INDIA: Asesinato de sindicalista polariza opinión pública

El asesinato este mes del destacado sindicalista Datta Samant y las reacciones posteriores pusieron en evidencia las crecientes divisiones sociales y diferencias ideológicas en India, mientras las reformas de libre mercado siguen su curso.

Samant fue el líder sindical más importante de India, con más de 300.000 coafiliados en Maharashtra, el estado más industrializado del país.

Conocido por sus duras tácticas de negociación y su retórica militante, el líder encabezó numerosas huelgas en importantes industrias, incluida la Gran Huelga Textil de 1982-83 en Mumbai (ex Bombay), que afectó a 54 hilanderías.

Se trató de la mayor huelga de la historia mundial, ya que involucró a 250.000 trabajadores y duró 20 meses, superando incluso la huelga de los mineros británicos de 1984-85, de 12 meses de duración, en la que participaron 200.000 trabajadores.

Samant fue baleado a plena luz del día el pasado 16 de enero en Mumbai. La policía sospecha que el crimen fue obra de "profesionales".

El caso presenta varias similitudes al del asesinato en la Amazonia de Chico Mendes, sindicalista y ecologista brasileño.

Samant es el tercer líder sindical indio asesinado en lo que va de esta década. Le precedieron Shankar Guha Nigoyi en India central, y V.G. Gopal en el este. Un grupo de industriales fue acusado de planear el asesinato de Nigoyi, ejecutado por sicarios.

Los motivos del asesinato de Samant aún no fueron claramente establecidos, pero existen tres hipótesis: rivalidad sindical, venganza de un trabajador contrariado, o conspiración de una mafia empresarial.

La rivalidad sindical, un fenómeno decreciente en India, no parece muy probable. Ultimamente Samant no estuvo involucrado en situaciones de intensa competencia interna, como hace 15 años.

La policía también rechaza la posibilidad de que un trabajador individual pueda haber ejecutado un acto tan brutal y fríamente calculado.

La hipótesis más verosímil es que Samant fue asesinado porque constituía el mayor obstáculo para la conversión ilegal de terrenos de industrias textiles en parcelas comerciales.

Las hilanderías, situadas en el centro de Mumbai, descansan sobre una superficie de 190 hectáreas, pero sólo un tercio de los establecimientos están en funcionamiento.

El terreno, cotizado a razón de 3.000 dólares el metro cuadrado en la capital financiera y comercial de India, vale en total unos 5.600 millones de dólares.

Los propietarios de las hilanderías presionan desde hace tiempo al gobierno estadual para que autorice la venta de las tierras, aunque gran parte de ellas no son de propiedad absoluta de los industriales, sino que les fueron arrendadas bajo ciertas condiciones.

Además, la transferencia de los terrenos violaría el plan maestro de Mumbai y destruiría su ecología urbana, aumentando la congestión. Los sindicatos se oponen enérgicamente a la venta.

Sin embargo, los industriales han estado transfiriendo terrenos a constructores bajo acuerdos de "desarrollo" de dudosa legalidad.

Samant fue el más implacable oponente de estos negocios. Dada la multimillonaria cantidad de dinero en juego, es razonable pensar que los interesados quisieran eliminarlo.

El asesinato de Samant ha polarizado la opinión pública en India. Unos 150.000 trabajadores le rindieron homenaje (el funeral se retrasó siete horas) y diversos líderes políticos y sindicales condenaron su asesinato.

Pero por otra parte, varios escritores condenaron en medios de prensa la actuación de Samant, acusándolo de utilizar la violencia y comandar "un ejército de matones".

En realidad, tales acusaciones fueron refutadas varias veces. Samant era un inconformista con escaso respeto por los balances y los métodos legalistas y dilatorios de resolución de disputas, pero no pertenecía al bajo mundo.

"La reacción de los medios conservadores refleja el nuevo clima de desregulación prevaleciente en India, que ha estimulado la ofensiva de los empleadores", señaló Jairus Banaji, del independiente Grupo de Investigación Sindical, con sede en Mumbai.

Lamentablemente, "muchos industriales creen que la liberalización significa la abolición de toda norma, y libertad para hacer lo que deseen", agregó. (FIN/IPS/tra-en/pb/an/ml/lb/97

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