ARGENTINA: Viejos pecados de la carne se purgan con agua mineral

En busca de una alimentación más sana, los argentinos están reemplazando de su mesa el tradicional bife de carne vacuna con vino tinto y pan, por una dieta más variada de verduras, frutas, pollo, pescado y agua mineral.

Pero a pesar de los esfuerzos, las enfermedades cardiovasculares siguen siendo aquí la primera causa de muerte entre los adultos.

Y más aún, para sorpresa de los cardiólogos, el infarto comienza a ser una afección común entre la población menor de 40 años, por las exigencias laborales, el tabaco y el exceso de actividad.

Según los registros de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, Argentina y Uruguay continúan siendo los dos países del mundo donde se registran los mayores consumos de carne. Pero si se compara con otras épocas, los bifes ya no reinan sobre los manteles.

En la década del '60, cada argentino comía 90 kilogramos de carne de vaca al año. En los '90, el decenio comenzó con 71 kilos y ya no paró de bajar.

En 1992 fueron 66 kilos, en 1995 65 kilos y en 1996 se llegó a 56 kilogramos, el mismo número que en Uruguay.

Los nutricionistas atribuyen la merma a la influencia del discurso sanitarista que insistió en la necesidad de evitar el exceso de colesterol.

La gente ahora considera que no es bueno comer tanta carne, y que en cambio hay otros alimentos de alta calidad y contenido nutricio con los que pueden alternar la dieta, según observan las ecónomas.

Hasta hace algún tiempo, las amas de casa consideraban que si no podían ofrecer un "churrasco" -carne sin hueso- a sus hijos cada día de la semana, su desarrollo futuro corría serio peligro. Ahora es al revés y no es por un problema de bolsillos.

De hecho, entre 1992 y 1996 el área sembrada con verduras y frutas orgánicas -sin químicos ni fertilizantes- pasó de 500 a 12.000 hectáreas aun cuando el precio de este tipo de productos es 50 por ciento mas alto. También hay carne y pollo orgánicos, más caros pero criados con los cuidados de un niño.

En algunos casos no sólo bajó la frecuencia sino que la carne desapareció de la vida de los argentinos.

Los pediatras observan que, antes de la primera consulta muchos padres quieren saber si el médico aceptará que hayan desterrado la carne de sus cocinas.

Los especialistas creen ahora que es posible reemplazar con otros alimentos el hierro que contiene la carne, y reciben sin prejuicios a los padres "herejes".

Así, los carniceros se lamentan de ver a sus clientas mirarlos con desdén, mientras hacen fila frente a las verdulerías y los locales de venta de pollo y pescado.

La carne, con y sin razones, quedó identificada con las enfermedades cardícas, los accidentes cerebrovasculares, la arteriosclerosis y hasta con el cáncer.

En contrapartida, el consumo de pollo se incrementó notablemente. En los últimos cinco años, se pasó de 10 a 12 kilogramos por persona por año a 23 kilogramos por persona en 1996, el último registro.

De nada sirven los congresos en los que investigadores ligados a la producción de carne muestran que algunos cortes vacunos tienen menos grasa que el pollo, engordado con alimentos hipocalóricos.

El pollo ahora no falta en una dieta para bajar de peso, controlar el colesterol, la presión alta o la diarrea y es la comida que más se repite en los hospitales.

La misma corriente empujó el consumo de pescado, hasta entonces un "marginal" de la cocina de todos los días.

Argentina es un país que, por su ubicación sobre el Atlántico Sur, tiene una creciente producción pesquera. Hasta estas costas llegan buques de casi todo el mundo por merluza, calamares y otras especies.

Los especialistas -cardiólogos, nutricionistas, dietistas- recomiendan el consumo de pescado hasta tres veces por semana, una frecuencia impensada hace apenas una década. Por eso, ahora hay más pescaderías y en todas se ofrece una mayor variedad para alternar los platos.

El auge de las tiendas de productos macrobióticos y la moda de la cocina vegetariana, sirvieron para incorporar una mayor variedad de frutas y verduras a la mesa.

Lo mismo ocurrió con el furor por las comidas y bebidas dietéticas, verdadera obsesión de los argentinos.

Detrás de Estados Unidos y Francia, Argentina es el tercer país del mundo en consumo de edulcorantes. Gordos o delgados, muchos argentinos ya no recuerdan el sabor del azúcar.

Los vinos argentinos -otro producto que por su calidad es apreciado en todo el mundo- se vieron desplazados hacia el fin de semana o los grandes acontecimientos.

Pese a los intentos de recuperar el mercado a través de avisos sanitarios nada sutiles como el que reza "Un vaso de vino por día ayuda a evitar el infarto", el consumidor le baja el pulgar.

Así como la carne ya no abunda en los días de semana y se impone el domingo en las tradicionales "parrillas" o "asados" – la comida en familia o con amigos-, el vino también quedó como una satisfacción de días festivos.

En los años '70, cada argentino ingería 92 litros de vino por año. La tendencia comenzó a declinar, dejando paso a la más ligera y económica cerveza, las gaseosas, los jugos artificiales y el agua mineral. Hoy cada uno bebe apenas 41 litros de vino por año.

Para horror de los enólogos, hay en cambio una tendencia creciente a consumir agua mineral.

En la mayoría de los hogares de ingresos medios y altos, el agua mineral reemplazó a la que sale de las cañerías, que, pese a ser potable, se la restringe al aseo y a los usos de cocina.

Pero a pesar de tantas renuncias a la hora de comer, los resultados epidemiológicos no son favorables. (FIN/IPS/mv/dg/he-pr/97)

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