AFGANISTAN: Los travestidos huyen al antiguo enclave del Talibán

Esta ciudad paquistaní, donde se gestó la milicia fundamentalista islámica Talibán que gobierna hoy en Kabul, se ha convertido, paradójicamente, en el punto de confluencia de los travestidos que se vieron obligados a huir de Afganistán.

Un hombre joven de brazaletes y ojos delineados atraviesa un laberinto de callejuelas en este viejo barrio de Peshawar conocido como Qissa Khawani, que significa "bazar de los embusteros".

Al llegar a una antigua casa, saluda a otro atractivo adolescente que viste el tradicional pantalón holgado "salwar kamez". Toca el timbre y varios curiosos asoman las cabezas.

La puerta se abre y Selim sube las escaleras. Se saca su capa color caqui y se suelta el cabello, que cae hasta los hombros.

Los jóvenes que ya están allí no se parecen al resto de los hombres de este pueblo en la frontera. La mayoría son imberbes, y un afgano o paquistaní no es considerado hombre hasta que la barba, o al menos el bigote, se asomen en la cara.

Una de las primeras normas decretadas por los Talibán, la milicia fundamentalista islámica paquistaní entrenada en Peshawar que hoy gotierna en Kabul, fue prohibir a los hombres que se afeiten. Se amenazó a los barberos con que les cortarían los dedos si llegaban a afilar una navaja.

Todo el licor de la ciudad fue confiscado y los tanques les pasaron por encima. Las cintas de vídeo y música fueron destripados. Los bailes, conciertos y recitales ya habían sido prohibidos por el gobierno anterior.

Las mujeres perdieron sus libertades y deben vestir todo el tiempo el velo "burqa".

Los profesionales e intelectuales fueron los últimos en abandonar Kabul. Entre los primeros figuraron los travestidos conocidos como "hijras", que suelen trabajar como bailarinas en las fiestas de boda.

Como Selim, que tiene 19 años y pertenece a una familia empobredida de Kabul, muchos de ellos terminaron en el noroeste de Pakistán.

Como el resto de las bailarinas, que se llaman "hermanas" unas a otras, Selim se mueve como si frente a él hubiera cámaras de cine. Trabaja de día en un restaurante y baila de noche. Con el dinero que obtiene, ayuda a su familia en Kabul, que ya ha arreglado su matrimonio.

Tanto en Afganistán como en Pakistán, el casamiento se considera una obligación, en especial si el hombre es un "bachabaz" (homosexual), un hijra o incluso un castrado.

"Si supieran en qué trabajo, me matarían. Creen que estoy empleado en una carnicería. No saben que el carnicero es mi novio y que yo estoy interesado en otra carne", bromea.

A pesar de la intolerancia impuesta por los Talibán, los hijras jugaron un papel importante en el mundo musulmán. Los emperadores medievales mughal los contrataban como ayudantes de las damas en el Fuerte Rojo de Delhi. También trabajaban como sirvientes, pues no ponían en riesgo la castidad del harén.

Hoy, se los ve en las bodas o en las calles trabajando como prostitutas en lo que fue el territorio del imperio mughal (Pakistán, India y Bangladesh).

Algunos hijras son realmente eunucos castrados. Unos pocos de ellos nacieron hermafroditas. Otros, simplemente, se visten de mujer.

En la conservadora Pakistán, donde rige la "ley seca", no existen bares, y menos aun alguno que pueda considerarse un punto de encuentro de los homosexuales. Además de los cines o los baños públicos donde se reconocen por sus gestos, muchos van a las casas donde viven los hijras.

Cuando cae la noche, los jóvenes imberbes de Qissa Khawani hacen un milagro con un poco de maquillaje y algunos vestidos. Algunos de los bailarines se preparan para dos fiestas de boda en una habitación humeante de hachís.

Falaknaz, el guapo adolescente que Selim encontró en el callejón, se sienta con su amante veinteañero, Shafi, dueño de una tienda de arrendamiento de vídeos en Takth-e-Bahi. Esperan que los bailarines se apronten y marchen juntos a la boda.

Uno de los bailarines, Javed, tiene 13 años y durante el día es estudiante en un colegio islámico. Pero se ha transformado en una damisela de labios rozagantes. A Fayyaz, otro bailarín, comienza a crecerle la barba y debe maquillar su bigote con una gruesa capa de maquillaje. No desea afeitarlo.

Las danzas de los travestidos son toleradas como un mal necesario en Pakistán y Afganistán. La homosexualidad es considerada una inclinación para desarrollar a hurtadillas.

Cuando los bailarines han terminado de maquillarse, se retiran del bazar. En la puerta los esperan los vehículos arrendados que los llevarán a las fiestas de bodas. (FIN/IPS/tra-en/dbh/an/mj/pr cr hd/97

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