En cuatro años, el presidente de Corea del Sur, Kim Young Sam, pasó de ser una esperanza para la reforma democrática a convertirse en el líder de un gobierno acusado de corrupción.
Kim fue en 1992 el primer presidente civil surgido de elecciones libres en más de 30 años. Firme opositor, contaba con fuerte apoyo popular, que ahora comienza a faltarle.
Al asumir su cargo en 1993, 78,4 por ciento del pueblo respaldó las promesas de Kim de "gobierno honesto, crecimiento económico robusto y justicia social".
Pero una reciente encuesta reveló que actualmente sólo 18,8 por ciento de la población respalda a Kim. La corrupción, los problemas económicos y una nueva ley de trabajo provocaron el rechazo popular.
El hijo de Kim está involucrado en un escándalo de corrupción y los principales asesores del presidente están siendo procesados en relación al caso. La mala imagen del gobierno podría hacerle perder las elecciones nacionales en diciembre.
Kim no está envuelto directamente en la quiebra de Hanbo Steel, cuyas autoridades están acusadas de sobornar a los asistentes y al hijo del presidente para obtener préstamos que causaron la quiebra de la compañía este año.
En febrero, Kim se excusó ante la televisión nacional por "no haber enseñado a mi hijo cómo obrar bien".
Se acusa a Kim Hyun Chul, el hijo del presidente, de haber aceptado sobornos de un funcionario de Hanbo y de interferir en las decisiones del gobierno.
Hanbo, uno de los mayores conglomerados familiares del país, quebró bajo el peso de 5.800 millones de dólares en deuda en enero. El llamado "Hanbogate" (por el escándalo de Watergate que obligó a renunciar al presidente estadounidense Richard Nixon) , podría ser el fin del gobierno.
El mal rendimiento económico del año pasado también cuestiona la capacidad de Kim para guiar al país en la transición hacia una economía desarrollada.
Irónicamente, fue ratificado el pedido de ingreso de Seúl a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Los sindicatos se oponen a una nueva ley que facilitaría el despido de los trabajadores, lo que también afectó la imagen de Kim.
Muchos ciudadanos de clase media no están conformes con la campaña de reformas. Asimismo, la designación de asistentes cercanos del presidente en puestos claves del gobierno ponen en duda sus promesas de "justicia social".
Los problemas económicos también afectaron al gobierno y a los "chaebol", los grandes conglomerados que impulsaron la industrialización del país.
Se espera un crecimiento del producto interno bruto (PIB) menor a seis por ciento, una desaceleración con relación al nueve por ciento de 1995. El ingreso neto de los 30 mayores "chaebol" de Corea se redujo 90 por ciento entre 1995 y 1996.
La nueva ley de trabajo que el gobierno aprobó en diciembre llevó a que por lo menos un millón de personas manifestaran en su contra y lanzaran una serie de huelgas antigubernamentales.
Sin embargo, pocos niegan que Kim instrumentó reformas sin precedentes.
La encuesta reveló que 25,7 por ciento aprueba el "sistema de transacción financiera" incorporado por Kim para restringir el mercado negro de dinero.
Trece por ciento aprobó su decisión de que los funcionarios públicos declararan su patrimonio. El ingreso de Corea del Sur a la OCDE también fue respaldado por los coreanos.
Sin embargo, sectores críticos sostienen que las reformas financieras de Kim prácticamente no cambiaron el sistema financiero anticuado y dominado por el gobierno.
La promesa de Kim de concentrar su empeño en las pequeñas empresas no impidió la expansión de los "chaebol" ni los vínculos entre políticos y empresarios que dieron lugar a escándalos de corrupción.
La promesa de Kim de tener un gobierno honesto condujo a la prisión de dos ex presidentes de Corea del Sur, Chun Doo Hwan y Roh Tae Woo, por corrupción y por su papel en la masacre de civiles por el ejército en Kwangju, en 1980.
Muchos coreanos piensan que Kim no es corrupto pero sí incompetente, a pesar de sus buenas intenciones.
La prensa sostiene que Kim debería limitarse a recuperar la economía del país, en vez de instrumentar cosas nuevas.
Recientemente, el presidente designó a Lee Hoi Chang, político con respaldo de organizaciones comunitarias, como presidente del Partido Nueva Corea, y se espera que sea su candidato para la presidencia.
Los analistas sostienen que con la designación, Kim trata de recuperar la credibilidad de su partido y desviar la atención de los escándalos de corrupción hacia la campaña electoral.
Se espera que la deuda externa de Corea del Sur de 110.000 millones de dólares aumente a 140.000 millones, equivalentes a 27 por ciento del PIB. El número de desempleados aumentó de 378.000 en septiembre de 1996 a 551.000 en enero de 1997. (FIN/IPS/tra-en/amy/js/aq-jc/ip/97