Argentina y Brasil buscan superar definitivamente la disputa más obstinada que mantienen en el Mercosur, en la caza de fábricas de vehículos con las cuales ambos pretenden impulsar una nueva ola de industrialización.
Antes del 26 de abril, cuando los presidentes de los dos países se encontrarán en la frontera, deberá definirse la cuota adicional de exportación requerida por Argentina, para compensar una posible pérdida de inversiones desviadas a Brasil por la oferta de incentivos fiscales.
El sector automovilístico es el principal rubro industrial en el comercio bilateral.
Las exportaciones brasileñas a Argentina ascendieron a 1.102 millones de dólares en 1996, con aumento de 174 por ciento en vehículos de carga y 81 por ciento en los de pasajeros, en relación al año anterior. En cambio, Argentina colocó 104.000 automóviles en Brasil, lo que representó un tercio más de ventas.
Se trata de mercados totalmente imbricados, sin fronteras. La disputa es por inversiones que llueven en la región hace dos años y se anuncian más generosas aún.
Brasil será en pocos años el país con mayor cantidad de marcas automovilísticas, con las francesas, japonesas, coreanas e incluso una checa, sumándose a las ya presentes estadounidenses, alemanas, suecas e italianas.
Pero "el gobierno brasileño no logra definir una política clara" para el sector y su última hazaña fue dividir el país en dos, con una legislación para las regiones del sur y sudeste, y otra para el resto, se quejó Carlos Vilhena, secretario ejecutivo de la Asociación Brasileña de Importadores de Vehículos.
Su crítica se refiere a incentivos que Brasil concede desde el inicio de este año para atraer montadoras a las regiones pobres, como el noreste, sumándolos a ventajas fiscales ya ofrecidas por el régimen automotor adoptado en 1995. Cada medida es fuente de nuevos conflictos con Argentina.
Los dos países persiguen un nuevo empuje industrializante aún basado en automotores sobre cuatro ruedas, mientras otros más desarrollados se concentran en tecnologías de la información. Es el único sector en que Brasil tiene una política industrial.
Con un mercado seis veces mayor y en franca expansión, Brasil conduce esa política buscando el desarrollo económico, pero también reaccionando a presiones de la balanza de pagos y políticas. A veces atropella la integración con los vecinos.
Con un vehículo cada 10 habitantes, contra uno a cinco en Argentina y uno a dos en países más ricos, Brasil ofrece amplio mercado, lo que explica la llegada de tantas montadoras al país.
Además, unos 12 millones de automóviles que circulan en Brasil tienen más de cinco años, según Vilhena, y sólo su renovación representaría demanda para seis años con la actual capacidad de producción nacional.
Un problema radica en que, con estrategias orientadas al Mercosur, las nuevas plantas tienden a concentrarse en el sur del país, contribuyendo a mayores desequilibrios regionales en Brasil.
Las presiones políticas de las regiones más pobres eran inevitables. El gobierno brasileño cedió a sus reclamos, ampliando en enero los incentivos para montadoras que se instalen en el noreste, norte y centrooeste del país.
Es una concesión inútil porque esas regiones "no tienen escala de mercado ni producción de autopartes", coincidieron en señalar Vilhena y Michel Alaby, director de la Asociación de Empresas Brasileñas para Integración en el Mercosur.
Pero la coreana Asia Motors y la checa Skoda mordieron la carnada y decidieron instalarse en Bahia, un Estado del noreste que ya posee un centro petroquímico.
Argentina protestó y exigió compensaciones por ese mecanismo de desviación de inversiones, en la forma de mayor participación en el mercado brasileño.
Un acuerdo debe elevar de 85.000 a cerca de 100.000 vehículos, en los tres últimos años de esta década, la cuota de exportación argentina fuera del intercambio intraempresas implantadas en los paises. El flujo en sentido contrario se limitaría a la mitad.
Esos estímulos a la industria automovilística le están costando a Brasil otros cuestionamientos y concesión de cuotas con descuento arancelario a competidores europeos y asiáticos.
El tratamiento en favor del noreste y otras regiones pobres agravó las quejas.
"Dios conoce la gimnasia que hago en el área internacional para asegurare sos subsidios", que contrarían "intereses e incluso acuerdos", confesó el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, en una visita realizada al noreste el día 21. (FIN/IPS/mo/ag/if/97