AMBIENTE: Nuevo libro habla por los ríos "silenciados"

"Ríos silenciados: La ecología y la política de las grandes represas", el nuevo libro de Patrick McCully, es a la vez un lamento por formas de vida y ecosistemas perdidos, una balada para los ambientalistas y una protesta contra los "fundamentalistas hidrócratas" y la burocracia.

Existen en el mundo unas 40.000 grandes represas (más altas que un edificio de cuatro pisos), casi todas construidas luego de 1950, y hasta 800.000 pequeños diques, de acuerdo con el autor.

"La mayoría de las grandes cuencas fluviales del mundo están hoy rodeadas de represas, y muchos ríos importantes parecen escaleras de embalses", escribe McCully, evocando ríos que alguna vez ofrecieron al hombre agua, peces y sedimentos, y fueron cuna de civilizaciones.

Algunos consideran a las represas como símbolos del orgullo patriótico y la conquista de la naturaleza por el ingenio humano, glorificándolas como proveedoras de energía eléctrica, controladoras de inundaciones y reverdecedoras del desierto.

Pero muchos diques han provocado terremotos, y algunos científicos creen que, con una capacidad de almacenamiento combinada cinco veces superior al volumen de todos los ríos del mundo, podrían cambiar "la velocidad de rotación de la Tierra, la inclinación de su eje y la forma de su campo gravitacional".

El ejemplo más extremo del daño causado es el mar Aral, en Asia central, que alguna vez fue la mayor fuente de agua dulce fuera de América del Norte. El mar se redujo a menos de la mitad de su superficie anterior, se separó en tres lagos y su agua se volvió salada.

Las represas son "la principal causa por la que un quinto de las especies de peces de agua dulce están amenazadas o extinguidas", sostiene el escritor y activista.

"Aunque los constructores no se han tomado la molestia de llevar la cuenta", se estima que entre 30 y 60 millones de personas fueron desplazadas por la inundación de sus tierras a causa de las represas, y "pocas de ellas se han recuperado, económica o psicológicamente", señala McCully.

Estas consecuencias humanas inspiran algunos de los pasajes más elocuentes del libro. "El dolor del desplazamiento es generalmente la culminación de años, a veces décadas, de espera, rumores y amenazas", dice el autor.

"Tan pronto como se propone una represa, los habitantes del área del embalse comienzan a sufrir el retiro de la inversión pública y privada. Los precios de las propiedades caen, los bancos niegan préstamos, no se construyen más escuelas ni centros de salud, y las instalaciones existentes a veces cierran mucho antes de que los habitantes abandonen la zona", continúa.

Los problemas que plantean las represas son más graves que los de otros proyectos, destaca McCully, porque a menudo transcurren décadas entre su concepción y su conclusión, que se transforman en un campo fértil para el fraude.

El nuevo libro, con abundantes notas de pie de página, contiene numerosos ejemplos de corrupción en Estados Unidos, Europa y países en desarrollo, donde la construcción de diques ha sido financiada fundamentalmente por el Banco Mundial.

Bajo presión de ambientalistas y poblaciones locales, los gobiernos, las instituciones financieras y los constructores comenzaron en los años 60 a realizar estudios de impacto ambiental antes de iniciar las obras.

"Desafortunadamente", observa McCully, "raramente un estudio es utilizado como instrumento de debate abierto sobre si el proyecto es deseable o no, sino más bien como sello de aprobación para obras cuya construcción ya fue decidida".

La consultoría ambiental internacional se ha transformado en "un gran negocio", dominado por unos pocos consultores. "Si sus conclusiones no son favorables a los financiadores o constructores de la represa, es improbable que vuelvan a ser contratados por esas agencias o compañías en el futuro", afirma el autor.

Lo que es peor, algunas firmas consultoras son subsidiarias de compañías constructoras de represas. "Existe un obvio conflicto de intereses cuando la empresa que estudia la viabilidad ambiental de un proyecto tiene la posibilidad de obtener el contrato para construirlo", observa McCully.

El escritor también ataca lo que describe como "el juego de la mitigación". Los constructores se han visto obligados a mitigar el impacto de sus proyectos, por ejemplo creando bancos de pesca artificiales, pero aunque ciertas medidas pueden reducir el daño, "otras son peor que inútiles".

"La mitigación es especialmente peligrosa cuando lleva al público a creer que los constructores de represas pueden recrear las características de los ríos y bancos de pesca originales, y por lo tanto permite la construcción de más y más diques", sostiene.

En base a estos argumentos ha crecido la oposición a las represas, armada de "un conjunto de datos que demuestran el profundo daño que los diques y sus sistemas de irrigación asociados causan a cuencas, culturas y economías nacionales".

"La credibilidad de los opositores de las represas se ve fortalecida por la comprensión de que las necesidades que supuestamente satisfacen las represas pueden atenderse por otros medios", escribe McCully.

Los métodos alternativos incluyen proyectos de menor escala que combinan técnicas tradicionales y modernas, un suministro y un uso más eficientes del agua y la energía, así como esfuerzos de conservación que generan "negavatios" en vez de megavatios.

"En varios países, la oposición -junto con la pésima economía de la construcción de diques y la falta de buenos sitios para construir nuevos- parece estar deteniendo a la industria de las represas", resalta McCully.

El próximo paso podría ser el desmantelamiento. Los constructores de represas pueden reducir el daño que éstas causan, pero "no pueden reproducir un río silvestre, y por esta razón algunos ambientalistas demandan algo más que mitigación y reclaman la demolición de los diques".

Nadie sabe cómo se implementaría la propuesta ni cuánto costaría, reconoce el autor, pero la idea "ofrece una esperanza de recuperación de los ríos del mundo a largo plazo".

"Ríos silenciados" es publicado por la editorial Zed en asociación con The Ecologist, de la que McCully es editor asociado, y la Red Internacional por los Ríos, de California, donde el autor se desempeña como director de campaña. (FIN/IPS/tra- en/aa/yjc/ml/en-cr/97

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