Los acontecimientos ocurridos en Bosnia- Herzegovina tras el primer año de aplicación de los tratados de paz, tal como fueron presentados en la reunión de los países donantes que terminó hoy en Bruselas, ofrecen prueba aparente de que se han cumplido los tres grandes objetivos del armisticio.
La guerra ha terminado, en septiembre se celebraron elecciones generales, y las próximas elecciones municipales no ofrecen nada que temer. Además, está llegando a su fin el proceso de formación de las nuevas autoridades gubernamentales.
Por lo tanto, las 60 naciones que se reunieron en Bruselas para formular recomendaciones a la próxima conferencia internacional en la que se comprometerán nuevas formas de ayuda a Bosnia, finalizaron su trabajo reafirmando su confianza en el proceso.
La realidad, sin embargo, es bien diferente. Es cierto que se ha detenido la lucha en Bosnia, pero ello se debe a la presencia de tropas extranjeras interpuestas entre las facciones beligerantes, lo cual refuerza las fronteras entre las entidades musulmana, serbia y croata, trazadas en sangre durante la guerra.
La principal estipulación de los tratados para integrar de nuevo el Estado bosnio -el retorno de todos los refugiados a sus hogares y lugares de origen- también se ha visto frustrada, destruida por la oposición de los líderes políticos.
También fue víctima de la falta de disposición de la Fuerza de Implementación (IFOR) -ejército internacional que garantiza la paz- a correr ningún tipo de riesgo en el terreno, incluso en la ejecución de un requisito básico de seguridad como el arresto de criminales de guerra.
La integración territorial no ha comenzado. Ni siquiera las infraestructuras energéticas, de transporte ferroviario o de telecomunicaciones han vuelto a comunicarse. Tampoco los diarios se distribuyen indistintamente en cualquier parte de Bosnia.
Cualquier viaje de una entidad política a la otra significa una gran aventura, pese a la presencia de IFOR. No es imaginable un retorno permanente a los lugares y a los hogares del "otro lado".
Las fuerzas nacionalistas siguen proyectando y ejecutando una política de obstrucción al retorno de los refugiados.
En cada una de las entidades étnico-políticas se reafirman territorios nacionales homogéneos, incluso en las áreas que controla el ejército bosnio de mayoría musulmana, siguiendo el ejemplo de serbios y croatas en la República Serbia de Bosnia y en Herzegovina, respectivamente.
Lo que hoy existe en Bosnia es un choque absurdo entre dos realidades diferentes.
Por un lado, se han reforzado las autoridades políticas con la legitimidad recibida de las últimas -bien que farsescas- elecciones. Su propósito es culminar el proceso de creación de estados nacionales minúsculos, en los que no habrá lugar para la democracia, los derechos humanos o las libertades cívicas.
Enfrente de esa realidad se encuentra la llamada comunidad internacional. En ese campo, algunas personas comienzan, aunque tarde, a darse cuenta de que defender grandes principios y repetir frases huecas no es suficiente para obtener la nueva integración del país.
No parece lógico esperar que los tres miembros de la Presidencia colegiada de Bosnia -Alija Izetbegovic (musulmán), Momcilo Krajisnik (serbio) y Kresimir Zubak (croata)-, junto con sus corruptos colaboradores, levanten una construcción estatal contra la cual los tres pelearon durante cuatro años.
El representante especial de la Unión Europea en la dividida ciudad de Mostar, Martin Garrod, es hoy el más celoso ciudadano de esa urbe, y defiende su integración con más fuerza que cualquier líder de ambos lados de la villa.
Carl Bildt y Michael Steiner, representantes de la comunidad internacional en Sarajevo, son más "bosnios" en este momento, que Izetbegovic y Zubak, por no mencionar al nacionalista serbio Krajisnik.
Los tres miembros de la Presidencia se reúnen secretamente en museos etnológicos, cuarteles y pensiones suburbanas. Sus contactos telefónicos son una noticia tan rara que ocupan las portadas de los diarios.
Los jefes políticos nacionales, que se lanzaron a la guerra para conseguir sus objetivos por medios violentos, continúan ahora su guerra recurriendo a la violencia política.
El resultado más probable de sus esfuerzos -la división de Bosnia- beneficiará al presidente de la vecina Serbia, Slobodan Milosevic, y a Franjo Tudjman, presidente de la otra gran vecina, Croacia. El presidente de Bosnia, Izetbegovic, volverá a quedarse con las manos vacías, como otras tantas veces.
Para las potencias occidentales, la redefinición de las principales metas de los tratados de paz parece ser mucho menos doloroso y más práctico que intentar su correcto cumplimiento.
Los objetivos de la intervención internacional en Bosnia han sido alcanzados: los balcanes están divididos en esferas de intereses y ya no aparecen en las pantallas de televisión las sangrientas imágenes que ofendían a los europeos. (FIN/IPS/tra-en/ego/wr/rj/arl/ip/97