El colapso hoy de un cese del fuego firmado el miércoles con la mediación de la ONU entre el presidente de Tajikistán, Imamali Rahmanov, y su rival musulmán, Sayyid Abdullah Nouri, no sorprendió a los observadores del conflicto.
Cuatro soldados murieron y 14 resultaron heridos en nuevos enfrentamientos con la oposición radical islámica este viernes, informó la agencia de noticias rusa Interfax.
Los combates tuvieron lugar en la ciudad de Garm, unos 150 kilómetros al este de la capital, Dushanbe, dos días después de la firma de un pacto de cese del fuego entre ambos líderes.
La conflictiva república ex soviética, que limita con Afganistán, Uzbekistán, Kirgizstán y China, emerge como un reflejo de su vecino del sur, Afganistán, devastado por una guerra civil desde fines de los años 70 que no muestra signos de concluir.
En gran parte esto se debe a que las principales razones de la continuación del conflicto civil en Tajikistán, estallado en mayo de 1992, están íntimamente ligadas con la situación de Afganistán.
Tajikistán comparte con Afganistán una frontera de 1.400 kilómetros, que es de difícil patrullaje porque pasa por terreno montañoso.
Además, como la etnia tajika es abrumadoramente mayoritaria en el país y en el norte de Afganistán, el gobierno no puede aislar su república laica de los hechos que acontecen en el vecino estado islámico.
Así mismo, la sede de la oposición islámica encabezada por Nouri se encuentra en Taliqhan, en el norte de Afganistán, unos 40 kilómetros al sur de la frontera con Tajikistán.
Nouri ha mantenido estrechos vínculos con la República Islámica de Irán, por razones ideológicas y culturales. Entre los numerosos grupos étnicos de Asia central, los tajikos son los únicos cuya lengua materna es afín al persa, mientras el idioma de los otros grupos se asemeja al turco.
En la víspera de su entrevista con el presidente Rahmanov, originalmente prevista en la ciudad afgana de Kunduz, 30 kilómetros al oeste de Taliqhan, Nouri viajó en un avión de la ONU a Mashad, en el este de Irán, para realizar consultas con funcionarios iraníes.
Durante su vuelo de regreso a Taliqhan, el avión fue obligado por cazas del gobierno talibán a aterrizar en una base aérea cercana a Herat, en el oeste de Afganistán, porque carecía de permiso gubernamental para volar en el espacio aéreo controlado por los talibanes.
Luego de la verificación de la identidad de la nave, las autoridades talibanes la escoltaron hasta la ciudad surafgana de Kandahar, sede del movimiento radical islámico Talibán.
Desde allí, el avión sólo pudo reanudar su viaje a Kunduz luego de una entrevista entre el jefe talibán Maulavi Muhammad Omar, de la etnia patán, y Nouri. Aparentemente, Omar deseaba asegurarse de la posición del líder islámico sobre la guerra civil en Afganistán.
Pese a estar establecido en la zona de Afganistán controlada por las fuerzas anti-talibanes, Nouri se abstuvo hasta el momento de involucrarse en el conflicto civil afgano. Entre otros asuntos, Omar le habría "sugerido" a Nouri que se mantenga en esa posición.
Sin embargo, independientemente del consejo de Omar, es improbable que Nouri abandone su neutralidad, porque al hacerlo, la política de Tajikistán dejaría de ser su prioridad.
Aunque está en el exilio, Nouri tiene una posición de gran relevancia en el panorama general de Tajikistán, lo cual queda ilustrado por el hecho de que fue el presidente de la república quien debió viajar al norte de Afganistán para encontrarse con él.
El líder también se vio favorecido por los últimos avances militares de su grupo. El mes pasado, las fuerzas islámicas lograron varias victorias en el valle de Garm, al este de la Dushanbe, fortaleciendo su posición en la región limítrofe con Kirgizstán.
Nouri declaró que el comandante local en el valle de Garm actuó por su cuenta y que él personalmente se comprometía a respetar el acuerdo de cese del fuego.
No es la primera vez que un jefe militar muestra escaso respeto por la sede central en el conflicto civil de Tajikistán, ni esto ocurre exclusivamente dentro de la oposición radical islámica.
En este asunto es más evidente el paralelismo con la historia reciente de Afganistán. Después de todo, antes de la dramática toma de Kabul por los guerrilleros talibanes, hace tres meses, Afganistán era gobernado por una serie de jefes militares.
Existen pocas dudas sobre el debilitamiento de la autoridad central de Tajikistán. Desde el estallido de la guerra civil en 1992, el control de Dushanbe sobre la región de Badajshan, que ocupa casi la mitad del territorio nacional, ha sido muy tenue.
Con la creciente pérdida de territorios en la región oriental del país ante los fundamentalistas musulmanes, el área bajo control pleno y directo de Dushanbe es cada vez menor.
El cese del fuego quebrado este viernes fue incumplido desde un principio. Un día después de la firma del acuerdo el pasado miércoles en presencia de un mediador de la ONU, los extremistas islámicos capturaron una mina de oro de propiedad británica cerca de Dawaz, a sólo 180 kilómetros de la capital.
De todos modos, el propósito de la serie de acuerdos que siguieron al activo período de guerra civil en 1992, en la que murieron unas 60.000 personas, continúa siendo el de encontrar una solución política.
La oposición islámica exige compartir el poder en Dushanbe, como paso previo a elecciones libres y justas bajo supervisión internacional.
Pero la administración del presidente Rahmanov rechaza de plano esa posibilidad, argumentando, y con razón, que si cede poder aun parcialmente su prestigio popular caerá abruptamente.
Por otra parte, Rusia, sin cuya ayuda militar y económica el actual régimen de Dushanbe no podría sobrevivir, no dejaría a los islamistas tajikos compartir el poder en un país vital para su propia seguridad. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ml/ip/96