezas y tortillas de maíz.
Los historiadores afirman que la tradicional representación de Iztapalapa comenzó el siglo pasado como un acto de fe para mitigar los estragos causados por una epidemia de cólera.
En México se realizan, según reseñan cronistas, al menos 200 representaciones y ceremonias relacionadas con la Semana Santa.
Cerca de 50 personas con el rostro cubierto y el torso desnudo recorren las calles de Taxco de Alarcón, en el sureño estado de Guerrero, arrastrando cadenas y golpeándose con diversos objetos hasta lastimarse.
En los estados de Yucatán y Puebla, miles de personas salen en procesión con las imágenes y estatuas de las capillas.
En los templos de la capital, en cambio, las estatuas religiosas son cubiertas con mantos negros, y en el sureño estado de Oaxaca, los creyentes se encierran en las capillas y en la oscuridad absoluta profieren lamentos por la muerte de Jesucristo.
Mientras, millones de personas, ajenas a cualquier celebración religiosa, llenan los hoteles de las principales playas y disfrutan los días de vacaciones decretados por el gobierno en las escuelas y en la mayoría de oficinas públicas. (FIN/IPS/dc/ff/97)