Cuba, único país socialista del hemisferio occidental, abrirá sus brazos a la Iglesia Católica en enero de 1998 cuando, si su salud lo permite, el Papa Juan Pablo II llegará por primera vez a la isla.
El diario Granma, órgano oficial del gobernante Partido Comunista, afirmó este sábado que el Papa será recibido en Cuba "con toda la consideración y el respeto que merece".
"La fecha, fijada de común acuerdo entre nuestras autoridades y las del Vaticano, fue propuesta por la Santa Sede atendiendo a los múltiples compromisos y actividades que Su Santidad tiene para 1997", explicó Granma.
La noticia fue recibida con júbilo por los miles de católicos que, en la noche del viernes, acudieron a la catedral de La Habana para participar en la misa solemne por la Jornada Mundial de la Paz.
El cardenal Camillo Ruini, vicario para la diócesis de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, que realiza una visita oficial a la isla desde el jueves, hizo el anuncio tras un encuentro con el presidente cubano Fidel Castro.
"Este año debe constituir un período de preparación con vistas al encuentro esperado con el Santo Padre", dijo Ruini, y agregó que "la Iglesia (Católica) cubana se encuentra en franco crecimiento y pujante renovación".
La visita de Juan Pablo II a la isla era esperada originalmente para este año, de acuerdo con el anuncio formulado por fuentes del Vaticano en noviembre, luego de la entrevista que el Papa y Castro mantuvieron en Roma.
Pero la jerarquía católica cubana puntualizó este sábado que la agenda de viajes del Papa y el programa de actos que tendrán lugar este año en Roma obligan a postergar el viaje hasta el primer mes de 1998.
"Sería precipitado que se diera este viaje en el primer semestre del año 97 y los meses más calurosos de nuestro verano no son tampoco el tiempo más apropiado para el mismo", señaló el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, en la declaración publicada en Granma.
Ortega precisó que el Papa hará una visita a Brasil en octubre de este año, y que el viaje a Cuba no tendrá otra escala, sino que su itinerario será únicamente Roma-Habana-Roma.
Según trascendió, la visita se realizará en la segunda quincena de enero, durará unos cuatro o cinco dias e incluirá una misa en la basilica-santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, unos 900 kilómetros al este de La Habana.
Se ignora aún donde se realizará la misa en La Habana, considerada uno de los puntos más polémicos de la agenda. Las autoridades cubanas creen que debe realizarse en un templo católico, pero la Iglesia pide un lugar abierto, al que puedan concurrir la mayor cantidad posible de personas.
La llegada del Papa a La Habana pondrá punto final a una larga lista de de desencuentros, contradicciones y conflictos que, durante más de tres décadas, marcaron las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica en Cuba.
Durante años, el gobierno cubano consideró acientífico, oscurantista y a veces hasta contrarevolucionario cualquier sentimiento religioso, con un fuerte énfasis en la fe católica.
En cuanto a la jerarquía católica, es fiel seguidora de la Doctrina Social de la Iglesia, que se declara firme enemiga del socialismo.
Las diferencias, que fueran consideradas irreconciliables, comenzaron a ceder en esta década y podrían ser sustituidas por un pacto basado en mutuas concesiones.
El gobierno cubano espera el apoyo del Vaticano en su campaña contra el bloqueo estadounidense y la Iglesia Católica pide un mayor espacio para la práctica religiosa, el permiso de entrada para sacerdotes y monjas y el acceso a los medios de comunicación masiva.
Juan Pablo II hizo explícita su condena a la política de Estados Unidos contra la isla en la inauguración en Roma de la Cumbre Mundial de la Alimentación, unos días antes de su encuentro con Castro.
Por su parte, el gobierno cubano decidió a inicios de diciembre otorgar la visa de entrada a la isla de 40 religiosos procedentes de Colombia, México y España.
Aumentaron los contactos entre las autoridades y los representantes de la iglesia, y Granma abrió espacios a notas firmadas por el cardenal Ortega.
Observadores locales señalaron que el gobierno aguarda de los obispos católicos la renuncia a su práctica de asumir posiciones públicas ante hechos vinculados a la vida política, económica y social del país. (FIN/IPS/da/ff/ip cr/97