El triunfo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en las elecciones parciales de El Salvador constituye una de las experiencias más exitosas de "reconversión" de las guerrillas latinoamericanas.
Como el FMLN, otros grupos insurgentes de la región tras abandonar las armas decidieron incorporarse a la lucha política y presentar candidatos en comicios nacionales.
El que más lejos llegó en esa vía fue el M-19 de Colombia, que tras su legalización en 1990 consiguió atraer una fuerte corriente de simpatía y cosechó buenos resultados electorales.
Pero poco después fue prácticamente barrido como expresión electoral, en parte por su carencia de un proyecto político claro, según analistas de ese país.
En Uruguay, el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN- T), muy activo en los años 60 y primeros 70, cuando se convirtió en uno de los principales referentes de la guerrilla urbana en América Latina, también tiene actualmente representación parlamentaria.
Uno de sus dirigentes históricos, José Mujica, es diputado, mientras otra de sus principales figuras de los años 70, Jorge Zabalza, separado formalmente de las filas del MLN pero que continúa reivindicándose como "sentimentalmente tupamaro", preside la Junta Departamental de Montevideo.
Un caso distinto es del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de Nicaragua, que llegó al poder por las armas tras derrocar al dictador Anastasio Somoza en 1978 y que en 1990 compitió en elecciones libres, en las que fue derrotado.
El FSLN constituye en la actualidad el principal partido de la oposición nicagüense.
También en América Central, tras la firma de los acuerdos de paz con el gobierno en diciembre pasado, la Unidad Revolucionaria Nacional Guamalteca (URNG) habrá de presentar candidatos propios a los comicios.
En otros países latinoamericanos las guerrillas de los años 70 se disolvieron lisa y llanamente, y algunos de sus líderes se incorporaron a distintos partidos políticos.
Es el caso del brasileño Fernando Gabeira, hoy diputado por los "Verdes", o del argentino Fernando Vaca Narvaja, ex integrante de la conducción del grupo Montoneros y actual dirigente del oficialista Partido Justicialista (peronista).
También ex militantes de primer plano del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile ocupan cargos de responsabilidad en el cogobernante Partido Socialista. Otro sector del MIR decidió continuar con la lucha armada tras la caída del gobierno militar en 1990.
En algunos países sudamericanos, la guerrilla permanece activa.
En Colombia, el reverso del caso del M-19 lo constituyen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL).
Esos grupos insurgentes controlan hoy de hecho vastas zonas del territorio nacional, y desde 1985 han extendido su presencia de 173 a 622 municipios (más del 50 por ciento del total).
Sin participar en elecciones de ningún tipo, en esas zonas la guerrilla ejerce una suerte de "veeduría armada", "tiene el manejo de los presupuestos y vigila las relaciones del alcalde con los políticos", señaló el analista Javier Darío Restrepo em el diario El Espectador.
Los grupos armados colombianos, que en el pasado aspiraban a tomar el poder central, a imagen de lo sucedido en Cuba con la guerrilla conducida por Fidel Castro, hoy apuntan a controlar de hecho los gobiernos locales, "en un país que dispersó el poder en más de mil municipios", indicó el comentarista.
En Perú, Sendero Luminoso continúa activo a través de un sector conducido por el "comandante Feliciano", que se negó a acatar la orden de abandono de las armas dada hace años desde la prisión por el líder histórico Abimael Guzmán.
También se mantiene operativo el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, que se hizo notorio internacionalmente en diciembre pasado con la toma de la embajada de Japón en Lima.
Un caso atípico, tanto en su conformación social como en su lenguaje y aspiraciones, es el de la guerrilla indigenista del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, surgida en 1995 en el estado mexicano de Chiapas, uno de los de mayor proporción de población autóctona de ese país.
Los grupos ex guerrilleros latinoamericanos que han aceptado plegarse a la lucha política coinciden en cuanto a la inviabilidad actual de la vía armada o en la consideración de que los "objetivos socialistas no están en el orden del día inmediato" así como en su resistencia al neoliberalismo.
Pero entre ellos hay matices e incluso diferencias. Mientras los Tupamaros uruguayos o los sandinistas nicaragüenses manejan definiciones más propias de la izquierda clásica, estatista, dirigentes del FSLN salvadoreño se dicen partidarios de una "economía social de mercado".
En ese marco, no descartan privatizaciones de empresas públicas y arguyen que en su país la puesta en práctica de mecanismos de una "real economía de mercado sería revolucionaria", porque los grupos de poder nacionales están ligados a monopolios y oligopolios.
Sandinistas y FSLN han sufrido escisiones "por la derecha".
En el segundo caso, un sector liderado por el ex comandante Joaquín Villalobos se alió en el parlamento con la gobernante Alianza Republicana Nacionalista (Arena), creada por inspiradores de los escuadrones de la muerte ultraderechistas activos sobre todo en los años 70 y 80. (FIN/IPS/dg/ag/ip/97