MALASIA: Persiste discriminación laboral contra mujeres

Las disparidades en las oportunidades disponibles a hombres y mujeres persisten en Malasia, según estadísticas compiladas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

No obstante, en la superficie, las mediciones presentan una escena color de rosa: las mujeres constituían 47 por ciento de la fuerza de trabajo en 1993, a partir de 24 por ciento en 1957.

Pero en la realidad las condiciones son desiguales. Es el caso de Sandra, madre soltera de 46 años, quien después de trabajar durante 20 años en una fábrica de toallas, sólo gana 160 dólares mensuales, apenas suficiente para sus necesidades básicas y las de su hijo.

Sandra y su hijo de 12 años viven en una cabaña de madera que ni siquiera tiene agua potable. El suyo no es un caso aislado. Cientos de miles de mujeres malasias continúan enfrentando discriminación y desigualdad en su lugar de trabajo.

Sólo ocho por ciento de los miembros del parlamento son mujeres, aunque la cifra es más elevada que el tres por ciento de 1959, poco después de la independencia.

Alrededor de un cuarto de las mujeres no sabía leer ni escribir en 1993, una proporción doble que la de hombres analfabetos.

Sólo 12 por ciento de los gerentes y administradores eran mujeres en esa época, y, sin que llame mucho la atención, la participación de las mujeres en el ingreso era de sólo 29 por ciento.

En los últimos años, el gobierno elaboró una política nacional para mejorar su acceso a las oportunidades y beneficios del desarrollo. Pero esto no cambió la situación dramáticamente, ya que la naturaleza de los puestos de trabajo disponibles mantiene a las mujeres al margen.

Las mujeres no están interesadas en asumir ciertos puestos de trabajo en el sector industrial, que en general paga bajos salarios, aunque están igualmente calificadas que los hombres, afirma Cecilia Ng, experta universitaria en cuestiones de género.

Estos puestos de trabajo, en electrónica, procesamiento de alimentos, textiles y fábricas de calzado, ofrecen poca esperanza en la promoción de las mujeres.

En la industria electrónica, por ejemplo, las trabajadoras, que comprenden 80 por ciento del total de la fuerza de trabajo industrial, ganan 17 por ciento menos que los hombres.

La lucha por mejores salarios para las mujeres ha sido difícil, a medida que sólo un décimo de la fuerza total de trabajo está sindicalizada. La ausencia de un sindicato nacional para la industria electrónica, que en general emplea a mujeres, impide la negociación colectiva.

La falta de centros de atención a la infancia también detiene a muchas mujeres que saldrían de sus hogares para buscar trabajo. La jerarquía patriarcal, que considera a las mujeres principalmente como encargadas de la crianza de los niños, no las estimula a trabajar fuera de casa.

La subordinación de las mujeres no se confina a las ciudades. En las áreas rurales, los hombres con influencias políticas tienen mayor acceso a la tierra, el crédito y otros recursos.

Mientras, las leyes que discriminan a las mujeres aún figuran en los libros, aunque los grupos de mujeres, que han presionado por cambios, lograron enmiendas en leyes sobre violación y violencia doméstica.

En gran parte debido a sus esfuerzos por destacar el problema, la violencia contra las mujeres figura entre los primeros de varios temas sociales, pero se necesitaron 10 años para elaborar una versión de la Ley de Violencia Doméstica aprobada en 1994.

El movimiento de la mujer fue impulsado en 1985, cuando una grupo de acción ad-hoc inició una campaña de conciencia sobre la violencia.

Su campaña contra la violación estimuló la formación de varios grupos en todo el país, y en 1987 se formó la coalición Ciudadanos contra la Violencia (CAR), integrando a grupos de mujeres y varias organizaciones no gubernamentales (ONG).

Tras las presiones del Consejo Nacional de Organizaciones de Mujeres y el CAR, el movimiento logró la enmienda de las leyes contra la violación, en 1989.

Más recientemente se creó la Coalición Nacional de Mujeres, que agrupa a unas 20 organizaciones que representan a grupos autónomos y consta de una base más amplia, a la vez que coopera con ONG que trabajan en cuestiones sociales.

El acceso a la información sobre anticoncepción, educación sexual y derechos reproductivos es un tema polémico en Malasia, donde la religión tiene gran influencia y plantea grandes resistencias.

Las activistas reconocen la necesidad de trabajar con fuerzas progresivas de la sociedad y en la apertura al diálogo. Los temas de género están confinados a los grupos de mujeres, reforzando la división genérica de los temas sociales, dijo Ng.

Aunque están construidos los cimientos, considera la experta, la lucha recién comienza. (FIN/IPS/tra-en/ann/ral/lp/pr/96

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