La actual tensión entre Estados Unidos y Turquía debido a los planes de Ankara de celebrar un tratado de cooperación militar con Irán puso en evidencia los caprichosos caminos de la transferencia internacional de tecnología de armas.
Turquía ya celebró acuerdos de cooperación similares con Israel e Indonesia, mientras que la industria de las armas de Irán se benefició de la relación con sus homólogas de China y Corea del Norte.
Por esa razón, si se concretara el acuerdo entre Ankara y Teherán, Turquía, miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se transformaría en beneficiario indirecto de la tecnología de armas de China y Corea del Norte, e Irán del conocimiento técnico militar de su acérrimo enemigo, Israel.
No es sorprendente, entonces, la oposición de Washington a los vínculos militares entre Turquía e Irán, pero de todas formas el primer ministro turco Necmettin Erbakan, líder del islamista Partido del Bienestar, parece determinado a consagrar un acuerdo formal con la República Islámica de Irán.
Fue el propio Erbakan quien hace tres semanas anunció, durante la visita a Ankara del ministro de Transporte de Irán (como preludio a la llegada del presidente iraní Ali Akbar Hashemi Rafsanjani), la proximidad de un tratado de cooperación militar entre ambos países vecinos.
La declaración de Erbakan provocó la ira de Washington, ya que en los últimos tres años el gobierno del presidente Bill Clinton procuró activamente el aislamiento de Irán en materia económica, diplomática y militar.
Estados Unidos considera a Irán como una nación que promueve el terrorismo internacional y condena la oposición de Teherán a la línea del proceso de paz de Medio Oriente, patrocinado por Washington.
La preocupación de Estados Unidos fue compartida por la cancillería de Turquía, encabezada por la ex primera ministra Tansu Ciller, líder proestadounidense del secular Partido de la Vía Justa, el socio menor de la coalición de gobierno, y jefa de las fuerzas armadas.
Cuando el presidente iraní Rafsanjani llegó a Ankara, la cancillería emitió una declaración afirmando que el tema de la cooperación militar entre ambos estados no formaba parte de la agenda.
Aparentemente, estimulada por Washington, Ciller y los altos generales turcos lograron hacer a un lado la idea de las relaciones militares entre Turquía e Irán, pero no por mucho tiempo.
Al llegar a Ankara, el 4 de enero, para asistir al encuentro preparatorio de una cumbre de ocho países musulmanes sobre la creación de un mercado común islámico, el canciller iraní Alí Akbar Velayati anunció que Erbakan había propuesto "amplia cooperación bilateral en materia de defensa", y el mandatario lo confirmó.
Dos factores principales inducen al líder turco a establecer vínculos militares con Irán. Uno de ellos es la presión de los legisladores de su partido, y el otro son los posibles beneficios que Turquía podría recibir de esa relación.
Irán tiene para ofrecer una codiciada tecnología de misiles de largo alcance, que debió desarrollar durante su guerra de ocho años contra Iraq, en los 80, para contrarrestar los cohetes tierra a tierra que destruían sus ciudades.
Iraq duplicó el alcance del misil soviético Scud-B de 300 a 600 kilómetros, reduciendo su carga útil de 800 a 200 kilogramos y agregando una tonelada extra de combustible.
En realidad, Iraq no fue el único país que perfeccionó el Scud- B. China y Corea del Norte, que construyeron su industria militar en base a los modelos soviéticos, hicieron lo mismo, y fue a esos países que Irán, fuente de petróleo, pidió ayuda para la fabricación de misiles de largo alcance.
Ahora, Turquía recibiría gustosamente tecnología de misiles de Irán como recibió tecnología de aviones de combate de Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo.
Irán puede obtener de Turquía conocimientos técnicos para la restauración de sus viejos aviones de combate de origen estadounidense, especialmente sus bombarderos F-4 Phantom. Turquía posee estos aviones y otros equipos de defensa fabricados en Estados Unidos.
Antes de la revolución islámica de 1979, la mayor parte de los equipos militares de Irán eran de origen estadounidense, pero desde entonces, y debido al embargo militar impuesto por Washington, Teherán encuentra dificultades para perfeccionar o aun mantener su equipamiento.
Sería irónico que Irán se beneficiara de tecnología militar con origen en Israel, su archienemigo, y que Turquía, un miembro clave de la OTAN, aprovechara sistemas desarrollados por China y Corea del Norte.
Aunque el acuerdo aún no es un hecho, su concreción es más que probable. El desafío a Estados Unidos, bajo cualquier forma, sólo puede ayudar a Erbakan a consolidar su electorado fundamentalista islámico, asegurándole la continuidad del poder por medios democráticos. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ml/ip/97