La Revolución Verde salvó a millones de asiáticos del hambre con el arroz de alto rendimiento y las semillas de trigo, per tuvo consecuencias sociales y ambientales adversas.
Suelos arruinados y campesinos en bancarrota por el precio de los fertilizantes y los agroquímicos es el costo pagado por esa transformación.
En este antiguo enclave colonial francés en la costa oriental de India, el arquitecto de la Revolución Verde trata de enmendar la situación con una nueva agricultura que no agreda al ser humano ni a la naturaleza.
M. S. Swaminathan dirigía el Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI) en Filipinas cuando desarrolló las semillas de la Revolución Verde. Actualmente volvió a India y creó su propia Biociudad Experimental.
Swaminathan la llama agricultura sostenible y afirma que está pensada para la gente, a favor de la naturaleza, los pobres, las mujeres y el empleo, todo lo que la Revolución Verde no era.
También es una muestra de lo que parece ser el nuevo principio que rige al desarrollo, la participación total de las personas que se beneficiarán con la iniciativa desde su planificación hasta su realización.
Participación es una palabra que está de moda, pero muy pocas iniciativas incorporan realmente a los habitantes locales en la toma de decisiones sobre las cosechas, los ciclos de reproducción, las semillas y el riego.
La Biociudad no responde al modelo tradicional de donante- beneficiario que conducía a un estado de dependencia que incapacitaba al beneficiario para actuar por su cuenta.
La participación tampoco es simbólica. Comprende la colaboración del gobierno, los organismos financieros, los intelectuales, las organizaciones no gubernamentales y los ciudadanos que no sólo aprenden las nuevas tecnologías sino que comparten su conocimiento práctico.
La asociación con el pueblo puede ser una relación simbiótica donde los socios enseñan y aprenden mutuamente. La Biociudad es una mezcla de métodos tradicionales y tecnologías modernas, expresa Swaminathan.
Swaminathan participó en una conferencia sobre la puesta en práctica de los conceptos acordados en el Plan de Acción adoptado en la Cumbre Mundial de la Alimentación organizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Roma el año pasado.
La FAO instó a los gobiernos a que mobilicen a los pobres para eliminar el hambre.
"Los enfoques participativos deben garantizar la integración de grupos vulnerables como los jóvenes, los ancianos y las mujeres, en los cambios previstos", consideró.
Los delegados de la Cumbre Mundial de la Alimentación y la Declaración de Roma de 1996 reconocieron que la seguridad alimentaria sólo se logrará mediante la acción combinada y cooperativa de los distintos actores y sectores, afirmó Henri Carsalade, vicedirector general de la FAO.
A. T. Ariyaratne, ganador del Premio Gandhi de la Paz en 1996, sostuvo que los proyectos que integran activamente a la gente perduraron, mientras que los que fueron impuestos sólo por el gobierno fracasaron.
Agregó que la sostenibilidad de la asociación con los ciudadanos se podrá lograr sólo si los integrantes son potenciados para participar en igualdad de condiciones.
Ashish Bose, profesor honorario en el Instituto de Crecimiento Económico de Nueva Deli, entiende que la asociación con la gente debe ser en igualdad de condiciones y no en una relación jerárquica. (FIN/IPS/tra-en/lbb/an/aq/97