El ala autónoma del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR-A) cumplió con espectacularidad el rescate de cuatro de sus líderes desde la cárcel, pero su recomposición como grupo político-militar es aún una incógnita en Chile.
La preocupación sobre un renacimiento del FPMR-A volvió a la prensa y a los círculos políticos y policiales desde que cuatro de los líderes de esta agrupación se fugaran en un helicóptero en la tarde del lunes 30 de diciembre.
Para muchos, el "rodrigusmo" había pasado a ser un dato histórico y casi romántico de la política chilena, tras las sucesivas divisiones y fracturas del grupo y el encarcelamiento de sus militantes más radicalizados.
Entre éstos estaban Ricardo Palma, Mauricio Hernández, Pablo Muñoz y Patricio Ortiz, los cuatro guerrilleros que ese lunes escaparon de la cárcel en el canastillo colgante del helicóptero que atacó el penal de alta seguridad.
Por una irónica casualidad, pocas horas antes de la fuga el Banco Central había anunciado el próximo lanzamiento de billetes de la nueva denominación de dos mil pesos, que llevarán en una de sus caras la efigie de Manuel Rodríguez.
El nombre del mítico guerrillero de la época de la Reconquista (1814-1818) fue adoptado por los jóvenes izquierdistas que desde diciembre de 1982 iniciaron una serie de acciones armadas con el fin de desestabilizar a la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90).
Nacido en el seno del Partido Comunista, que en 1980 optó por la "rebelión popular" contra Pinochet, el FPMR tuvo cuadros con entrenamiento militar en Cuba y la Unión Sovética que vivieron su bautismo de fuego durante la ofensiva sandinista en Nicaragua.
La cúpula guerrillera del nuevo movimiento contó con una vasta base de apoyo entre los jóvenes de las reprimidas universidades y "poblaciones" (barriadas populares), y el FPMR fue adquiriendo personalidad propia, al margen de la dirección comunista.
El frustrado atentado contra Pinochet, del 7 de septiembre de 1986, en que un comando "rodriguista" mató a cinco escoltas del dictador e hirió a otros 11, fue una clara demostración de la fuerza que había adquirido el frente.
Pero este acontecimiento, que pudo significar la consagración de su propuesta política, marcó el inicio de la decadencia del FPMR en cuanto fortaleció a la llamada oposición democrática, que buscaba el fin de la dictadura por cauces electorales.
La derrota de Pinochet en el plebiscito presidencial del 5 de octubre de 1988 avaló la estrategia de reconquista pacífica de la democracia y alimentó divisiones en el interior del frente, entre un ala política y otra autónoma o beligerante.
Estos últimos intentaron un golpe de efecto a fines de octubre de 1988 con la ocupación armada del retén policial en el poblado fronterizo de Los Queñes, desatando un operativo de represión que costó la vida a su líder, Raúl Pellegrín.
No obstante su crisis interna, el FPMR siguió siendo un protagonista noticioso, sobre todo en febrero de 1990, en las postrimerías de la dictadura, cuando 48 de sus militantes escaparon de la cárcel pública a través de un extenso túnel.
La división de hecho del grupo se formalizó en 1990, cuando un sector mayoritario de la organización abandonó las armas y optó por la vía política, bajo la denominación de Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez (MPMR).
Los "autónomos" reivindicaron en tanto la continuidad del accionar armado y a mediados de 1990 secuestraron durante tres meses al empresario Cristián Edwards, por cuya liberación habrían cobrado un rescate de 1,5 millones de dólares.
También en 1990 el FPMR-A mató en atentados al ex agente represivo Roberto Fuentes y al coronel retirado de la policía de Carabineros Luis Fontaine, en operaciones de "justicia popular" contra violadores de los derechos humanos.
El mayor golpe de los "frentistas" tuvo lugar el 1 de abril de 1991 con el asesinato en una calle de Santiago del senador derechista Jaime Guzmán, ex asesor de Pinochet y fundador de la Unión Demócrata Independiente.
Fue entonces que comenzó a operar "la Oficina", un organismo ad-hoc creado por el gobierno de Patricio Aylwin para desarticular a los rezagos de los grupos de extrema izquierda que seguían actuando en el país.
Con el encarcelamiento de 87 insurgentes entre 1991 y 1994 se consideró que estaban prácticamente desmantelados el FPMR-A, el Frente Juvenil Lautaro, los restos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, e incluso el "destacamento Raúl Pellegrín", surgido también del "rodriguismo".
Los cuatro fugados del FPMR-A tuvieron indistintamente participación en los atentados contra Fuentes, Fontaine y Guzmán, así como en el secuestro de Edwards, aunque en estos últimos dos casos había por lo menos tres prófugos antes de la evasión.
Durante 1996 expertos policiales llamaron la atención sobre el estilo de algunos asaltos bancarios, con armas largas y pistoleros de rostro cubierto con pasamontañas, que respondían más al patrón del "terrorista" que del delincuente común.
El análisis predominante, incluso en los organismos de seguridad, fue que se trataba de elementos desvinculados de los antiguos grupos insurgentes que habían optado por la delincuencia como forma de ganarse la vida.
Hoy, una de las hipótesis es que esos asaltos contribuyeron a financiar la costosa operación de rescate y fuga del FPMR-A, cuyos preparativos habrían llevado un año, con alquileres de helicópteros y unas tres casas de seguridad, más la compra de dos automóviles.
El ministro del Interior, Carlos Figueroa, calificó de "notable" el operativo contra la cárcel de alta seguridad, por el grado de profesionalismo de sus autores, en que destaca el hecho de que no se hayan registrado heridos ni entre los atacantes ni los gendarmes (vigilantes del penal).
Durante la última semana se acumuló en Chile una abundante retórica sobre "el rebrote del terrorismo", que tiene como referente la inquietud por una eventual recomposición del FPMR-A.
El presidente Eduardo Frei inició este lunes una ronda de consultas en busca de "un consenso nacional en la lucha contra el terrorismo", que incluye a los denmás poderes del Estado, los partidos, los sindicatos, empresarios y a las Fuerzas Armadas a través del Consejo de Seguridad Nacional.
Entre los emplazamientos de la oposición derechista, la ministra de Justicia, Soledad Alvear, puntualizó que lo ocurrido en Chile el 30 de diciembre "no fue un acto terrorista, sino una fuga".
El diputado Camilo Escalona, presidente del Partido Socialista, y organismos humanitarios recordaron que la violencia de izquierda en Chile fue una consecuencia del "terrorismo de Estado instaurado por la dictadura (de Pinochet)".
En cualquier caso, el FPMR-A se ganó un aura de terrorista por los actos cometidos durante el gobierno de transición democrática de Patricio Aylwin (1990-94), en especial el asesinato de Guzmán, calificado como una "provocación" que favoreció a la derecha.
Hernández, uno de los cuatro prófugos, reconoció hace un año que el atentado contra Guzmán fue un "error político", y muchos estiman que si el FPMR-A quiere ganar nuevamente presencia política tendrá que limpiar ese lastre.
"Flavia", una supuesta portavoz de la dirección de los insurgentes, dijo este lunes al diario La Tercera que el FPMR-A no tiene en sus planes "la vuelta a las acciones armadas tradicionales" y privilegiará "la inserción en las organizaciones populares".
Todo indica que los "frentistas" tienen una gran capacidad operativa y un alto profesionalismo armado, pero que están conscientes de que el vuelo para renacer políticamente es mucho más difícil que el del ataque aéreo a un penal de alta seguridad. (FIN/IPS/ggr/jc/ip-hd/97