En Perú se libra una guerra sui géneris entre una organización guerrillera que tiene en sus manos a 74 rehenes y un gobierno que aprovecha que los insurgentes no están dispuestos a hacer daño a sus cautivos para afirmar que el secuestro masivo no tiene suficiente capacidad de presión.
En las primeras 14 horas del secuestro, iniciado el 17 de diciembre, el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) amenazó fusilar un rehén cada hora.
Pero luego cambió su discurso para convencer al mundo que no es una organización terrorista y que la única amenaza contra la vida de los cautivos sería un intento de la policía de rescatarlos por la fuerza.
Dentro de ese marco, el valor del tiempo juega en sentido contrario para ambos contendientes. El presidente Alberto Fujimori puede esperar indefinidamente con reducido costo político, en tanto que Néstor Cerpa, el líder guerrillero, perderá capital publicitario a medida que las horas pasen.
A las tres de la mañana de este martes, los somnolientos policías despertaron sobresaltados cuando dos disparos de fusil quebraron el silencio de la madrugada desde el interior de la embajada de Japón en Perú.
La prensa, mejor equipada que la policía, tuvo primero la explicacion: la vigilancia electrónica de la televisón apostada en las ventanas de un edificio vecino reveló que los disparos fueron efectuados por uno de los militantes del MRTA.
El individuo, filmado por una cámara con rayos infrarrojo capaz de "ver" en la oscuridad, realizó una rápida inspeccion por los jardines de la residencia, hizo una señal a alguien en el interior e ingresó.
Con los disparos aparentemente inmotivados, Cerpa, líder del grupo insurgente que capturó la embajada de Japón, recordó que el episodio que protagoniza forma parte de una guerra.
Si los disparos tuvieron intención publicitaria constituyen una respuesta a la afirmación del presidente Fujimori de que la cuestión de los rehenes es un problema focalizado, que no altera la normalidad política del país.
El primer ministro de Japón, Ryutaro Hashimoto, definió la estrategia de Fujimori como una guerra de desgaste, destinada a conseguir pacíficamente la liberación de los 74 diplomáticos, politicos y empresarios cautivos en la embajada nipona.
Según esa táctica, Fujimori quiere quebrar a los insurgentes demostrándoles que no están en condiciones de hacer daño al Estado, que el gobierno no tiene prisa y puede esperar todo el tiempo necesario, hasta que la fatiga induzca a los subversivos a negociar la salida pacífica de los rehenes.
Para graficar la presunta normalidad, el presidente ha vuelto a despachar los temas habituales, el parlamento reinició sus sesiones y los funcionarios que figuran como rehenes han sido reemplazados en sus cargos, medida que, por otro lado, reduce el valor de la mercancía política que tiene en sus manos Cerpa.
El ministro Domingo Palermo, negociador designado por Fujimori para conversar con Cerpa, no ha vuelto a visitar la embajada desde el 31 de diciembre, fecha en la que el MRTA reiteró su exigencia de liberación de sus combatientes presos, demanda que había abandonado 10 días atrás.
Hasta los disparos de la madrugada de este martes nada extraordinario ocurrió en la residencia diplomática japonesa en Lima en los últimos cinco dias.
El aburrimiento de los camarógrafos, que siguen apostados frente a la embajada a la espera de algún hecho espectacular, fue roto por un incidente pintoresco: el enfrentamiento entre una fanática católica y un grupo de brujos, hechiceros y chamanes llegados hasta la puerta de la residencia diplomática.
La señora católica, quién ha instalado un altar en la calle presidido por Santa Rosa de Lima y el Señor de los Milagros, impidió a golpes una ceremonia de exorcismo que intentaron realizar los brujos y hechiceros.
Horas antes, en la noche del domingo y amanecer del lunes, desde la embajada se oyeron canciones mexicanas coreadas por los rehenes, quienes cantaban a voz en cuello "Volver, volver", con acompañamiento de la guitarra del ministro de Agricultura, Rodolfo Muñante.
Tal vez la imagen que creaban esas canciones contribuyó a respaldar la tesis del buen trato de los guerrilleros a los rehenes y por ello las autorizó Cerpa.
Pero en la noche del lunes ya no se escucharon esas voces y este martes sonaron los dos disparos, como si los guerrilleros hubieran entendido que esa imagen de cautiverio casi confortable y pacífico favorecía la táctica de desgaste emprendida por Fujimori. (FIN/IPS/al/dg/ip/97