La apertura de las fronteras hacia productos y servicios provenientes de países con un mayor grado de desarrollo industrial ha transformado la vida de miles de personas en Ecuador que dependen de la producción artesanal.
En Quito, los pequeños talleres de costura, sastrería, confección y reparación de calzado y tantos otros oficios que formaban parte del escenario urbano y cultural de los capitalinos son cada vez más difíciles de encontrar.
En su lugar ahora predominan las "delicatessen", que ofrecen productos importados de todo tipo, a bajo costo y, por lo general, de muy mala calidad.
Ahí se pueden encontrar desde caramelos y zapatos hasta ropa usada, medias, artículos de oficina y comestibles enlatados de diverso origen.
"Se ha discutido mucho sobre el impacto del libre comercio sobre la economía ecuatoriana, pero siempre desde una perspectiva macroeconómica", apuntó Simón Cañarte, economista y miembro de la Cámara de Pequeños Comerciantes de la provincia de Pichincha, que aloja a la capital.
"Sabemos que muchos industriales han tenido que acondicionarse a los nuevos tiempos y otros asumieron la imposibilidad de competir y optaron por cerrar su negocios", consideró.
"Pero el mayor impacto lo han padecido las empresas familiares y artesanales, que son parte fundamental de la economía de Ecuador y sobre las que no existen datos estadísticos ni estudios serios", apuntó Cañarte.
"No podemos competir con los ternos (traje sastre) que se hacen en serie y que vienen de China, Taiwan y Estados Unidos", comentó a IPS Santiago Andrade, un sastre de 50 años que lleva en el oficio "tres décadas de trabajar y una de aprender".
Andrade mantiene abierto su local en el centro histórico de Quito, pero "cada vez hay menos clientes", pues "solo se quedan los viejos que saben reconocer la calidad del trabajo manual".
Según este sastre, con los trabajos que realiza apenas le alcanza para cubrir los gastos del local que arrienda. "He tenido que convertirme en un remendón. Hago trabajos de costura, zurcidos invisibles y ese tipo de cosas", dijo.
Para el zapatero Alfredo Flores, el panorama es similar, ya que "la gente compra calzado importado que resulta más barato y cuando ya no le sirven prefiere adquirir otro par antes que mandarlo a reparar".
En febrero se instaló una compañía estadounidense de reparación de calzado "con grandes máquinas que hacen el trabajo en unos minutos", según Flores.
Otro oficio casi totalmente extinguido es el de reparación de medias para mujeres. "Ahora, cuando se desgarra una media de nylon, porque ya no son de hilos finos, es fácil comprarse otras", se lamentó Flores.
Mientras existe un desplazamiento laboral por las nuevas formas de consumo, "se abren otros espacios de subsistencia para la gente, que intentan rescatar las viejas formas de producción, con una visión más amplia del mercado", dijo a IPS Trilce Oña, de la fundación Esquel.
Tal es el caso de "Los dulces de antes", una pequeña empresa que contó con el apoyo económico de Esquel para su formación y que se dedica a promover las golosinas tradicionales ecuatorianos que aún se fabrican caseramente en los barrios populares de la capital.
Los jóvenes empresarios recolectan los dulces, los empacan y los comercializan en las grandes cadenas de supermercados. De esta manera "los fabricantes continúan produciendo y obtienen mayores ganancias".
"Tal vez este pequeño proyecto sea la forma de integrar las contradicciones que parecen infranqueables entre la tradición y la globalización", concluyó Oña. (FIN/IPS/mg/dg-mj/pr-if/97)