Si se le mira de cerca, el conflicto en Albania parece a un enfrentamiento entre el norte y el sur del país. Los medios de comunicación lo han presentado, de hecho, como un choque entre clanes.
La realidad es que ciudadanos del sur del país combaten contra unidades del ejército regular y la policía secreta cuyos integrantes proceden en su mayor parte del bastión del presidente Sali Berisha, en el norte montañoso.
Los clanes o las tribus de Albania jugaron durante centurias un papel significativo en la conflictiva historia del país. Todos los gobernantes dependieron de sus filiaciones de clan. El régimen comunista de Enver Hoxha se basó en los del sur. El de Berisha, en las septentrionales montañas Tropoja.
Pero Albania nunca se sumergió en una guerra abierta de clanes entre el sur y el norte, a pesar de las considerables diferencias entre los hablantes del idioma gheg en el norte y los de tosk en el sur.
Con la excepción de la región de Shkodra, el montañoso y predominantemente ganadero norte sufre una profunda pobreza en comparación con el sur, más próspero y dinámico.
El norte también se vio relegado respecto del sur cuando las diferencias de idioma fueron laudadas en 1972 a través de una ley que declaró el tosk como único dialecto oficial en toda Albania.
En el área circundante a Tirana, tribus del norte y del sur se han mezclado y las diferencias entre las dos regiones se desdibujaron después de la segunda guerra mundial.
La invasión otomana de Albania en el siglo XIV, tras la cual se dividió el país en unidades administrativas (los "vilayets" o "pashaliks"), fue la primera marca de diferencias entre norte y sur.
Aun así, las divisiones entre hablantes de gheg y hablantes de tosk era muy relativa en pujantes ciudades como Scutari, Skopje, Elbasan, Berat y Janina, a las que se trasladaron personas de todo el territorio, y la considerable autonomía que se otorgó a las tribus montañosas del norte.
Líderes históricos tosk como Kara Mahmut Pasha o Alí Pasha Tepelana atacaron a sus vecinos más débiles para ampliar sus territorios y no vacilaron en emplear a mercenarios gheg para acabar con revueltas entre los cristianos de Himara, en el sur.
El triunfo de Hoxha alentó la posibilidad de un conflicto abierto entre las regiones, cuando sus simpatizantes del sur del país destruyeron sistemáticamente la cultura del norte, especialmente en Scutari, la capital de esa zona.
Los seguidores de Hoxha también aplastaron brutalmente a la comunidad católica, históricamente asentada en el norte. El presidente designó de forma gradual a dirigentes del norte en su gobierno para presentar su "proletariado del pueblo" como un fenómeno nacional.
Incluso su sucesor, Ramiz Alia, a quien designó personalmente, procedía de Scutari.
Por primera vez en cinco años en la presidencia, Berisha siguió las mismas tácticas que sus predecesores comunistas. Pero no nombró a sureños en cargos de gobierno ni intentó ganarse la simpatía del sur.
Por el contrario, conspicuos integrantes de clanes de Tropoja y otras regiones del norte fueron designados alcaldes, jefes de policía y funcionarios en ciudades del sur.
Sus regímenes fueron corruptos. Y la indiferencia de Berisha por las cuestiones del sur generó odio hacia el presidente y su gestión.
La caída del régimen piramidal de préstamos en el que la población invirtió sus ahorros convirtió el resentimiento alimentado largo tiempo en una rebelión abierta, durante la cual gran cantidad de soldados regulares desertaron al sur y se enfrentaron a los "jefes de clanes" y a Berisha.
Se dice que el presidente intentó movilizar a los jóvenes norteños para resistir a "los rebeldes del sur", para lo cual afirmó que "quieren tomar Tirana y luego avanzar sobre el norte".
No parece viable que esta propaganda tenga éxito y convierta, por primera vez, un choque entre el estado y el pueblo en una guerra civil entre sur y norte.
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(*) Ardial Klosi reside en Alemania y es un colaborador habitual del diario opositor albanés clausurado Koha Jone. Este despacho se extrajo de la edición en inglés de ese periódico, publicado por un consorcio integrado por Inter Press Service (IPS), Index on Censorship, Artículo 19, Human Rights Watch y la Federación Internacional de Derechos Humanos de Helsinki. (FIN/IPS/tra- en/kj/rj/mj/ip/97