El cambio del sistema electoral más complejo y atípico de América Latina depende de 3,54 por ciento de los votos que aún no fueron validados en el referendo que Uruguay celebró este domingo 8.
Si se mantiene la actual diferencia de 0,2 por ciento a favor de la reforma constitucional, los partidos políticos se verán enfrentados a una revolución que hará más transparente su accionar y su relación con los electores al establecer que cada partido podrá presentar apenas un candidato a presidente.
Al mismo tiempo, desatará fuertes luchas internas entre las distintas corrientes partidarias en pos de la hegemonía, incluso dentro de la izquierda que, hasta ahora, siempre participó con candidaturas de consenso a la presidencia.
Los dirigentes de todos los partidos políticos uruguayos pasaron este domingo de la alegría al desconcierto y del desconcierto a la incertidumbre ante la evolución que mostró el escrutinio tras la apertura de las urnas.
La diferencia registrada a las 23.30 GMT de entre tres y cuatro puntos porcentuales a favor de la reforma se redujo cerca de la medianoche local (03.00 GMT) a la escasa brecha de 0,2 de respaldo al cambio constitucional, menos de 8.000 votos entre 1,95 millones de ciudadanos.
A esa hora, analistas políticos, alguno encuestadores y conductores de programas periodísticos de televisión debieron buscar en sus bibliotecas argumentos inesperados para atemperar apresurados anuncios de una victoria en favor de la reforma.
El nivel de indecisión establecido por las encuestadoras antes del acto electoral se ubicó entre 21 y 36 por ciento y estos ciudadanos fueron quienes volcaron la balanza, según Oscar Bottinelli, director de la encuestadora Factum.
Las autoridades de la Corte Electoral esperan que en enero se complete el escrutinio de los votos "observados" (emitidos fuera del circuito electoral correspondiente) y que aún no pudieron validarse.
Sin embargo, si se mantiene la histórica tendencia de que el resultado de los votos observados es similar al de los emitidos normalmente, la reforma puede consolidarse.
Desde 1971 una consulta nacional no arrojaba tal grado de incertidumbre.
Entonces, el líder del Partido Nacional, Wilson Ferreira Aldunate, fue derrotado por el candidato del Partido Colorado Juan María Bordaberry, quien dos años más tarde abrió el camino a la dictadura militar que se extendió hasta marzo de 1985.
Los principales cambios propuestos a la Carta vigente, que rige desde 1967, fortalecen al Poder Ejecutivo y avanzan en la descentralización de este país de 3,1 millones de habitantes.
La iniciativa deroga la "ley de lemas", como se denomina la posibilidad que tienen los partidos de presentar más de un candidato a la presidencia, entre los cuales resulta electo el más votado del lema que obtiene más sufragios.
Esta norma rige también para los postulados a intendentes (alcaldes), que, de resultar aprobada la reforma, se verían reducidos a dos candidatos por partido en cada uno de los 19 departamentos (municipio).
Si se mantiene la diferencia manifestada a favor de la reforma en el primer escrutinio, se fijará un calendario electoral que comenzará con la eleción interna de todos los partidos para elegir candidatos únicos, que se celebrará por primera vez en abril de 1999.
Seis meses después se votará la renovación de la legislatura bicameral y se realizará la primera vuelta de la elección del presidente, que requerirá mayoría absoluta.
Si ningún candidato alcanza esa mayoría, un mes después se celebrará una segunda vuelta (balotaje) entre los dos más votados, con definición por mayoría simple.
En mayo del 2000 se realizará la elección de los intendentes de todo el país, así como los órganos legislativos de esas circunscripciones.
La coalición de gobierno integrado por los partidos Colorado y Nacional y el minoritario Nuevo Espacio, de tendencia socialdemócrata, fueron los principales respaldos al "sí" por la reforma.
En contra se pronunció la alianza de izquierdas Frente Amplio, que en 1994 recibió casi un tercio del total de votos del país, rompiendo el histórico bipartidismo de colorados y nacionalistas.
Pero el resultado desnudó algo que parece definitivamente consolidado en los uruguayos: la disciplina o fidelidad partidaria quedó a un costado del camino.
Aunque todos los partidos apoyaron o rechazaron la reforma pensando en las elecciones nacionales de 1999, los porcentajes que obtuvo cada opción en el referendo no parecen reflejar esa realidad.
Ni el Frente Amplio parece tener en su capital electoral el 46,41 por ciento de los sufragios por "no", ni los restantes partidos pueden asegurar que recibirán el 50,20 por ciento de los que obtuvo el "sí".
Dirigentes de relevancia de unos y otros sectores políticos desobedecieron el mandato partidario y, silenciosamente en algún caso, y a viva voz en otro, se pronunciaron en contra de la decisión de sus máximas dirigencias.
El presidente Julio Sanguinetti consideraba la situación este lunes junto a los principales dirigentes del Partido Colorado y muchos estaban seguros de que "pueden ser excomulgados como responsables de la escasa diferencia" a favor de la reforma, dijo a IPS un vocero colorado.
En función de esos parámetros, el líder de la izquierda, Tabaré Vázquez, el candidato más votado individualmente en las elecciones de 1994, también pareció equivocarse al atribuirle al Frente Amplio los votos por el "no".
Esa votación llevó a que Vázquez también expresara su optimismo con relación a una eventual segunda vuelta electoral si se aprueba la reforma, a pesar de que el balotaje fue el principal argumento esgrimido por el Frente Amplio, que lo consideraba una "trampa" contra sus intereses.
"Estamos situados de la mejor manera para las próximas elecciones. Pese al balotaje se abre el camino de un nuevo bipartidismo, por un lado las fuerzas conservadoras y las progresistas por otro", dijo Vázquez. (FIN/IPS/rr/mj/ip/96