MEDIO ORIENTE: Jordania y Palestina, partes del mismo proceso de paz

La opinión pública israelí, seducida por los gestos conciliatorios del rey Hussein de Jordania, confía en la coexistencia con los jordanos, mientras que en alta proporción, evalúa negativamente el proceso de paz con los palestinos.

Las fricciones entre el gobierno de Benyamin Netanyahu y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) por la construcción del asentamiento judío de Har Homa/Jabal Abu Ghoneim en el área metropolitana de Jerusalén oriental confirman ante muchos israelíes que mantienen una "mala paz" con los palestinos.

Se trata de conclusiones de una evaluación defectuosa. Pese a las diferencias que separan a Hussein del presidente de la ANP, Yasser Arafat, la paz de Israel con Jordania y su reconociliación con los palestinos son parte del mismo proceso.

"Los israelíes creen que hay una 'buena paz' con el rey Hussein y una mala paz representada por Arafat. Pero se equivocan: en los hechos, se trata de un único proceso", advirtió Uri Savir, ex director general de la cancillería israelí.

Savir partició en las conversaciones secretas con los palestinos que condujeron al acuerdo de 1993 y luego fue jefe de la delegación de Israel en las negociaciones con la ANP.

Hay varias razones, contemporáneas e históricas, que explican la popularidad entre los israelíes de Hussein, que gobierna Jordania desde 1952.

Hussein era considerado por los israelíes su "mejor enemigo", aun antes de la firma en octubre de 1994 del tratado bilateral de paz.

En desafío de la prohibición de la Liga Arabe de todo contacto con Israel, Hussein mantuvo entrevistas directas con dirigentes israelíes incluso en vísperas de la guerra de 1967, que causó a Jordania la pérdida de Cisjordania.

Entre sus interlocutores de esa época se contaron Abba Eban y Golda Meier, primera ministra a partir de 1969.

Huseein renunció en julio de 1988 a toda reclamación sobre Cisjordania cuando en ese mes cortó todo vínculo legal y administrativo con ese territorio árabe.

Eso significa que, a diferencia de otras partes implicadas directamente en el conflicto de Medio Oriente, como Líbano, Siria y los palestinos, Jordania no tiene reclamaciones territoriales ante Israel.

Aun así, las negociaciones entre israelíes y jordanos sólo tomaron fuerza después de que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e Israel firmaran en septiembre de 1993 el acuerdo que puso formalmente en marcha el proceso bilateral de paz.

Antes de ese momento, Jordania, Líbano, Siria y la OLP coordinaban estrechamente sus posiciones antes de cada ronda de conversaciones con Israel, y el papel rector correspondía a los sirios.

Amplios sectores de opinión pública en Israel no tienen en cuenta que el tratado de 1994 con Jordania, que aseguró a su país su frontera más extensa con un país árabe, no se habría materializado sin el acuerdo previo con la OLP.

El éxito en el frente jordano indujo a muchos israelíes a creer que no es necesario el pago de un precio, especialmente un precio territorial, para lograr la paz con los árabes.

Esa opinión fue alentada el comportamiento de Hussein luego de la firma del tratado de 1994.

Hussein fue el único líder árabe que en junio de 1996 concedió el beneficio de la duda al nuevo primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu.

Siete meses después, intervino con éxito ante Arafat y Netanyahu para salvar del colapso el protocolo para la parcial retirada del ejército de Israel de la ciudad cisjordana de Hebrón.

Así mismo, este mes canceló una proyectada visita a Washington para ofrecer sus condolencias a Netanyahu y a los familiares de las víctimas cuando el día 13, el soldado jordano Ahmad Mousa mató a siete niñas israelíes en el área fronteriza de Neharim. El gesto del rey fue bien recibido por el público israelí.

Hace una semana, Netanyahu negó a Hussein autorización para sobrevolar el espacio aéreo israelí. El rey jordano se proponía llevar a Arafat en helicóptero desde Amman a la franja de Gaza e interpretó como un insulto la respuesta negativa del primer ministro de Israel.

Así lo hizo saber a Netanyahu en una carta cuyo texto también entregó a la prensa. Pero su malestar no le impidió reemplazar el día 20 a su primer ministro Abdul Karim Kabariti por Abdul Salem Majali, el principal arquitecto del tratado de paz de Jordania con Israel.

De ese modo, Hussein confirmó implícitamente el deseo de Jordania de asegurar la coexistencia pacífica con Israel.

Pero más de la mitad de la población de Jordania es de origen palestino y el rey sabe que el eventual fracaso de las negociaciones entre Israel y la ANP afectaría fatalmente la reconcialiación jordano-israelí.

Fue por eso que, al visitar Israel, urgió a Netanyahu, aunque inútilmente, a olvidar el proyecto de levantar el asentamiento judío en la colina que los palestinos llaman Jabal Abu Ghoneim y los israelíes, Har Home.

El caso del nuevo asentamiento en Jerusalén oriental aisló internacionalmente a Israel, incluso ante su gran aliado estratégico, Estados Unidos, y determinó a la ANP a interrumpir todo contacto con los israelíes.

La negativa de Israel a retirar por completo sus tropas de Cisjordania y a conceder la soberanía a los palestinos no sólo bloquearía el proceso de paz con la ANP, sino que también hundiría las relaciones jordano-israelíes.

En efecto, esa eventualidad destruiría el fundamento que sostiene la reconcliación entre Jordania e Israel, que todavía no tiene raíces firmes en la población jordana.

Netanyahu se cuenta entre quienes deben comprender la indisoluble relación que guardan las dos aristas del proceso de paz de Medio Oriente. Mientras eso no ocurra, prevalecerá la incertidumbre. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ff/ip/97

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