Una especie de "globalización interna" se produce actualmente en Brasil, impulsada por el fin de la superinflación y las nuevas exigencias de competitivdad internacional impuestas por la apertura del mercado.
En la misma forma que las empresas transnacionales que emplean mucha mano de obra se están trasladando a países de muy bajos salarios, las brasileñas se están moviendo dentro del país hacia regiones más pobres, buscando reducir los costos.
País continental, Brasil reproduce el desequilibrio mundial pero al revés, con un norte pobre y un sur rico. Con 45 millones de habitantes, su noreste se parece a Bangladesh, Vietnam y otros países donde transnacionales como la Nyke instalan sus plantas aprovechando los bajos salarios.
La industria de calzados, tradicionalmente instalada en algunas ciudades del sur de Brasil, se está expandiendo hacia el norte. Nuevo Hamburgo, en el extremo sur, y Franca, en el estado de Sao Paulo, los grandes centros de la industria del calzado del país, ya perdieron muchas inversiones y empleos.
Grendene, Azalea y Samello, empresas líderes del sector, prefirieron el noreste pobre para sus nuevos proyectos. La primera, la mayor productora nacional de calzados, ya invirtió cien millones en cuatro fábricas en el estado de Ceará y está construyendo una quinta.
El costo salarial se reduce a 36 por ciento del pagado en el sur, justificó el presidente de la empresa, Alexandre Grendene.
Otras 10 empresas tradicionales del sur ya tienen unidades en el noreste. Proceso similar ocurre con otras industrias de mano de obra intensiva, como textiles y muebles, y t
También empresas extranjeras, chinas y japonesas, se están instalando en la región, dijo a IPS Roldáo Gomes Torres, director de Administración de Incentivos de la Superitendencia del Desarrollo del Noreste (Sudene).
Sudene fue creada hace 37 años para fomentar el desarrollo local y reducir las desigualdades regionales. Desde entonces el crecimiento económico del noreste supera el promedio nacional, pero se hizo "más expresivo" en los dos últimos años, con un "salto en la industrialización", evaluó Torres.
Eso se debe básicamente a los salarios más bajos de la región, pero también a varios otros factores que se combinan actualmente, explicó el economista e ingeniero.
El fin de la inflación elevada, desde la adopción del Plan Real en 1994, favoreció principalmente a las capas de menores ingresos y amplió el mercado interno. Y el consumo en el noreste "creció el doble" que el del resto del país, afirmó Torres.
Los incentivos fiscales ofrecidos por la Sudene y los gobiernos de los estados, como exención de impuestos hasta 10 años y financiaciones subsidiadas, ya son concedidos hace varias décadas, pero ahora se hacen más atractivos por la coyuntura favorable.
La globalización económica mundial es otro factor reciente. Con el mercado brasileño más abierto, lo que significa competencia de productos importados y la intensificación de la disputa por el mercado externo, reducir costos se hizo cuestión de vida o muerte para las empresas.
Para la industria que tiene en la mano de obra el rubro más costoso, los bajos sueldos del noreste se hicieron mucho más atractivos, pese a la baja calificación.
Además, el noreste es la región brasileña más cercana a los grandes mercados del Norte, como Europa y Estados Unidos, y dispone ya de buenos puertos, observó Torres.
A nivel interno, el transporte para el sur de Brasil es más barato que al revés, porque aprovecha una parte de los muchos camiones y navíos que llevan productos para el noreste.
El flujo mayor de abastecimiento, por ahora, proviene del sur, pero tenderá al equilibrio, con la industrialización del noreste, previó Torres.
Ese proceso está revolucionando ciudades pequeñas del interior en el noreste, con un impacto social positivo en una región de elevado desempleo y subempleo.
Canindé, con 30.000 habitantes, era el decimooctavo municipio más pobre de Brasil, con un ingreso por habitante de 117 dólares al año, según las estadísticas oficiales. El año pasado llegó una fábrica de Musa, otra empresa de calzado del sur brasileño, que emplea a 510 trabajadores.
El salario de cada uno de ellos es de sólo 120 dólares, pero modificó totalmente la vida en la ciudad. El día del pago del primer sueldo, el comercio local vendió todas las bicicletas de que disponía y los empleados de Musa son los "nuevos ricos" de la ciudad. (FIN/IPS/mo/ag/if/97