(Artes y Espectáculos) CINE: La sombra de los fantasmas de Mississippi

La noche del 12 de junio de 1963, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, utilizaba las ondas radiales para declarar por primera vez su inequívoco apoyo al movimiento por los derechos civiles.

En el mismo momento, sin embargo, un declarado segregacionista blanco, Byron de la Beckwith, se emboscaba fuera de la casa del luchador por los derechos civiles Medger Evers, en Jackson, Mississippi.

Evers había ido a una reunión aquella noche, pero él y su mujer habían permitido que sus tres pequeños hijos se quedaran levantados hasta más tarde para escuchar el discurso.

En el momento en que Kennedy afirmó "ha llegado la hora de que esta nación cumpla su promesa", la familia Evers reconoció el ruido del coche de Medger que subía la cuesta de la calle, y a la vez el estampido de un solo disparo.

De la Beckwith -conocido como "Delay" por sus amiguetes- fue juzgado dos veces en 1964 por el asesinato de Medger Evers, pero ambos juicios terminaron con jurados divididos, incapaces de dar un veredicto. Sólo 30 años más tarde pudo ser enjuiciado de nuevo y condenado.

A pesar de su fuerte carga de dramatismo, esta historia está casi ausente del nuevo film de Rob Reiner, "Fantasmas de Mississippi".

No aparecen en la película el valiente trabajo de Evers en las zonas menos desarrolladas del estado más violento y racista del sur ni la lucha de su viuda, Myrlie, durante 30 años, para traer ante la justicia al asesino de su marido.

Reiner se centra, en cambio, en el fiscal adjunto de distrito, el blanco Bobby DeLaughter, quien finalmente llevó adelante la acusación y consiguió reabrir el juicio.

El film presenta a Alec Baldwin como DeLaughter, Whoopi Goldberg como Myrlie Evers y James Woods como De la Beckwith.

Aunque no de forma tan exagerada como algunas de las previas aproximaciones de Hollywood al movimiento por los derechos civiles – especialmente el deficiente "Mississippi en Llamas", que hizo de un agente blanco del FBI el héroe del Verano de la Libertad de Mississippi-, "Fantasmas de Mississippi" de todas formas refuerza la tendencia de los estudios a ver aquella lucha a través de ojos blancos.

Casi como queriendo anticiparse a críticas de este género, la película comienza con una leyenda escrita en la que se anuncia que "esta es una historia real".

Por añadidura, a pesar de que el relato de los esfuerzos de DeLaughter contiene sus propia dramaticidad, incluso esto está reducido a gastados clichés hollywoodenses en el libreto de Lewis Colick.

DeLaughter estaba casado con la hija del juez que presidió los dos primeros juicios contra De la Beckwith, de manera que debió afrontar las críticas, no solamente de los blancos que querían enterrar el pasado, sino también de la familia de su mujer, que tomó como un insulto su empeño en ventilar el caso.

"¿Cuándo dejamos de amarnos?", le pregunta su esposa en el momento en que se dispone a abandonarle.

"No lo sé", responde DeLaughter sordamente.

En la escena más sorprendentemente inexpresiva, Goldberg (Myrlie) le dice a DeLaughter mientras esperan el veredicto: "Usted me recuerda a Medger".

Existe muy poca cosa que aluda a este parecido en toda la película. Tal como Baldwin lo encarna, DeLaughter no tiene la furia justiciera de un hombre que cumple una misión ni el carácter de un abogado de provincias que se limita a cumplir con su deber. Por el contrario, luce opaco y sin interés.

Goldberg, por su parte, aparece muy volcada hacia un solo lado, aceptando las cumplidas llamadas telefónicas del fiscal, que cada semana le informa de la marcha de sus gestiones.

El mayor entretenimiento del film es la entusiasta actuación de James Woods como el arrogante De la Beckwith.

El personaje se enfrenta con DeLaughter a solas en el lavabo del Palacio de Justicia de Jackson, en la que puede considerarse la mejor escena de la película. Al preguntar al fiscal por qué investiga el caso, De la Beckwith de hecho se jacta del crimen.

"¿Está usted admitiendo ante mí que usted mató a Medger Evers?", pregunta DeLaughter, con evidente falta de asombro.

"¿Y qué pasaría si lo hiciera?", responde De la Beckwith, metiendo alegremente un puro en el bolsillo de la chaqueta del fiscal. "Esto sigue siendo Mississippi".

Woods se las arregla incluso para robar escenas en las que apenas está presente.

Mientras DeLaughter interroga en una audiencia a una nerviosa mujer que asegura que el acusado se jactó ante ella de haber matado a Evers, De la Beckwith se vuelve hacia sus simpatizantes en la sala, se burla y sacude su cabeza indicando que la testigo está loca.

Este solo y pequeño movimiento tiene más autoridad que todas las maniobras de Baldwin en la sala del juicio.

A lo largo de los tres decenios transcurridos desde su muerte, el nombre de Medger Evers se ha desvanecido detrás de otras figuras que la Historia ha hecho mártires de los derechos civiles, como Martin Luther King, Jr. y Malcolm X.

En su época, sin embargo, Evers -como líder de la sección de Mississippi de la Asociación Nacional para el Progreso del Pueblo de Color (NAACP)- era una de las grandes voces del movimiento.

En la dirección de la actividad de registro de votantes que llevaba adelante la NAACP, Evers enfrentó una violencia blanca tan fiera que ahuyentó incluso a los más endurecidos militantes.

Su muerte -ocurrida sólo unas semanas después de una serie de protestas que tuvieron lugar en Birmingham (Alabama), y en el mismo momento en que Kennedy declaraba su compromiso con el movimiento de los derechos civiles- conmovió y galvanizó a la nación.

No obstante, con la excepción de la defectuosa pero exitante "X" de Spike Lee, Hollywood continúa complaciendo a los públicos blancos con su manera de enfocar el movimiento por los derechos civiles.

Si "Fantasmas de Mississippi" logra dirigir de nuevo la atención pública hacia la vida y el trabajo de Evers, tanto mejor.

Por ahora, sin embargo, los fantasmas de Mississippi siguen siendo tan blancos como las sábanas. (FIN/IPS/tra-en/aw/yjc/arl/cr/97

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