AMERICA LATINA: El show de los presidentes

La casi totalidad de los países latinoamericanos necesitan hoy de una buena imagen en el exterior para atraer inversionistas privados que aporten las divisas esenciales para una mínima estabilidad interna.

El economista brasileño José Luis Fiori afirma que esto ha cambiado radicalmente las funciones de la gran mayoría de los jefes de gobierno del continente, que ahora son más agentes de mercadeo internacional que administradores ejecutivos con real poder de mando.

Fiori, uno de los más brillantes críticos del ajuste estructural en América Latina, está convencido de que la importancia de presidentes como Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, Carlos Menem, de Argentina, Ernesto Zedillo, de México, o Eduardo Frei, de Chile, está relacionada con su capacidad de construir una buena imagen personal e institucional ante la comunidad financiera internacional.

Esa es quizás la principal razón por la cual nunca antes tantos presidentes latinoamericanos viajaron tanto a Europa, Asia y Estados Unidos. Hoy necesitan incluir entre sus virtudes personales la de grandes vendedores, encargados de seducir a banqueros e inversionistas internacionales.

Características como autoridad, capacidad administrativa y visión de futuro ya no son más indispensables para el éxito de un mandato presidencial. La globalización económica impuso un modelo único donde las utilidades financieras privadas tienen prioridad sobre la llamada razón de Estado.

Según esa lógica, todos los países son iguales, lo que los distingue son las ventajas comparativas, o sea, la posibilidad de que uno ofrezca más ventajas que otro en materia de ganancias netas.

Sin poder real de mando para alterar un esquema financiero que ya no tiene fronteras, los presidentes comparten su tiempo entre lo que los expertos en mercadeo llaman "road show" (lo que podría traducirse como espectáculo de ventas) y la administración de crisis domésticas.

Para tener una buena imagen externa, el presidente necesita al menos dos personajes clave: un ministro de Economía con fácil acceso al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y un asesor experto en mercadeo político, encargado de construir su imagen pública, especialmente en el exterior.

El ministro de Economía debe tener buena visibilidad pública pero jamás disputarle espacios al presidente. El asesor de mercadeo político, en tanto, debe ser lo más discreto posible, casi un desconocido.

Es que toda la estrategia de construcción de imagen tiene que concentrarse sobre un solo personaje, para ser eficiente, según enseñan los gurús norteamericanos en la materia. El argentino Domingo Cavallo violó esa regla y perdió el cargo de ministro de Economía en el gobierno Menem.

Cuando un presidente es considerado un buen vendedor, su permanencia en el cargo pasa a ser estratégica para los grupos financieros y empresariales que han hecho grandes inversiones en el país, atraídos por su buena imagen.

Por "buena imagen" debe entenderse garantías de que el Estado no opondrá obstáculos a las inversiones, la tasa de cambio local será estable y los intereses continuarán altos.

La moda del continuismo presidencial en América Latina tiene, en parte, su origen en el nuevo papel de los jefes de Estado en la era de la globalización económica. Los presidentes que han logrado ser más eficientes en el "circo de ventas" son los que están en mejores condiciones para continuar en el cargo.

El brasileño Fernando Henrique Cardoso es el paradigma de presidente buen vendedor. El Congreso aún no concluyó el trámite oficial para permitir la reelección y ya casi todos consideran las elecciones presidenciales de 1998 como una mera formalidad. (FIN/IPS/cc/ag/ip/97

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