AMERICA LATINA: La "inestabilidad estable"

El viejo dicho latinoamericano "si hay gobierno estoy en contra" volvió a la escena política para expresar un nuevo ciclo de inestabilidad institucional en la región.

La expresión fue incorporada al anecdotario político latinoamericano como un símbolo de la era de los cuartelazos y revoluciones que marcaron la historia del continente a fines del siglo pasado y principio del actual.

Pero a partir de 1990, tanto el golpismo como los golpistas han sido convertidos en anatema por la casi totalidad de los políticos, e incluso por algunos militares.

No obstante, la inestabilidad continuó siendo un desafío para los políticos y gobernantes.

Si antes resultaba de conflictos entre caudillos, partidos y oligarquías demasiado fuertes, hoy la causa del renovado fenómeno es la debilidad coyuntural de los principales protagonistas en la lucha por el poder, en un contexto de creciente protagonismo político de la denominada sociedad civil.

El presidente de El Salvador, Armando Calderón Sol, en el poder desde hace dos años, es la más reciente víctima del dicho "si hay gobierno estoy en contra".

Calderón Sol y su partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), perdieron las elecciones legislativas y departamentales del 16 de marzo, pese el éxito de un programa de ajuste económico neoliberal.

El humor de los electores está oscilando mucho en todo el continente. Lo que parece seguro y estable en una determinada coyuntura política puede dejar de serlo en cuestión de meses, como ocurrió hace poco en Ecuador, donde el presidente Abdala Bucaram fue destituido a los seis meses de iniciar su mandato.

Carlos Menem, en Argentina, y Alberto Fujimori, en Perú, están pagando el precio de la creciente volubilidad electoral y ya nadie da como seguro que serán reelegidos para un tercer mandato.

En casi todos los países latinoamericanos ya existe una clara tendencia hacia un equilibrio entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. Cuando el presidente gana mucha influencia política, los electores tratan de fortalecer otros polos, como el parlamento o las administraciones regionales.

Eso crea una situación en la que cada vez resulta más difícil lograr una hegemonía absoluta de un sector político, empresarial o militar sobre los demás. En otros tiempos, esa hegemonía era vista como sinónimo de estabilidad y tranquilidad por las élites nacionales en América Latina.

Hoy la tendencia sería hacia una "inestabilidad estable", según definición de un cientista político brasileño. El equilibrio inestable entre poderes y sectores sociales, en constante proceso de acomodo, sería la base de la moderna estabilidad política.

El nuevo proceso parece tan vulnerable como el anterior a los sobresaltos y golpes de timón.

Pero el riesgo de ruptura institucional o grave convulsión social estarían drásticamente limitados por el creciente protagonismo de la sociedad civil en situaciones críticas, como las ocurridas en el continente en los últimos cinco años. (FIN/IPS/cc/ag/ip/97

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