Nawaz Sharif, líder de la Liga Musulmana, comenzó hoy su segundo periodo de gobierno en el inestable Pakistán con la autoridad que le confiere su aplastante triunfo en las elecciones del 3 de este mes.
Los observadores políticos confían en que Sharif, un empresario, no desperdicie su nueva oportunidad como primer ministro. Ningún gobierno civil finalizó su mandato de cinco años, y el país estuvo controlado por regímenes militares la mayor parte de su historia independiente, comenzada en 1947.
El jefe de la Liga Musulmana fue primer ministro de 1990 a 1993, cuando acusaciones de corrupción le costaron el puesto. La Corte Suprema de Justicia lo exoneró de culpa. Pero Sharif renunció en julio y en octubre resultó derrotado por su archirrival Benazir Bhutto en elecciones avaladas por el ejército
Bhutto, del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), fue depuesta en noviembre de 1996, también acusada de corrupción, y hace dos semanas se vio superada por Sharif en la cuarta elección general en ocho años.
Bhutto y Sharif se han alternado en el poder desde 1988, cuando el PPP se impuso en los primeros comicios tras 15 años ininterrumpidos de poder militar.
"Existe la presunción de que su victoria sólo significará" a Sharif "subir para caer de más alto", comentó M.A. Niazi, un analista político de Lahore, la capital de Punjab, un estado que se pronunció de modo abrumador por la Liga Musulmana.
Sólo 37 por ciento de los ciudadanos habilitados en todo el país para votar concurrieron a las urnas el día 3, aunque para conceder una victoria sorpresivamente holgada a la Liga Musulmana.
Bhutto aceptó su derrota electoral, la más humillante de su trayectoria política, tras manifestar inicialmente reservas por supuestas irregularidades.
Un equipo de observadores, que no halló pruebas de las denuncias de Bhutto, sugirió que la alta abstención tuvo origen en el desencanto de los votantes e influyó en el resultado.
"Sharif ha sido favorecido por la rueda de la fortuna y le deseo buena suerte. Es preciso acabar con este juego" de destitución de gobernantes, dijo la ex primera ministra.
Agregó que su partido colaborará con el gobierno. Pero Sharif cuenta con 170 de los 217 escaños de la Asamblea Nacional y no necesita el apoyo de los 19 representantes del PPP, procedentes todos de Sindh, la provincia natal de Bhutto.
"Sharif es la última esperanza de la democracia parlamentaria, y eso representa una terrible responsabilidad para él. Debe lograr la recuperación de la producción e insertar el país en un mundo crecientemente competitivo", advirtió Niazi.
"Si fracasa caerá, y todo el orden social resultará alterado", agregó el analista.
Muchos economistas creen que el masivo respaldo electoral obtenido por la Liga Musulmana pone al nuevo gobierno en condiciones de enfrentar la presión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyas recetas políticas provocaron alza de precios y depresión económica.
La mala administración financiera, que se arrastra desde hace varios años, determinó la pérdida de soberanía de Pakistán en el área económica, según el economista Aslam Sheikh.
"Los técnicos del FMI se han establecido en el Ministerio de Finanzas, dictan nuestro presupuesto y atan nuestras manos. El nuevo gobierno, elegido por amplia mayoría, debe poner fin a esa situación y lograr la iniciativa en materia económica tan pronto como sea posible", dijo Sheikh.
Esa tarea exige que "el primer ministro devuelva la confianza al público", agregó.
Las mayores expectativas ante la instalación del gobierno de Sharif se concentran en el frente económico, aunque también los defensores de los derechos humanos exigen mejoramientos en esa área.
"La mayoría absoluta (del gobierno) en el parlamento puede ser un arma de doble filo". Sharif "debe respetar los principios democráticos y no aceptar las presiones de los pequeños partidos ni de los grupos religiosos", advirtió Anis Haroon, del Foro de Acción de Mujeres.
Bhutto "arguyó que por no contar con mayoría en la Asamblea Nacional no pudo restablecer los escaños antes reservados a las mujeres ni derogar la octava enmienda", indicó Haroon.
En teoría, su posición desahogada en el parlamento faculta a la Liga Musulmana a eliminar la octava enmienda, que habilita al presidente a destituir al primer ministro.
Pero se ignora todavía si Sharif se atreverá a enfrentar al presidente Farooq Leghari o a desafiar el poder feudal y militar de las clases dominantes. Podría escoger, como su predecesora, apartarse de controversias peligrosas, para asegurar la supervivencia de su gobierno. (FIN/IPS/tra-en/bs/an/ff/ip/97