Los migrantes internos en Cuba van del campo al pueblo, del pueblo a la gran ciudad y, como si la mala suerte los acompañara, terminan sin encontrar solución a todas sus agonías en las calles de esta capital.
La crisis económica iniciada en 1990 reeditó la historia vivida hace más de tres décadas y devolvió a La Habana su carácter de gran receptora de personas que abandonan sus lugares de origen en busca de mejores condiciones de vida.
Sin embargo, estudios especializados aseguran que la migración se produce para mal de sus protagonistas, que llegan a una ciudad incapaz de satisfacer las necesidades de sus más de dos millones de habitantes.
Blanca Morejón, especialista del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, aseguró al semanario Trabajadores que en la emigración hacia la capital cubana en los años 90 predomina "un movimiento social descendente".
En entrevista concedida al órgano de la Central de Trabajadores de Cuba, única organización sindical del país, la experta aseguró que buena parte de los que emigran a La Habana "empobrecen o degradan su situación laboral".
Morejón, quien dirigió la Encuesta Nacional de Migraciones Internas concluiada el año pasado, aseguró que lo más significativo es que muchas personas no llegan a La Habana buscando trabajo sino que "dejan empleos en sus lugares de origen".
Según datos oficiales, en la década del 50 el saldo migratorio a la capital cubana era de 20.000 a 25.000 personas anuales y en 1959, año del ascenso al poder de Fidel Castro, se elevó a 43.000 personas.
Los expertos califican como admirable que a partir de 1965 y hasta 1990 Cuba lograra regular esa migración hacia la capital en torno a unas 10.000 personas al año.
El descenso de la emigración hacia La Habana se atribuye a una política centralizada del gobierno, que durante más de 20 años estuvo destinada a lograr un desarrollo armónico de todas las regiones del país y eliminar las diferencias más agudas entre la ciudad y el campo.
Mientras La Habana creció a un promedio anual de 0,7 por ciento entre 1970 y 1980, Bogotá lo hizo a tres por ciento, Caracas dos, Ciudad México 4,2, Lima 3,7, Santiago de Chile 2,6 y Sao Paulo 4,4 por ciento, según el semanario Trabajadores.
Pero en 1990, con el inicio de la actual crisis económica, se produjo un salto en el flujo migratorio hacia La Habana que, con más de 43.000 inmigrantes, reeeditó la situación anterior a la década del 60.
El saldo migratorio fue de 13.000 personas en 1990, 16.000 en 1994, 22.000 en 1995 y 27.000 en 1996.
"Entre 1989 y 1992, por cada trabajador que ganó la ciudad ingresaron 29,9 personas inactivas, predominando entre éstas los adultos en edad laboral que no buscaban trabajo", afirmó Trabajadores.
De mantenerse esta tasa, la capital de Cuba incorporaría como carga social 27.000 personas inactivas por cada 900 personas que ingresen a trabajar en los sectores de la economía donde se necesita de fuerza de trabajo.
"La migración interna no es la causa de los problemas de La Habana, aunque ella, en la situación existente, contribuye a agravarlos", dijo Morejón.
"Si no hay vivienda para el que ya está, mucho menos puede haberla para el que llega. Y en todo lo demás, alimentos, agua, electricidad, gas, servicios básicos, ocurre lo mismo. Esto agudiza los problemas de la ciudad", añadió.
Según el Anuario Demográfico de Cuba, publicado el año pasado por la Oficina Nacional de Estadísticas, Cuba tenía 10.979.510 habitantes a fines de 1995, de los cuales 2.176.563 vivían en La Habana. Ese año llegaron a La Habana 53.206 inmigrantes.
La capital de Cuba reportó ese año una tasa media de crecimiento de 7,7 por cada mil habitantes y una tasa de crecimiento natural de 3,5 por cada mil habitantes.
La crisis económica afectó las condiciones de vida de La Habana, donde se concentran serios problemas de vivienda, higiene y de satisfacción de los servicios básicos de la población, provocó en 1983 un descenso del producto interno bruto de 34,3 en relación con 1989.
Aunque la economía comenzó a emitir signos de recuperación en 1994 y creció 7,8 por ciento en 1996, fuentes gubernamentales reconocen que el avance aún no tiene efectos positivos en las condiciones de vida de la población.
La encuesta de migraciones realizada el año pasado arrojó que 846.000 personas manifestaron "querer cambiar de domicilio" y 185.000 aseguraron que eligirían La Habana como lugar de destino.
En los próximos años será dificil modificar la actual tendencia migratoria, dijo Morejón, y el Estado deberá evaluar las medidas para desestimular la inmigración hacia la capital y, sobre todo, la permanencia en ella. (FIN/IPS/da/ag/pr/97